experimenta_

La columna de Chema Aznar: Leer más libros

La columna de Chema Aznar

La columna de Chema Aznar

Los diseñadores han soñado o imaginado objetos que resuelven situaciones de la realidad cotidiana, “escenificando sueños” y confiriendo a las cosas lenguajes significativos que enlacen con el momento de su representación, exhibición o uso.

En las redes leí un titular en Facebook que decía: “Los diseñadores debieran leer más libros”. Creo que esta afirmación debiera entenderse en el sentido de que no se trata solo de leer los textos profesionales que manejan —por supuesto necesarios—, sino de que el diseñador, por su carácter creativo y holístico (pensamiento que considera cada realidad como un todo distinto de la suma de sus partes), pudiera también interesarse por la lectura literaria.

En esas obras podría encontrar situaciones narrativas en las que, por su peculiaridad, el diseñador —atento a la interacción entre personajes, situaciones, objetos, espacios, etc.— pueda hallar elementos que adquieran sentido, y entenderlos como puntos de partida hacia la concepción de ideas, sin apartarse del interés por el sentido o el mensaje esencial de la obra.

Aunque hay temas en los libros que yo entiendo, son más afines a mis intereses y que no específicamente tratan del diseño. Por ejemplo, Georges Perec, en su obra excelente La vida instrucciones de uso, un libro de lectura compleja, pero fascinante. En este libro, el autor disecciona virtualmente un edificio de París situado en la rue Simon-Crubellier. Perec iría más allá de una descripción en cuanto a sus estructuras, materiales, formas, funciones, de la arquitectura ideada, la situación histórica o la cronología de su construcción.
El espacio entendible está articulado mediante las cosas/objetos, aunque no existan visualmente, estos objetos son percibidos como usos concretos, como objetos de admiración o incluso como elementos que proporcionan experiencias estéticas.
Georges Perec deconstruye este edificio, hace una exploración más allá de una descripción formal de los espacios destinados a viviendas, estudios o talleres. Estos espacios del edificio de la rue Simon-Crubellier se irían transformando en el tiempo por los distintos dueños o inquilinos. Esta situación, en cierto modo, podría recordar al edificio de la calle “Rue del Percebe 13”, escenificada por la sección que hace Francisco Ibáñez.

Los habitantes que ocupan estos espacios están descritos por objetos y disposiciones interesadas, que buscan la peculiaridad, la idiosincrasia, la personalidad de los que lo habitan; realidades en el tiempo que van modificándose desde cierto orden no percibido, vicisitudes vividas en donde las cosas serán testigos determinantes en el curso de las vidas de sus habitantes, y harían que los tiempos de estas historias se modificaran. Las historias irían transformándose, entrelazándose en el tiempo, conformando un curso peculiar de sus vidas.
El autor maquina, ordena, narra cierto orden de estos espacios habitados, describiendo y explicando los perfiles de las personas que habitan estas viviendas en el (su) presente, derivando su narración hacia otros tiempos pasados, ocupados por otras personas.
Es muy interesante cómo comienza a describir G. Perec y a la vez establecer una narrativa en los distintos espacios de las viviendas, lugares peculiares, o sea, que dicen mucho de quienes los habitan o habitaron.
Describe en dónde está el espacio, describiendo con detalle bibelots, las cosas, objetos útiles e inútiles, los muebles, así como temas diversos representados en un determinado cuadro o formas hechas por ebanistas, como también las técnicas en la madera mediante taraceas en la superficie, en donde se describen virguerías perspectivas o cacerías pintorescas, o también disposiciones ornamentales y materiales en los revestimientos de las paredes o las disposiciones del parqué.
Esta descripción es narrada al inicio de cada historia, en donde se van prefigurando las características psicológicas de quienes moran estos espacios. Por naturaleza, son microhistorias en donde interactúan las cosas con las personas, dispuestas desde un supuesto orden, por ejemplo, para la realización de un trabajo, según una disposición anímica o una intencionalidad estética, intuyéndose la condición de quienes lo habitan.

Podría ilustrarnos sobre este tema un parágrafo de su obra La vida instrucciones de uso de Georges Perec:

“En esta habitación en la que la Lorelei hacía aparecer a Mefistófeles y en la que tuvo lugar el doble asesinato, la señora Moreau decidió instalar su cocina. El decorador Henry Fleury concibió para ella una instalación de vanguardia y anduvo pregonando por todas partes que sería el prototipo de las cocinas del siglo XXI (el lejano futuro en este tiempo): un laboratorio culinario de su generación, dotado con un avance de uno de los perfeccionamientos técnicos más sofisticados, equipado con hornos microondas, placas autocalentadoras invisibles, robots electrodomésticos teledirigidos capaces de ejecutar programas complejos de preparación y cocción.

Todos estos dispositivos ultramodernos fueron hábilmente integrados en arcones de tiempos de Maricastaña, en fogones Segundo Imperio de hierro esmaltado y en artesas de anticuario.

Detrás de las puertas de roble encerado con herrajes de cobre se disimulaban tajos eléctricos, molinillos electrónicos, freidoras ultrasónicas, parrillas con infrarrojos, trinchadoras, dosificadoras, mezcladoras y mondadoras electromecánicas totalmente transistorizadas; y, sin embargo, al entrar, solo se veían paredes alicatadas a la antigua con azulejos de Delft, paños de manos de algodón rústico, viejas balanzas de Roberval, jarros de lavabos antiguos con florecitas rosas, botes de farmacia, tapetes a cuadros, estantes rústicos, adornados con flecos de tela de Mayenne, que sostenían pequeños moldes de pastelería, medidas de estaño, ollas de cobre y cazuelas de hierro colado, y en el suelo un enlosado espectacular, una alternancia de rectángulos blancos, grises y ocres, decorados a veces con motivos romboidales, que eran copia fiel del suelo de la capilla de un monasterio de Belén”.

El diseño debiera considerar una intención poética, comprometida, por la que se indague desde una observación atenta, sincera e involucrada, en la fruición para con las cosas y la experiencia. En la normalidad de la vida daría claves insospechadas; pero lo más importante es que se circunscribirían en el entendimiento o imaginario de significantes y significados de la vida cotidiana, desde una heurística (la capacidad de las personas para descubrir, inventar o resolver problemas mediante la creatividad o pensamiento lateral), no especulada, sino complexiva, solo entendida desde la sensibilidad.

Citas

Perec Georges La vida instrucciones de uso, ed. Anagrama.

Aznar, Chema. Incidencia y reflexión: pensamientos en torno al diseño de producto Ed. Experimenta Madrid 2019.

Salir de la versión móvil