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Me duele atarte (o La cerradura incómoda)

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Después de alcanzar los 15 millones de alquileres de bicicletas en diciembre de 2010, y de que la red de carriles bici de Sevilla, con una longitud de 120km, haya recibido una mención de la ONU considerándola una buena práctica en materia de sostenibilidad, Sevici se ha consolidado, tras tres años de funcionamiento, como un importante y excelente sistema de alquiler de bicicletas para uso urbano, utilizado por 48.000 abonados de larga duración además de los usuarios de corta duración.

Con una media diaria que ronda los 15.000 alquileres, Sevici, que comenzó a funcionar en julio de 2007, dispone de 250 estaciones repartidas por toda la ciudad de Sevilla y 2.500 bicicletas disponibles durante las 24 horas del día. Cada una de estas bicicletas es alquilada, como media, 7 veces al día, pudiéndose llegar a los 11 usos en primavera o verano, cuando las condiciones meteorológicas son más favorables.

Las bicicletas de Sevici (imagen 1), de constitución robusta, están dotadas de un sistema de antirrobo para ser utilizado cuando es necesario estacionarlas fuera de los anclajes normalizados ubicados en sus estaciones. Este sistema antirrobo está compuesto de un cable de acero sujeto a la propia bicicleta por un extremo y libre por el otro, terminando en un pivote de anclaje (imágenes 2 y 3). Se utiliza de forma similar a la convencional, es decir, arrimando el vehículo al lugar donde se desea “encadenar”, pasando el cable alrededor del mismo, cerrando el circuito con el anclaje del pivote en un alojamiento del que dispone la bicicleta para tal efecto. Una vez enganchado el pivote, se libera una llave que servirá para volver a soltar la bicicleta en cuestión (imagen 4).

Este sistema es cómodo y rápido de utilizar pero el diseño del alojamiento del cerrojo es mejorable porque no está concebido ergonómicamente para la fase de introducción de la llave y posterior liberación del cable.

El alojamiento de la cerradura está protegido por una pared metálica circundante con una profundidad de 49 mm y unas dimensiones de 73×68,5mm en planta. Como puede apreciarse en la imágenes 5 y 6, la mano del usuario, aún colocada de forma forzada e impropia de la tarea a realizar, choca con la pared circundante, provocando la consecuente incomodidad y falta de operatividad (imágenes 5 y 6).

Mi primera propuesta de mejora pasa por la ampliación del alojamiento de la cerradura, manteniendo la profundidad del mismo (como protección ante acciones vandálicas), hasta unas dimensiones mínimas de 90mm de radio, solución que se justifica, de forma sencilla, en la imagen 7, donde se muestra la postura que adopta la mano al accionar la llave. Esta mejora es factible ya que se dispone de espacio suficiente alrededor de la cerradura y además, es productivamente viable. Si bien, habría que considerar el restringir el giro de la llave para que el nuevo alojamiento de la misma no interfiriese con el guardabarros delantero, durante los giros de la rueda.

Otra posible solución, más sencilla aún, sería la utilización de una llave con empuñadura abatible, como las utilizadas en la industria del mueble. De esta forma la pared antivandalismo necesaria sería de menor altura y, consecuentemente, el acceso a la cerradura requeriría menor espacio circundante.

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