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Innovación bien entendida

El diseño de producto es por norma general una disciplina bastante abierta a incorporar todo tipo de innovaciones, ya sea en nuestro proceso de trabajo, en nuestros proyectos, etc. De hecho, incorporarlas en los objetos de una forma lógica y coherente es una de nuestras misiones principales. Ahora bien, no estamos solos, y para nuestros clientes a veces la innovación puede parecer a priori más un dolor de cabeza que otra cosa, ya sea porque implica nuevos procesos de producción –con la consiguiente inversión–, porque no saben cómo acogerán la novedad sus clientes, etc. La teoría de que los que innovan –y arriesgan, por lo tanto– aumentan sus posibilidades de éxito a medio plazo más o menos la conoce todo el mundo, pero ¿quién se atreve a dar el paso?

La diferencia entre una innovación que haya tenido éxito y otra que no, además de su calidad intrínseca o de sus aspectos diferenciales –factores que tristemente son menos importantes de lo que debería en el mundo en el que vivimos– está muy a menudo en la forma en la que ésta se comunica. Aunque pueda parecer obvio, no lo debe ser tanto cuando hay buenos objetos que no funcionan en el mercado. La innovación debe estar bien aplicada y debe ser bien explicada para que el consumidor final pueda comprenderla, y el trabajo en equipo con otras disciplinas es la clave.

Para que esta 'explicación' llegue a buen término es necesario que emisor y receptor estén por la labor, como en cualquier otro proceso comunicativo, por lo que el usuario final debe estar abierto a cambiar de hábitos si es que ello le va a suponer mejorar –y no siempre pasa– ya que por naturaleza somos cómodos y conservadores con nuestras rutinas.

Es por eso que, aún a riesgo de repetirnos, no queremos dejar de decir que para los diseñadores el traje de comunicador/conductor de necesidades colectivas es tan importante como el traje de proyectar, así que a menudo vale la pena dejar de la lado la mesa de dibujo y el ordenador para preguntar y pedir opiniones a los colectivos de interés.

Visto desde un punto de vista sistémico –uno de los objetivos de este blog, analizar el diseño desde un punto de vista amplio– una innovación repercute en todas las fases de un producto, desde su concepto hasta que el objeto termina su vida útil, por lo que debe ser trabajada con coherencia y perspectiva en cada una de ellas. El hecho de centrar exclusivamente la innovación en la pura y simple función o en la etapa de uso es otra de las causas de que muchas buenas innovaciones no lleguen a buen puerto. Así que podemos concluir que la ecuación 'innovación bien aplicada + comunicación = éxito' es cierta en la gran mayoría de los casos.

Conste que no defendemos lo nuevo por ser nuevo, sino que solamente lo valoramos como positivo si realmente tiene algo que aportar a la sociedad. Innovación no es hacer los objetos redondos o cuadrados sin más, es hacerlos mejor de lo que se han hecho hasta ahora. Si no es el caso, más vale quedarnos como estamos y todos contentos.

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