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Cambio y metamorfosis: dos exposiciones en París

Dos exposiciones en París que este año merece la pena ver: Mondrian en el Beaubourg y Moebius en la Fundación Cartier. Muy diferentes, pero relacionadas por el mismo deseo visionario de ensanchar los confines de la experiencia humana.

Mondrian/De Stijl, hasta el 21 de marzo en el Beaubourg, sigue las huellas de uno de los movimientos de vanguardia del siglo XX, el De Stijl, que nació en Holanda a principios del siglo y en el cual se encuentran algunas de las principales raíces culturales del Modernismo, con la emergencia de la abstracción en pintura y con sus influjos sobre arquitectura, diseño y gráfica. La investigación pictórica de Mondrian sobre formas y colores tiene sus raíces en el espiritualismo y simbolismo de principios del siglo, y se transforma finalmente en una representación geométrica totalmente nueva y visionaria que ensancha los confines entre la mente y el espacio, y permite imaginar nuevas relaciones. Parece por lo tanto evidente al final del recorrido la profunda continuidad entre las líneas y las formas abstractas de Mondrian y las experimentaciones arquitectónicas de Mies van der Rohe y la Bauhaus.

Moebius Transe-Forme, hasta el 13 de marzo, es una antológica que nace de la profunda colaboración del artista con la Fundación Cartier. Presenta la obra de Jean Giraud, en el arte Moebius, artista ecléctico y poliédrico, genial inventor de personajes y mundos fantásticos, y, sobre todo, intérprete extraordinario del tema de la metamorfosis y la transformación. En su obra los personajes estereotipados y los mundos lineares de Gir, una de las dos personalidades del artista, se mezclan con las extraordinarias criaturas que pueblan los mundos fantásticos de Moebius –¿os acordáis de la extraordinaria Diva de El Quinto Elemento de Luc Besson? el personaje es suyo-; y parece al final imposible distinguir entre las dos personalidades, como es imposible en los mundos de Moebius dibujar una separación neta entre espíritu y materia, animado e inanimado, pasado y futuro, masculino y femenino. Sus transformaciones y metamorfosis llevan sin embargo siempre a lo esencial, con una elección de formas y colores que revela una capacidad extraordinaria de dar un alma y una concreción a lo fantástico. Está aquí, en el fondo, toda la diferencia entre un mundo fantástico y un mundo surrealista: el mundo surrealista es la representación de un sueño, mientras que el mundo fantástico es un mundo totalmente concreto que es posible explorar solamente dejándole un espacio a la imaginación.

Podríamos preguntarnos ahora ¿cuáles son, entonces, las diferencias entre cambio y transformación? Muchas, se podría decir, pero las más evidentes tienen algo que ver con un trabajo sobre los confines; que, en el primer caso, es el sello de un límite, de una ruptura abrupta con el pasado. El cambio presupone que ya nada será como antes, y por eso decimos que el cambio es impredecible, catastrófico, que está relacionado con el porvenir y con la capacidad de imaginar el futuro como algo completamente distinto del pasado.

La transformación, o metamorfosis, es al revés un proceso biológico relacionado con el alma de las cosas: es la oruga que se transforma en mariposa. La transformación está contenida en su resultado, es el porvenir del posible, y nos lleva a reflexionar sobre la permeabilidad de los confines y sobre la génesis profunda y la irreducible proximidad entre lo humano y lo natural.

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