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George Méliès, el padre de la ciencia ficción. Una vida de película

George Méliès, el padre de la ciencia ficción. Una vida de película

George Méliès, el padre de la ciencia ficción. Una vida de película

El fabricante de sueños

Antes de ser catalogado como “el mago del cine” y padre de la ciencia ficción, Marie Georges Jean Méliès (más conocido como George Méliès) era un talentoso ilusionista. Nacido en 1861, en el seno de una familia acomodada del París postindustrial, desde pequeño demostró gran talento para el arte y se interesó especialmente por el dibujo y el teatro. De joven hizo camino hasta llegar a aprender prestidigitación en Londres a la edad de 24. Pero, obligado a ocupar su lugar en la empresa de calzado de la familia, debió esperar hasta que su padre se retirara del negocio para hacer su propio camino. En 1888, finalmente, adquirió el teatro Robert Houdini y se dedicó a su grandes pasiones: dirigir obras, realizar espectáculos de ilusionismo (creando él mismo los decorados y las maquinarias) y dibujar para el periódico satírico Le Griffe. Dueño de una imaginación desbordante, un carácter inquieto y una increíble habilidad manual, el joven Méliès estaba pronto a descubrir la pasión que inscribiría su nombre en la historia del cine.

George Méliès

El cinematógrafo

El 28 de diciembre de 1895, los hermanos Lumière ensayaron por primera vez frente al público su gran invención: el cinematógrafo. Apenas unas 35 personas asistieron a la proyección en el sótano del Gran Café de París. George Méliès fue uno de ellos. Atraído irrefrenablemente por la fantasía, la magia y el entretenimiento, el ilusionista no podía salir de su asombro al ver las grandes imágenes en movimiento. Por eso, intentó comprar el invento a cualquier precio. Los hermanos se negaron, señalándole que aquel no sería un negocio rentable, sino tan sólo una novedad que pasaría de moda muy pronto. Al parecer, los Lumière no vislumbraban aún el alcance de su creación. Pero Méliès era un verdadero e incansable visionario. Rápidamente encontró el modo de crear una cámara y filmar sus propias películas. Muy poco tiempo después, en 1897, el gran ilusionista parisino construyó en Montreuil el primer estudio de filmación de Europa y el segundo de la historia (tras el Black Maria de Edison). Aquella sería la piedra fundacional de su prolífica producción cinematográfica y el nacimiento de las películas de ciencia ficción.

Estudio de filmación de Méiès

Abracadabra

Bajo el nombre Star Film, Méliès monta su propia productora convirtiéndose en autor, director, escenógrafo y actor de sus películas. Su conocimiento del teatro lo llevó a extrapolar todos los elementos narrativos al nuevo soporte, conjugándolos con técnicas propias de la fotografía. En todas sus películas, la cámara permanecerá inmóvil, adoptando el punto de vista del espectador y los actores entrarán o saldrán de escena por los costados. Así, Méliès llegó a filmar un extenso desfile dentro del estudio, con muchos actores y caballos que entraban a escena por la izquierda, salían por la derecha y circulaban detrás de cámara para volver a iniciar el recorrido. El director descubrió el primer trucaje fotográfico (stop trick) casi por casualidad, al atascarse la cámara mientras filmaba en una plaza, de modo tal que en una escena aparece una mujer y un autobús y en la siguiente, en su lugar, hay un hombre y carroza fúnebre. El director utilizó este recurso para hacer “aparecer” y “desaparecer” actores y objetos en sus películas.

