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Tengo una pregunta para usted Sr. Diseñador

Leía hace unos días un interesante artículo en ForoAlfa al respecto de la falta de rigor del mundo docente que venía a decir algo tan duro como que los profesores justificaban la validez de las soluciones de diseño de sus alumnos a partir del subjetivo dictamen de “me gusta o no me gusta”.
Desde aquí también quiero ser un poco crítico con el mundo docente del diseño industrial. Y lo seré a través de mi experiencia en la revisión de trabajos de algunos estudiantes, futuros diseñadores.

Vaya por delante el hecho de que yo tengo seguramente muchas carencias como diseñador y que las tuve también como estudiante y que no conozco al detalle los planes de estudio de todos los centros donde se imparte diseño en nuestro país, es cierto, pero mi realidad se configura con mi experiencia directa con algunos jóvenes estudiantes y diseñadores recién titulados por lo que algo de validez tendrá.

Esta experiencia me muestra una gran falta de realidad industrial en muchos diseñadores que los motiva, bajo mi punto de vista, a plantear soluciones que nada tienen que ver en realidad con el Diseño Industrial.

Pero me explico:

Tengo la inmensa suerte, por mi condición de Director de Dpto. de Diseño en una empresa de mobiliario, de poder atender, de tanto en tanto, a jóvenes diseñadores que se acercan a “vender” sus ideas a la empresa para la que trabajo.
Cuando reviso y analizo su trabajo veo muy buenas intenciones, muchas ilusiones y excelentes recreaciones de productos pero, cuando empiezo a preguntarles sobre sus materiales, las tecnologías de transformación, los ensamblajes y/o uniones entre sus piezas, ciertos detalles constructivos, costes…  Los proyectos, por norma general, empiezan a variar hacía algo más extraño y mucho menos agradable de ver.

Y es que, por ejemplo, cuando aquella carcasa presuntamente de plástico, se aboceta “dibujando en plástico” y mantenemos un espesor regular optimizado, colocamos algunos nervios de refuerzo en zonas críticas y facilitamos el desmoldeo de algunas partes que eran negativos y no hay posibilidad de correderas, el elemento empieza a dejar de ser aquel volumen esponjoso y limpio que aparecía en la primera recreación virtual.
Cuando entramos al detalle del redimensionado de la estructura planteando tecnologías reales, adaptando radios mínimos, determinando espesores, materiales, etc. suceden cosas muy similares y empezamos a ver como aquel chasis empieza a coger un protagonismo dantesco que no corresponde tampoco a esa visualización ideal inicial.

En definitiva, en la mayoría de los casos, cuando se ajusta aquella idea presentada a una realidad industrial y se dibuja con un poco de criterio y conocimiento, adaptando ya las líneas y las formas a los futuros materiales y medios de fabricación que han de permitir fabricar lo ideado, dentro lógicamente de un umbral económico aceptable, aquel proyecto resulta ser otro  totalmente diferente alejado del concepto inicial.
Habría que advertir, aunque creo que se sabe sobradamente, que un concepto de por sí solo no es nada si no se puede llevar a la práctica. Y además, esa realidad final debe siempre reflejar el concepto que la hizo nacer por lo que la idea debe de variar lo más mínimo en su proceso de desarrollo.

Con esta observación deseo mostrar que un gran número de estudiantes poseen unas enormes carencias de realidad industrial que les vienen "de serie".

El problema de fondo reside en que muchos diseñadores, recién titulados, no son conscientes de estas carencias porque han sido habituales en su entorno académico y las han obviado en sus procesos metodológicos y en su manera de entender y configurar el diseño industrial. La gran mayoría de ellos, ante las preguntas sobre las soluciones de sus proyectos se defienden diciendo:

– “Bueno, esas soluciones ya las aplicaréis vosotros, ¿no?”…

Pues NO, un NO rotundo. Los Dptos. de diseño internos de las empresas no están para dar solución a las propuestas nefastas e inviables de algunos profesionales. Esas soluciones las debe plantear siempre el diseñador industrial, que debe tener controlado en todo momento la totalidad de aspectos que se dan en su propio proyecto, desde materiales, posibilidades formales, tecnologías hasta los costes y la logística. Además para eso se nos paga a los diseñadores industriales. Hay que decirlo porque a veces lo olvidamos. No se nos paga por una idea sino por la solución de ésta.

