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La columna de Eugenio Vega: De la enseñanza, las profesiones reguladas y sus paradojas

La columna de Eugenio Vega en Experimenta

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“Se considerará una práctica laboral ilegal […] negarse a contratar o despedir a una persona, o discriminarla con respecto a su remuneración, términos, condiciones o privilegios laborales, debido a su raza, color, religión, sexo u origen nacional” (Civil Rights Act) .

I

Vivien Thomas, un joven afroamericano residente en Tenessee, tenía 19 años cuando se hundió la bolsa de Nueva York. Había terminado la enseñanza secundaría y trabajaba de carpintero con el fin de ahorrar dinero y estudiar medicina en Nashville, en una de las pocas universidades para estudiantes de raza negra que había entonces. Pero el crack de Wall Street arrasó el sistema bancario de Estados Unidos, formado por pequeños bancos incapaces de hacer frente a la falta de liquidez ante la inacción de la Reserva Federal. Vivien Thomas vio como sus ahorros desaparecían de la noche a la mañana. 

Para colmo de males, el negocio de la construcción empezó a languidecer y no era fácil encontrar trabajo. Por medio de un amigo, Thomas consiguió un puesto de asistente de laboratorio en la clínica de la Universidad de Vanderbilt con el doctor Alfred Blalock, un especialista en cardiología proveniente de una importante familia del Sur más profundo.

En unos días, Vivien Thomas pasó de mantener limpio y ordenado el laboratorio a anestesiar perros e inducirles enfermedades con el fin de analizarlas para curar a seres humanos. Thomas aprendió rápidamente lo que a cualquiera le hubiera llevado meses. De forma sorprendente, desarrolló destrezas más que sobradas para intervenir a los animales con más pericia y acierto que Blalock, más inclinado a la especulación teórica. En todo caso, juntos desarrollaron técnicas para tratar el shock hemorrágico producido por traumatismos que contribuyeron a reducir los fallecimientos por esa causa.

Vivien Thomas hacia 1973 en la Johns Hopkins University, Baltimore. Fotografía de autor desconocido.

II

En 1941 ambos se mudaron a Baltimore para trabajar en la prestigiosa escuela de medicina Johns Hopkins en la que Blalock se había formado y a la que refresaba como jefe de cirugía. Allí conocieron a la doctora Helen Brooke Taussig, una pediatría, especializada en problemas cardiacos. Entre todos desarrollaron un procedimiento quirúrgico para tratar la tetralogía de Fallot, una enfermedad que afectaba a niños con malformaciones cardiacas que impedían la adecuada oxigenación de la sangre. Thomas practicó con perros un procedimiento mediante el cual dividía la arteria subclavia y la conectaba con la pulmonar para conseguir una mejor oxigenación sanguínea. 

En noviembre 1944, Blalock llevó a cabo una complicada intervención quirúrgica a una niña de tan solo once meses de edad, Eileen Saxon, utilizando la técnica desarrollada por Thomas en el laboratorio. Con ese motivo, Blalock le pidió que estuviera a su lado durante la operación para orientarle sobre los procedimientos que debía practicar. La experiencia de Thomas en esa cirugía era muy superior a la de Blalock que solo había realizado una intervención con animales. Eileen Saxon fallecería un año después, pero la técnica quirúrgica empleada en esa operación se aplicó de forma masiva en los años siguientes con resultados satisfactorios. Sin embargo, aunque Thomas ideó el procedimiento, fue Blalock quien recibió el reconocimiento de la profesión y los medios (Fitts, 2016).

En febrero de 1946, The American Weekly informaba de las intervenciones quirúrgicas realizadas por Alfred Balock para tratar la tetralogía de Fallot. En el artículo se destaca la importancia de Helen Brooke Taussig en esta innovación quirúrgica, pero no se menciona a Vivien Thomas. The American Weekly, 17 de febrero de 1946.

Durante casi tres décadas, Vivien Thomas instruyó en las técnicas de la cirugía a los jóvenes doctores que llegaban a la escuela de medicina Johns Hopkins. Rowena Spencer, una de las primeras cirujanas pediátricas que se formó con él, recordaba que gran parte de la pericia de Vivien se debía “tanto a su destreza innata como al hecho de verse obligado a trabajar solo desde los inicios de su carrera” (Spencer, 1987, 578 ). Además, gracias a su formación como artesano, Thomas era un excelente diseñador de equipamiento médico. Había construido pinzas especiales para manipular las arterías de los niños, una práctica que se extendió al diseño de respiradores y otros dispositivos.

