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Design won’t save the nature

Caminando por la ciudad de Berlín encontramos este stencil impreso en el pavimento. "Design won't save the nature". A pesar de saber que se trata de un reclamo publicitario de una emergente marca de bicicletas, nunca estuvimos más en desacuerdo con una frase.

Las disciplinas creativas aplicadas, como son el diseño, el paisajismo, la arquitectura o el urbanismo tienen mucho que decir a la hora de prevenir impactos negativos sobre el medio y fomentar la diversidad cultural y biológica. Simplemente se trata de pensar (más) en todo cuanto rodea al artefacto (sea edificio, mueble, parque o complejo residencial). Sin duda, cualquier acción humana provoca un "efecto mariposa" sobre nuestro entorno. Nos comentaban las chicas del "Obrador Xisqueta" (una asociación que está dinamizando a nivel social y económico un territorio rural a través de la valorización de la lana de la oveja xisqueta, una raza autóctona del Pirineo en peligro de extinción) que los pastores están sacrificando las ovejas negras de sus rebaños -mantener una oveja de este color es una tradición cultural que se ha prolongado a lo largo de los siglos- porque la legislación ha declarado a la oveja xisqueta una raza de protección especial, pero sólo a aquellas que cumplen con las características definidas sobre el papel. Evidentemente, la oveja negra no las cumple. Éste es simplemente un ejemplo de cómo una acción, en principio, bienintencionada -proteger una raza en peligro de extinción- provoca una extinción cultural significativa, como es cargarse las ovejas negras de los rebaños.

Se trata de pensar un poquito más, de ir más allá, de buscar y dialogar con todos los actores implicados, de tener en cuenta todos los componentes que configuran un sistema. No se trata, tampoco, de explayarse en cuestiones filosofales y no tener, después, margen para pasar a la acción. Consiste en encontrar un equilibrio y mejorar poquito a poco, no de crear el diseño perfecto a la primera.

Son muy sugerentes, por ejemplo, las pequeñas acciones a nivel urbanístico que hemos encontrado, precisamente, en la capital germana para fomentar la biodiversidad de la ciudad. Se trata de pequeños espacios "robados" a parques, rotondas y parterres donde se deja crecer un prado de flores silvestres. Así de sencillo: prado en lugar de césped. Los prados son ecosistemas complejos y, en gran medida, autónomos, que ofrecen cobijo a flora y fauna que, de otro modo, sería complicado -pero necesario- encontrar en las ciudades. Además, son espacios que ayudan a educar a la población sobre procesos naturales y hacer entender la importancia de los ecosistemas y sus interacciones. Y bueno, mejor una parcela donde crecen flores de colores cambiantes que no un cuadrado de césped que tenemos prohibido pisar.  

Acciones humildes, bien pensadas. Esa es la responsabilidad de cualquier diseñador (arquitecto, urbanista, etc.) para salvar la naturaleza. 

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