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Daniel Gil por Manuel Estrada

Hace algunos meses vino a mi estudio un joven diseñador brasileño, una de esas personas con ojos de esponja que lo miran y se lo beben todo, con la ansiedad de los que acaban de atravesar el desierto del Gobi. Hablamos de Brasil y del trabajo de los diseñadores en Madrid. En un momento de la conversación me dijo: «Acá, en Madrid, se nota mucho el estilo español de diseñar».

 

Me dejó sorprendido y le pedí que me explicase cómo era ese estilo del que hablaba: «Sí, ese uso de los objetos cargados de mensajes, así muy conceptuales, ya sabe». No creo que sea una casualidad que Daniel Gil haya realizado en los años 70, dos exposiciones muy completas sobre su trabajo, una en Río de Janeiro y otra en São Paulo con amplia repercusión en la prensa brasileña.

En cualquier caso me sorprendió este punto de vista porque, hasta ahora, las visiones sobre el diseño español, visto desde fuera, que conocía eran de dos tipos: Tipo A ( el más extendido): En España no existe prácticamente diseño reseñable. Tipo B: El diseño español es una cosa que imita la pintura de Miró, trazos sueltos y colores mediterráneos.

 

Nada más lejos de mí intención que intentar definir lo que pueda ser el diseño español. Creo que tenemos poca perspectiva todavía para poder hacer una verdadera historia sobre cosa tan escurridiza. Pero si hay algo que me parece claro, es la enorme influencia que el trabajo de Daniel Gil ha ejercido, desde su cátedra de las dos mil y pico portadas de Alianza Editorial, sobre varias generaciones de lectores de habla hispana entre los años 60 y 80.

Daniel Gil por Manuel Estrada

Diseñadores, fotógrafos, poetas, todos tenemos los archivadores de la retina llenos de imágenes hermosas e inolvidables firmadas por él.

Diseñadores, fotógrafos, poetas, todos tenemos los archivadores de la retina llenos de imágenes hermosas e inolvidables firmadas por él. Algunas tan brillantes que, en ocasiones, son capaces de oscurecer al propio libro que envuelven. Recuerdo sólo a retazos el texto de Conrad «El corazón de las tinieblas», pero ese corte vertical, sobre el verde oscuro de la portada, por el que palpita inquietante un fondo rojo es de las imágenes más fuertes y sutiles que conservo.

Tan sólo guardo un leve recuerdo del esquema argumental de «El banquero anarquista» de Pessoa, pero puedo describir, sin verla y con todo detalle, la botella de Coca-Cola pintada de purpurina dorada, que, con la mecha chispeante, convertía la portada de estos cuentos del escritor portugués, en el cóctel molotov más explosivo de todos los que yo haya visto.

Esta forma de tratar las imágenes, de manipular los objetos, de convertirlos en material explosivo de altísima potencia visual, es una aportación original de la obra de Daniel Gil que ha abierto una auténtica autopista para la comunicación por la que nos hemos precipitado, tras él, conductores de todo tipo de vehículos más o menos gráficos. Si Daniel Gil no fuese un diseñador mesetario, tal vez hoy se conservarían, en alguna Fundación, Museo o Garaje hermético esos cientos de objetos manipulados que han dado vida a sus portadas. Derrotados y dispersos, muchos adornarán algunas estanterías y salones de gentes que tal vez no sepan el valor de lo que poseen.

Daniel Gil por Manuel Estrada

No sé lo que las generaciones futuras conservarán como testimonio y expresión artística de este final de siglo corto, como lo llama Hobsbawm. pero sospecho que algunos de los objetos que hoy cuelgan en los museos contemporáneos, verán aumentar su flacidez hasta caer en el olvido.

Otros, vistos hoy como menores y vulgarmente cotidianos, cobrarán vida con el paso del tiempo y se convertirán en los representantes más fieles del arte de esta extraña época plagada de sueños y desengaños en los que Daniel ha participado activamente. Entre estos objetos que el tiempo, estoy seguro, sabrá colocar como algunas de las mejores expresiones artísticas de esta época, estarán, se admiten apuestas, muchas de las portadas de Daniel Gil.

No puedo, sin embargo, acabar este escrito, sin advertir que escribo alejado de cualquier posición de equilibrada y docta imparcialidad, ya que tiendo a perder la compostura con la gente a la que quiero y, debo confesarlo, Daniel es mi amigo.

Daniel Gil por Manuel Estrada

El diseñador gráfico Manuel Estrada crea su propia empresa de comunicación y diseño en el 88. En 1993 obtuvo el Premio Laus y en 1996 fue galardonado con el Premio AEPD de diseño.

Artículo publicado en Experimenta 29 con el título Daniel Molotov.

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