Pinzas para la intervención arterial diseñadas por Vivien Thomas. Sheridan Libraries & Museums

III

Pero Thomas tenía dos problemas: carecía de una titulación superior y, además, era negro. Hacia 1947, intentó estudiar medicina en la Morgan State University. Sin embargo, aunque tenía sobrada experiencia quirúrgica e investigadora, le negaron la posibilidad de convalidar sus conocimientos por alguna materia del plan de estudios. Si quería una titulación oficial, debía comenzar desde el primer año, cursando asignaturas generales que le permitieran ingresar en la escuela de medicina y desarrollar una especialidad. Según sus cálculos, cuando terminase la carrera tendría cincuenta años. No le quedó más remedio que renunciar a sus ambiciones y continuar en el laboratorio de la Johns Hopkins donde se convirtió en responsable de la formación quirúrgica de los médicos residentes, una tarea que le apasionaba. Para Spencer, la carencia de formación académica hizo posible que Thomas se convirtiera en un referente de la cirugía de su época:

“Se ha dicho muchas veces que si Vivien hubiera recibido formación médica adecuada, podría haber llegado mucho más lejos. Pero lo cierto es que, para un médico negro en aquella época no habría habido otra opción que dedicar su tiempo y su energía a ganarse la vida entre una población económicamente desfavorecida” (Spencer, 1987, 579). 

IV

Tras la exitosa operación para tratar la tetralogía de Fallot, Blalock y Taussig fueron nominados al Premio Nobel mientras el nombre de Thomas quedó por completo en el olvido. Lo cierto es que, durante los muchos años de colaboración con Blalock, este publicó más de doscientos artículos, y solo en unos pocos llegó a mencionarle (Timmermans, 2023, 220).

El reconocimiento social a las innovaciones quirúrgicas atribuidas a Blalock nunca incluyó a Thomas que, a pesar de su pragmatismo, no pudo dejar se sentir una cierta amargura que, presente en su autobiografía, publicada en 1985, poco después de su fallecimiento. La segregación racial era tan absurda que durante las fiestas que celebraban los médicos, Vivien Thomas participaba en ellas como camarero para ganarse un dinero extra. Aunque en el laboratorio Blalock y Thomas tuvieran una total confianza, fuera de él se imponía la segregación racial que inundaba la vida cotidiana.

Solo a partir de mediados de los años sesenta, con la aprobación de las leyes de derechos civiles durante la presidencia de Lyndon Johnson, comenzó a suavizarse la segregación y su posición se hizo algo más firme. En 1976 la Johns Hopkins otorgó a Thomas un doctorado honorífico en leyes “por su extraordinaria contribución a la cirugía”, ante la imposibilidad de concederle una titulación en medicina.

Vivien Thomas (a la izquierda), durante la ceremonia en la que recibió el doctorado honorífico por la Johns Hopkins en 1976. A la derecha de la imagen, la doctora Helen Brooke Taussig. Fotografía de autor desconocido.

V

Thomas, sin el que Alfred Blalock no hubiera llegado a donde llegó, fue invisible para los medios de comunicación hasta que en 1989, Katie McCabe escribió un largo artículo sobre su peculiar trayectoria. 

Pero, a pesar del tiempo transcurrido desde que se aprobara en 1964 la Ley de Derechos Civiles, que acabó formalmente con la segregación, la presencia de afroamericanos en las escuelas de medicina no se corresponde con su realidad demográfica. Según las estadísticas, en 2016, la población estadounidense de raza negra representaba el 13,2 % del total, pero solo el 7,5 % de quienes estudiabana medicina pertenecían a esa minoría. Además, de los 140.000 docentes registrados en esos centros educativos solo el 3 % eran negros (Fitts, 2016).

En todo caso, el ejemplo de Vivien Thomas debe servir para reflexionar, no solo sobre la injusta segregación racial que padeció, sino sobre las carencias de un sistema educativo incapaz de asumir la formación que proporciona la práctica de una profesión. Como señalaba Rowina Spencer, si Thomas hubiera cursado las enseñanzas que recibían los médicos en las escuelas de medicina, se habría visto sometido a la asfixia creativa que acompaña a una prolongada carrera y los rígidos sistemas de la enseñanza reglada. Por el contrario, al verse solo en el laboratorio, se vio obligado a desarrollar su talento e inventiva para resolver los problemas (Spencer, 1987, 579). De esa forma, pudo alcanzar una capacidad para la innovación fundamentada en un conocimiento pragmático de la realidad.

Referencias

Organ, Claude Jr. y Margaret M. Kosiba, ed. (1987) A Century of Black surgeons. The USA experience. Norman, Oklahoma, Transcript Press.

McCabe, Katie (1989) “Like something the Lord made”, en Washingtonian, agosto de 1989.

Thomas, Vivien T. (1985) Pioneering Research in Surgical Shock and Cardiovascular Surgery: Vivien T. Thomas and His Work With Alfred Blalock. University of Pennsylvania Press.

Fitts, Alexis Sobel (2016) “Medicine’s Ongoing Race Problem”, en Undark, 22 de marzo de 2016.

Kalin, Andrea y Bill Duke (2003) American Experience. Partners of Heart. Documental PBS.

Sargent, Joseph (2004) Something the Lord Made. HBO Movies.

Timmermans, Stefan (2023) “A Black Technician and Blue Babies”, en Social Studies of Science, Vol. 33, nº 2, https://doi.org/10.1177/03063127030332014

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