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Cliente + Encargo = Proyecto = Proceso de Diseño Industrial propiamente dicho

Escuchaba hace unos días a Oyer Corazón hablar en su programa de radio de lo importante que es el cliente y se derivaba de la columna, o así lo entendí, lo que éste influye en el éxito del diseño en general. Y ¡Qué razón tiene!

Siempre he pensado, bueno en realidad es una profunda convicción y una condición “sine qua non” de mi propio trabajo, que sin un cliente y sin un encargo detrás el diseño industrial NO existe como tal. No soy el único que piensa en este sentido. La verdad es que somos muchos los diseñadores que compartimos este pensamiento por lo que deberíamos empezar a ser más rigurosos (que ya va tocando) y todo lo “mal-nombrado” bajo el epígrafe de “diseño industrial” que se genera al margen de esta simple ecuación deberíamos empezar a re-nombrarlo, o por lo menos empezar a re-ubicarlo donde corresponda, más que nada para no provocar errores y para poder realizar aproximaciones teóricas con mucha más precisión sobre nuestra propia disciplina. Tenemos cierta tendencia a vaticinar el futuro a partir de un presente realmente no existente. Pronósticos generados a partir de presuntos proyectos que en realidad no dejan de ser futuribles, fuegos de artificio o simples ejercicios artísticos. Y es que trabajar al margen de esta simple regla nos permite caer en la más absoluta subjetividad y eso en diseño no suele ser nada bueno, bajo mi punto de vista, claro.

Pero retomando el tema del post, podemos entender bajo este enfoque que el cliente es en realidad una pieza clave en el proceso de diseño industrial. Él es el conocedor de su propio mercado y el que mejor reconoce las necesidades de sus clientes (usuarios) aunque no sepa como materializarlas o llevarlas a cabo, de ahí lógicamente que recurra siempre a profesionales del diseño. No está de más decir que el hecho de que una empresa recurra al diseño industrial no significa que no sepa lo que quiere, nada más lejos (y suele ser al revés), va bien dejarlo puntualizado porque muchas veces confundimos la necesidad con el desconocimiento.

La opinión del cliente y su participación en el proceso de diseño es y será vital para el éxito del proyecto. Abrámosle las puertas del proceso de forma natural, sin complejos, ganaremos en todos los sentidos. Unas veces sus recomendaciones serán acertadas y eso nos permitirá asumir con garantías ciertas decisiones o no derivar esfuerzos innecesarios en asuntos infértiles. En otras ocasiones, en cambio, el cliente no tendrá tanta razón, o mermará en exceso las capacidades de la propuesta de diseño, pero aun así todas estas opiniones y/o juicios de valor siempre nos permitirán ofrecer nuevos, alternativos y diferenciados puntos de vista que nacerán precisamente desde esa confrontación (positiva) de ideas.

Así que ya sean acertadas o no, todas las indicaciones y opiniones de nuestros clientes son fundamentales para el mejor desarrollo de los proyectos. Imagino que todos tendremos una opinión muy diversa sobre los clientes en general y no hablaré de las veces que los sufrimos también porque eso, como otras tantas cosas, es el “pan nuestro de cada día”, pero pese a todo creo que debemos siempre estar del lado de los clientes porque, citando literalmente a Oyer: "Sin cliente no hay tu tía, no hay proyecto".

Como diseñadores no lo sabemos todo y la comunicación y el contraste constante de ideas entre el diseñador y su cliente no cabe duda de que enriquece siempre el proceso de diseño. Por lo menos esa ha sido siempre mi experiencia. Es cierto que haciendo partícipe a los clientes en los proyectos de forma muy dinámica corremos el riesgo de tener que realizar un sobre-esfuerzo porque pedirán, segura y constantemente, cambios y reinterpretaciones pero sin duda es un camino totalmente enriquecedor que, si se me permite, aconsejo seguir.

Todos coincidiremos como profesionales en que el mejor cliente es el que sabe escrupulosamente lo que quiere, y pienso que normalmente la mayoría lo sabe aunque muchas veces debemos posibilitar que se expliquen. Aprendamos a extraer del cliente lo que en realidad sabe que necesita porque si no adquirimos esa capacidad navegaremos entre la bruma de la indecisión y la arbitrariedad durante el proceso de diseño industrial y esto no hará más que llevarnos a las rocas.

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