experimenta_

Reza Abedini

11-Reza-Abedini.jpg

Para Reza Abedini, 2005 no pudo empezar mejor. Ha ganado un Gold Award en la trienal del póster de Hong Kong, una de las numerosas muestras de pósters que actualmente animan el panorama del diseño gráfico en extremo oriente (desde Tokyo a Pekín, pasando por Taipei), franqueando la entrada a culturas visuales procedentes del otro lado de la frontera (o, mejor dicho, de las fronteras). Llegan éstas no sólo de occidente, sino también de aquel oriente medio que el chatting, hijo de la globalización, no parece tener ningún interés en conocer ni comprender.

 

Al principio… Reza Abedini, 2001.

Con Reza Abedini, no pueden omitirse dos premisas. La primera tiene un carácter estrictamenteprofesional, ya que, si bien es cierto que su producción de pósters es amplia y de enorme calidad, sería una injusticia hacia el autor que se olvidara su trabajo en otros sectores del diseño gráfico, empezando, por ejemplo, por la edición de libros y revistas, y terminando con los magníficos logotipos (y sus imágenes coordinadas), en los que la escritura árabe recupera todo su coeficiente visual. Ese coeficiente que le pertenece por tradición y que trasforma en imagen, decoración o motivo ornamental destinado a representar la palabra de Alá en una religión iconoclasta, que (como otras religiones, por otra parte) no permite la representación de la deidad.

Le voyage de Maryam, cartel de cine, 2002.

La segunda premisa, en cambio, es la obvia consideración de que la campaña antiárabe organizada tras los atentados de las Torres Gemelas amenaza con encerrar en un gueto una cultura a la que no sólo debemos mucho históricamente (conocemos a Aristóteles gracias a los filósofos árabes y el papel nos lo trajeron los musulmanes en el siglo XIII), sino que también nos ofrece un espejo de las mismas antinomias de la sociedad occidental. Abedini es un embajador de la cultura iraní contemporánea, al haber alcanzado un nivel de visibilidad importante; probablemente, no tanto como Marianne Satrapi (que, por otro lado, vive en París), cuyos cómics han sorprendido a Europa en los últimos años, o como Shirin Neshat, artista célebre por sus vídeos y fotografías, y que también vive fuera de su país, en Nueva York. Reza, en cambio, vive, trabaja y enseña en Teherán.

Moharam, cartel para conferencia sobre ceremonias religiosas, 2000.

Por otra parte, ha sido precisamente el diseño gráfico iraní el que se mostró ante el mundo con exposiciones y encuentros como las del Mois du Graphisme de Echirolles en 2000, las del Centre de la Gravure et de l'Image imprimée de la Communauté française de Belgique de La Louvière (Bélgica) en 2004, o la de Tipografia e grafica dell’Iran en Adria (Italia) en el mismo año. Se trata de iniciativas que ofrecen una realidad rica, expresada en Irán por una viva Bienal internacional del póster, y protegida por una asociación profesional (la IGDS, Iranian Graphic Designers Society) que es miembro oficial de Icograda.

Mil alas voladoras, mil títulos, exposición, 2000.

Estas últimas indicaciones, del todo innecesarias, sirven sólo para que no se piense que hemos venido a descubrir talentos exóticos y sorprendentes. Abedini cuenta con una sólida formación artística y de proyecto (diploma en diseño gráfico y licenciatura en pintura), desarrolla una actividad profesional curtida en las exigencias comerciales del oficio, y manifiesta un interés por el póster que –y lo repetiremos hasta la saciedad– se convierte también en una ocasión de experimentación visual. Lo que caracteriza el trabajo de Abedini es el uso de los elementos visuales entendidos como elementos gráficos. Las escrituras, las fotografías, las figuras, los retratos, los dibujos… Cada uno de estos objetos en dos dimensiones tiene, en primer lugar, una función gráfica y después (quizás) referencial.

Siah Mashq, exposición de carteles de Rez Abedini, 2004.

Por lo tanto, es la composición la que lleva el significado: el sintagma prevalece sobre el paradigma, la metonimia sobre la metáfora. Esto explica el carácter fuertemente temporal de las imágenes de Abedini, que retienen nuestra mirada durante largo tiempo. Tenemos la razonable certeza de que esta capacidad de privilegiar el signo gráfico es hija de un hábito de escritura: la escritura árabe, cuya caligrafía es un ejemplo de armonía y de interpretación emotiva (pero también semántica) del signo. “Gráfico”, al fin y al cabo, deriva etimológicamente del griego graphein, es decir, escribir.

Artículo publicado en Experimenta 51.

Salir de la versión móvil