No hablaré de cómo muchos diseñadores no tienen controlado algo tan importante en el mundo real como es el coste de las inversiones a realizar para la fabricación de los proyectos o el coste aproximado del propio objeto, aunque hasta cierto punto es lógico si consideramos la carencia de realidad industrial con la que salen de los centros de estudio.

Y yo me pregunto perplejo: ¿Cómo, sin estos parámetros tan básicos y cruciales, se puede diseñar?, ¿Cómo se puede enseñar a un alumno a diseñar sin estas premisas? La verdad es que me resulta sinceramente inverosímil.

Imagino que algunos diseñadores noveles creen que todo esto se adquiere mediante el desarrollo de su profesión, pero no es así. La experiencia de un profesional pienso que sirve para otorgar madurez a su trabajo, para dar profundidad a su propio pensamiento teórico e incluso para darle más agilidad a la hora de trabajar mejor y con más eficacia pero no para que adquiera conocimientos básicos que debería de haber adquirido en su época de estudiante. Es como decirle a un estudiante de matemáticas que no se le va a enseñar a hacer ciertas ecuaciones básicas porque ya las aprenderá cuando sea matemático. Absurdo, ¿verdad? pues es tan absurdo como pensar que un diseñador INDUSTRIAL adquirirá los conocimientos de la INDUSTRIA en su bagaje profesional.

No es de extrañar que muchas de las tendencias propuestas por jóvenes, que hoy inundan las revistas especializadas y/o medios afines al diseño, sean en realidad propuestas que incorporan estas carencias y quizás por esta razón muchos de esos productos, tan vistosos por cierto, no saltan nunca de los escaparates al mundo real o a nuestros hogares (por lo menos en los sectores que más conozco). Y es que las empresas no los acaban procesando porque son en realidad objetos alejados de la industria y mantienen un perfil pseudoartesanal que nada tiene que ver, en un sentido estricto, con el diseño industrial y su fabricación supondría una enorme problemática.

Sufrimos por lo tanto, por un mundo docente poco crítico y riguroso, propuestas de diseño muy poco ajustadas a una realidad industrial y de mercado. Y este oscuro panorama, en un contexto como el actual, en que las industrias necesitan soluciones innovadoras que mejoren y optimicen los procesos y que permitan mayor competitividad de los mercados, supone no poder aportar soluciones adecuadas para salir del bache.

Permítanme un juego, con total respeto. Si al Presidente del gobierno le hacen, para entender el grado de realidad en el que vive, la pregunta televisiva de: “¿Cuánto vale un café?, yo les traslado a ustedes Sr. Diseñadores las preguntas de:

¿A cuánto va el kilo de aluminio? y ¿El kilo de PP o de PC?, ¿A cuánto va la mano de obra media en la industria o cuánto vale el molde de un vaso sencillo? y ¿El tubo de 20x20x1,5 de acero inoxidable?

Si es usted un diseñador y no ha podido responder estas sencillas preguntas, que manejamos a diario en la industria, le ruego que reflexione sobre si sus soluciones de diseño están realmente optimizadas para hacer que la industria mejore y para hacer el mercado más competitivo… Y si usted es un profesor de diseño y no le da estos conocimientos a sus alumnos, piense en si están aprendiendo lo suficiente para el mundo real al que se incorporarán mañana.

No se puede diseñar con responsabilidad sin unos mínimos requerimientos, así que es hora de cambiar las cosas y apostar por algo más de rigor del mundo docente con el que debemos mantener la máxima exigencia.

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