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Moisés Barrios: Bananópolis

Como es costumbre, al intentar escribir, me mueve abrir las espiras del tiempo para advertir el fluir de las evocaciones cuyos impulsos reviven tantas vivencias pretéritas; esta componente del pensamiento cotidiano intrinca con las experiencias personales, se valora cuánto se aprendió de aquellos trances -lo que realmente permanece-, y al trasponerlo a las situaciones actuales regeneran la memoria. Bananópolis es el libro que Moisés Barrios recién presentó en el país acompañado de una muestra en Equilátero, Escazú, publicado por la revisita RARA. Cuando pienso en este artista guatemalteco, abrigo recuerdos del tiempo que pasó entre nosotros, por esa razón, al iniciar esta conversación con él quisiera recordar esos años de la década de los setentas, cuando los artistas del istmo asumíamos los lenguajes y discursos que, de alguna manera, fundamentaron nuestras expresiones de hoy.



Óleos de la serie “Banana Maps”. Fotos cortesía del artista.

LFQ: De esos años recuerdo tus dibujos, pero sobre todo los grabados. ¿Qué representa -en tu historia personal-, esa estadía en Costa Rica? ¿Qué aportó el entorno cultural local a tus proyectos y realización?
Moisés Barrios:
A mediados de los sesentas yo trabajaba en una agencia de publicidad en San José, iba de paso a Venezuela, pero me quede ocho años acá, integrándome a su cultura; recuerdo esa época como una hermosa experiencia. En mis ratos libres hacia dibujos y grabados en madera, pues sabía que la publicidad era pasajera, que lo mío era el arte, en esa época todos necesitábamos de un trabajo fijo para vivir, pensar en dedicarse al arte era muy remoto.

LFQ: ¿Salir de tu país marcó un punto de quiebre con la realidad guatemalteca?, o quizás ¿te permitió mantenerte al tanto de las situaciones políticas y culturales que le afectaban?
MB:
Aunque mantenía magnífica relación con los artistas amigos de Costa Rica, tenía muy en mente lo que sucedía en Guatemala, en esa época se inició la guerrilla y la represión era indiscriminada, mis amigos artistas guatemaltecos eran conscientes y comprometidos con lo que estaba sucediendo… yo no iba a ser indiferente.

Acuarelas del proyecto titulado “La ilustración del Pacífico”. (Solicité a algunos artista que me enviarán fotos de la costa Pacífica, estas fueron una colaboración de Ronald Morán de El Salvador). 2008.

LFQ: ¿Qué representó el grabado en esos liminares de tu carrera?
MB:
El hacer grabados y dibujos en blanco y negro representó una especie de consigna política cultural que circulaba en América Latina, una respuesta al color del pop americano y del satanizado mercado del arte. Por supuesto que yo creía en eso, a pesar que siempre estuve muy informado de lo que se hacía en Nueva York, se decía que la obra gráfica sin color tenía más sentido pues se hacía para no venderse.

LFQ: ¿Cuáles eran los referentes en esos años para los artistas regionales?
MB:
Los nombres como el de Marta Traba, sobre todo el nombre de José Luis Cuevas, y José Gómez-Sicre, sonaban a un arte nuevo que estaba dejando atrás las influencias del muralismo mexicano, como si uno se identificara de repente con lo existencial y urbano, dejando los reclamos de identidad y la lucha campesina para las páginas de la historia.
Aunque en San José no se tenía presente la Guerra Fría vivenciada globalmente, con mi trabajo yo me identificaba con una corriente llamada “El nuevo humanismo”, el cual centraba sus obras en lo apocalíptico y monstruoso de una confrontación nuclear, de ahí que se pintará y dibujará esa nueva figuración desgarrada, ¡que tanto nos gustó hacer!

Acuarelas basadas en una deconstrucción del “collage de Richard Hamilton”, 2013. Fotos cortesía del artista.

LFQ: ¡Genial, Moisés! Me encanta conocer esos activadores en el terreno del arte, sin duda nos catapultó a lo acaecido en los años ochentas y noventas del siglo pasado, con la introducción del Conceptualismo. Y, de tu estadía en España, ¿culminaste alguna etapa importante de tu trabajo artístico?, ¿consolidaste tus búsquedas?
MB:
De San José me fui a Madrid para estudiar grabado calcógráfico, esa era mi obsesión. Con el dinero ahorrado trabajando en publicidad, me di una beca que duró tres años y los dediqué al grabado en metal o calcógráfico. Trabajar a tiempo completo fue una experiencia compensadora, me descubrí como alguien muy laborioso, detallista. Ya en esa época la corriente artística dominante a la cual estaba ligado era el realismo mágico, por supuesto que me sentí muy a gusto trabajando imágenes extraídas de la literatura latinoamericana la cual se encontraba en su mejor momento.