El hombre orquesta

El primer aporte de Méliès al cine fue la continuidad narrativa, lograda a través de la relación argumental entre las escenas. Algo que hasta entonces casi no existía. Pero su ingenio y deseo de deslumbrar al público eran inagotables, los trucos y efectos especiales se sucedían en sus obras uno tras otro. Para ello, Mélies se valía de todo tipo de recursos: maquetas, sobreimpresiones, fundidos o encadenados, transformando cada película en un gran acto de magia. Además del stop trick, él fue el primero en utilizar varias de las técnicas más populares del cine: la exposición múltiple (La Cueva de los Demonios, 1898), la pantalla dividida (Cuatro cabezas son mejores que una, 1898), y la disolución de imágenes (Cinderella, 1899). En El Hombre orquesta (1900) y en El melómano (1903), por ejemplo, hizo uso de sobreimpresiones sucesivas para multiplicarse y arrancarse la cabeza varias veces. Y en El hombre de la cabeza de goma (1901) recurre a un travelling de acercamiento para aumentar el tamaño de su cabeza (como si se le estuviera hinchando). Todas estas ideas, daban cuenta del talento ilimitado del artista, cuya capacidad creativa no se agotaba nunca.

Viaje a la luna

La película que le dió a Méliès fama y reconocimiento internacional fue Viaje a la Luna (1902) y fue también una de las más costosas. Tanto que el ilusionista tuvo serios problemas para conseguir compradores. Pero además de talentoso artista, Méliès también era un hombre con una gran habilidad comercial, por lo que, a menudo, lograba el modo de conseguir lo que deseaba. Aprovechando la realización de la Gran Feria de París, el ilusionista realizó proyecciones gratuitas de su obra y consiguió que los primeros espectadores de su película se convirtiesen también automáticamente en los mejores voceros de su talento. La película fue mundialmente conocida y con ella, el nombre de Méliès. No sería esta la única vez que el artista demostraría sus habilidades comerciales. Adelantándose varios décadas a los publicistas televisivos, Méliès proyectaba anuncios en un bulevar cercano al teatro y supo también obtener financiación para sus películas haciendo muy visibles en ella productos conocidos (técnica conocida como product-placement).

Viaje a la luna, George Méliès, 1902

El fin del magia

La pequeña productora de Méliès se vio pronto con dificultades para hacer frente a los grandes costes que generaban sus películas, las innovaciones técnicas y las nuevas propuestas comenzaron a eclipsar el entretenimiento que ofrecían sus filmes. Para entonces ya existían grandes sociedades europeas y estadounidense a las que difícilmente Star Film podía hacer frente. En 1912 filmó su última película El viaje de la familia Bourrichon y en 1914, al iniciarse la Primera Guerra Mundial, el genio quedó completamente en la ruina. En un ataque de ira, llegó a quemar gran parte de sus escenografías y materiales, y vendió sus películas a una fábrica que las destruía para obtener nitrato de plata. Tiempo después y tras el fallecimiento de su primera esposa, Méliès volvería a contraer matrimonio con una de las actrices de sus películas. Juntos montaron una pequeña tienda de juguetes en la estación de trenes de Montparnasse, París.

Méliès, en la realidad y la ficción

Sobre este oscuro tramo de la vida del genio del ilusionismo y la ficción nos habla la aclamada película de Martin Scorsese: La invención de Hugo. Como el mismo film lo relata, la figura de Méliès no había sido completamente olvidada. En 1926, el director de una revista de cine reconoció al artista en su tienda y recurrió a las asociaciones de cineastas franceses para reivindicar su labor. Méliès fue condecorado con la medalla Legión de honor para intentar subsanar aquel período de terrible negligencia. Apenas un centenar de las más de 500 películas que filmó el director pudieron ser recuperadas. Y el mago del cine se retiró junto a su esposa a una residencia para cineastas. Méliès falleció el 21 de enero de 1938 pero su figura encumbrada sigue siendo objeto de merecidos homenajes. Este año, Google le dedicó su primer Doodle de Realidad Virtual, para celebrar el 105 aniversario del lanzamiento de una de sus obras más reconocidas: “A la conquista de Polo” (1912). 

“Amigos míos, esta noche me dirijo a ustedes como lo que realmente sois: hechiceros, sirenas, viajeros, aventureros, magos… Los invito a soñar conmigo” (George Méliès).

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