LFQ: ¿Cómo se ve hoy, desde la retrospectiva del tiempo a Moisés Barrios de juventud, redescubriendo el arte del viejo continente?, y, ¿qué aportó a tus nuevos logros ya de regreso en tu país natal?
MB:
Curiosamente cuando llegue a España se acababan de descubrir varios documentos de Leonardo Da Vinci en la Biblioteca de Madrid, me llenó de emoción estar cerca de tal acontecimiento histórico, empecé a dibujar como en dichos códices, estudios de figuras humanas y mucha caligrafía ornamental, integrando a ese bagaje elementos tropicales como plantas y animales.
La influencia dominante en lo visual en América Latina era la de Francisco Toledo con un bestiario fantástico, así que yo también incluía iguanas a aquella figuración inspirada en los estudio de Leonardo. Ahora que lo recuerdo, no era consciente del potencial que tenía dicha fusión, pero me dio pie para hacer una buena serie de aguafuertes. ¡Tenía mis 26 años en ese entonces!
Muchos años después vi unos dibujos de Joseph Beuys con el mismo tema de los códices de Da Vinci hallados en Madrid.

Acuarelas de la serie “Cowboys solarizados”, 2013. Fotos cortesía del artista.

LFQ: Volví a apreciar y a valorar tu obra en pintura, pues lo que conocía antes era obra gráfica, precisamente cuando comencé a trabajar en el Museo de Arte y Diseño Contemporáneo (MADC), al lado de Virginia Pérez-Ratton y Rolando Castellón. Habías dado un giro fundamental, evoco tus pinturas de las portadas con marcas de perfumes y la revista Life con manos de bananos maduros, abordando la temática de las “Repúblicas bananeras”; el museo tiene una hermosa pieza en la colección –que nos recuerda a FANAL, aquella revista del museo que ahora extrañamos-, dicha muestra circuló en la segunda mitad de los años noventas con “MESóTICA II Centroamérica re-generación”, exhibida en Madrid, París, Roma, Turín y Amsterdan. ¿Cómo defines aquellos abordajes tan importantes para tu producción artística, que te llevaron a pisar los terrenos del Conceptualismo en la pintura?
MB:
A los 40 años me propuse dejar la publicidad y dedicarme al arte. Pero vivir del grabado era francamente difícil, así que me dispuse a pintar y después de tantos intentos descubrí que tenía la experiencia de la ilustración publicitaria, le vi posibilidades, me sentí seguro como pintor, no tenía que demostrar tener buen gusto con el color, ni tenía que convencer a la tradición académica con la técnica, sino lo más importante era comunicar; el estar involucrado con la investigación histórica al finalizar el conflicto armado en Guatemala, y tomar como tema la influencia del colonialismo de las plantaciones bananeras, abordar cómo aquella compañía nos manipuló política, económica y socialmente por medio siglo…, resulta que lo conceptual y la técnica del póster publicitario funcionó muy bien para hacer comentarios satíricos sobre acontecimientos históricos.

LFQ: En este último tracto de tus investigaciones -parte de la cual exhibes en el espacio de Equilátero-, el asunto de las bananeras centroamericanas se volvió una piel envolvente, un color y unas manchas que recubren objetos, con la cual intervienes libros y revistas. ¿Cómo explicas ese paso a reminiscencias de nuestros productos de exportación en sus intentos de penetrar a los grandes mercados de los centros? ¿Cuál es tu visión acerca de tales nociones y pugnas de poder?
MB:
El continuar como un mantra con el tema bananero es algo involuntario, el tema me atrapó, simultáneamente elaboro estas otras temáticas que puedes apreciar en mi trabajo, pero no parecen tan relevantes. Llevo muchos años elaborando la temática sobre la costa de el Pacífico, constantemente voy navegando en varios asuntos y técnicas.
En la exposición de Equilátero, el objetivo fue presentar el libro Bananópolis, un proyecto editorial que se me ocurrió, en lugar de hacer una exposición, hice un libro, y ¡salió bien!
El inicio del proyecto fue porque se me inundó la casa, mi colección de revistas Art Forum se mojaron, antes de tirarlas a la basura, se me ocurrió intervenirlas y obviamente con el color del banano; durante el transcurso la reflexión y diálogo con el arte se hizo intenso, consideré ese sentimiento muy centroamericano: el verse siempre como marginal en el mundo del arte, especialmente del que se exhibe en ciudades como Nueva York, Londres, París, Berlín, etc.

Acuarelas de la serie “Vitrinas Banana Republic”, 2012. Fotos cortesía del artista.

LFQ: ¿Será que los productos de exportación locales, para que tengan éxito, tendremos que pintarlos de esa piel, así dejar de ser simples maquiladores y cargar con esos simbolismos -como un valor agregado-, lo que pretendemos exportar?
MB:
Entrar a los grandes mercados requiere de mucho esfuerzo, aquí lo hacemos de forma individual y a veces nos ponen atención en el mundo globalizado, pero no existe una infraestructura que nos apoye y sostenga; imagínate a la millonada de artistas chinos que están bien formados académicamente, quienes tiene el soporte económico del Estado y de su actual sistema capitalista.

LFQ: ¿Qué podemos esperar de Moisés Barrios moviéndote sobre esas cartografías o registros ataviados con un sabor a banano?
MB:
Por el momento estoy en modo pausa, esperando que algo me anime para gastar los últimos cartuchos…

Xilografías, “Cowboys Woodcuts”, 2013. Fotos cortesía del artista.

LFQ: O, ¿cuál es la naturaleza de esos atavismos?
MB:
Creo todo es cuestión de suerte, uno no escoge su época, la percepción sí es importante para mantener el diálogo con la historia, el entorno, lo subjetivo. La trascendencia de la obra de arte no depende de uno, los tiempos cambian y lo más importante es encauzar la energía en lo que a uno le gusta.

LFQ: ¿Es ese el motivo central de tu libro “Bananópolis”?
MB:
No hay un motivo especial más que él hacer un proyecto editorial. Mi amor por los libros me brindó la libertad para hacer algo a mi gusto. En un principio pensé hacer una novela grafica. Mi experiencia en las artes gráficas me ayudó para reconocer y contactar a un magnífico editor y diseñador: Andrés Asturias de la revista Rara, quien realizó otras publicaciones con Equilátero, y de esa forma se concretó el proyecto, lo negociamos y llegamos a un acuerdo en la aventura de Bananópolis…

 Acrílico sobre papel “Serie Bananópolis”, 2014. Fotos cortesía del artista.


LFQ: En el país y por el aporte del MADC y TEORéTica conocemos cada vez más del arte centroamericano, y en especial de tu país, después del Proyecto Ultravioleta en la Sala 1 de este museo, apreciamos propuestas de algunos jóvenes artistas compatriotas tuyos como Norman Morales, Marlov Barrios, Benvenuto Chavajay, entre otros. Ponnos, por favor, al tanto de lo nuevo del arte en Guatemala, de los éxitos de Regina José Galindo, el después de la muerte de Aníbal, ¿hacia dónde apuntan las miradas? ¿Qué los orienta en la noche oscura de las búsquedas?
MB:
Siempre me asombra la cantidad de artistas nuevos que surgen en mi país, son muy amplios culturalmente, especialmente los que hacen arte conceptual. Me gusta que centren sus líneas de investigación en un diálogo interno socialmente hablando, ya que el país es de una intensidad caótica.
No son artistas que busquen un reconocimiento económico, más bien los siento realistas en el sentido de no pretender un protagonismo, en tanto el medio no es amplio en factores económicos, y menos culturalmente, ni hay tantos espacios, tampoco coleccionistas, es más bien duro, esa puede ser la razón que las referencias de artistas destacados como Aníbal, Regina, Darío, entre otros, los anime.

LFQ: ¿Cuál es tu percepción del arte regional contemporáneo, considerando la validación abierta por la recién pasada Bienal Centroamericana de los empresarios allá en Guatemala?
MB:
Me parece que hay un nivel parecido en calidad y búsqueda artística en toda la región. Sobre las bienales tengo mis reservas, pues casi siempre se presentan obras para la ocasión, el síndrome de la bienal afecta a casi todos los artistas participantes en estos espacios, sienten que es la gran oportunidad de hacerse visibles, de impactar, a veces terminan presentando obras poco honestas con ellos mismos.
La bienal pasada no fue la excepción.



Óleo “Banana Toys”, 2003. Foto cortesía del artista.

Óleo “Bananosauros”, 2002. Foto cortesía del artista.

LFQ: Para cerrar con este intenso diálogo con Moisés Barrios, quisiera pedirle otra opinión, del por qué nos interesa tanto a los artistas del istmo los juegos de poder, las tensiones Norte Sur, entre otras nociones que acrecientan el discurso hegemónico. Es suficiente focalizar lo realizado por TEORéTica con la actual e importante muestra “Una crónica de intervenciones” curada por Inti Guerrero y Shoair Mavlian para Project Space Tate Modern de Londres, u otras propuestas de jóvenes que lo asumen, como se deduce en las últimas versiones de Bienarte, e incluso interesa a Joaquín Rodríguez del Paso en algunas zonas de su amplia producción, tal y como de deduce en “Super Moderno” expuesta en la actualidad en las cuatro salas del MADC. Después de las remezones sociales que provocó el establecimiento de la “Standar Fruit Company” en las llanuras caribeñas a finales del siglo XIX, conflictos trasladados a la zona Sur del país marcando el cierre de dicha compañía en los años setentas del siglo anterior, ¿tales amenazas no se volvieron beneficios para las temáticas del arte contemporáneo local y regional? ¿Qué te mueve a reflexionar sobre estas “arenas movedizas” en una larga historia tenida en la memoria colectiva de este “estrecho dudoso” -parafraseando a nuestra muy querida Virginia, desaparecida en plena cohesión de sus pensamientos acerca del arte actual de la región?
MB:
No estoy muy enterado de los proyectos que mencionas, pero un activo que tenemos es ese pasado histórico bananero reciente, nos marcó como pequeñas repúblicas de opereta, y aún interesa internacionalmente, porque nos ven como víctimas, y a nosotros nos gustan dichas percepciones, tenemos la esperanza que nos reconozcan y brinden una oportunidad, al final, si te das cuenta nuestra condición provinciana es de lo más ingenua, y nuestras pretensiones un poco ridículas, pero así somos…, hay que aceptarlo, más bien debemos parodiarlo, es un buen tema.
 

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