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Absalón

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Meir Eshel (1964-1993) fue el verdadero nombre del artista israelí conocido como Absalón. En estos días se puede ver una gran retrospectiva suya en el KW Institute for Contemporary Art de Berlín (hasta el 20 de febrero de 2011) donde se han reunido sus más importantes obras realizadas a finales de los ochenta y principios de los noventa, antes de su prematura muerte a los 28 años. La exposición te permite descubrir algunas de sus intuiciones, experiencias e ideas. Una oportunidad que despierta muchas preguntas sobre las relaciones entre el espacio interior y el exterior de lo habitable, sobre los objetos y la disposición que ocupan dentro de él.

En la sala de exposiciones de la KW se han habilitado las cuatro plantas para poder mostrar, por primera vez, sus mejores obras juntas. Una oportunidad que esperemos pueda repetirse en otros lugares pronto. Su coherencia, el sobrio uso que hace de los medios con los que trabaja y su complejidad, hacen que Absalón sea un gran descubrimiento para quienes no lo conozcan todavía. Además, su semejanza con los problemas que un arquitecto y un diseñador encuentran diariamente, hace que sus reflexiones sean particularmente interesantes.

La planta baja reúne sus seis famosas Células, pensadas para ser instaladas en cada una de las seis ciudades elegidas por el artista, entre las que estaban París, Tel Aviv, Frankfurt y Zurich, y que sólo dos de ellas, París y Zurich, se llevaron a cabo. Construcciones siempre blancas en las que una persona disponía de todo lo estrictamnente necesario para poder vivir en su interior. Un habitar en el que la soledad y la ajustada dimensión obligan a un enfrentamiento con las ideas que tenemos hoy de cómo se vive dentro de nuestra sociedad.

En siguientes plantas vemos más trabajos suyos, otras células que, siempre en relación al tamaño del hombre, descienden desde las cápsulas habitables hasta el mobiliario sin que en ellas se den las relaciones habituales de uso y funcionalidad a las que estamos acostumbrados.

Absalón, fue el tercer hijo de David, el que osó enfrentarse a su padre para usurparle el trono de Israel. Absalón, el de la gran melena, el que no tenía ninguna imperfección, el que murió al quedarse enredado por su poblada cabellera en una encina hasta ser alcanzado por su perseguidor quien, contraviniendo las órdenes del rey, le dio muerte. En la elección de ese nombre bíblico debió estar presente su obstinación por enfrentarse a todo lo preestablecido, de revelarse contra la norma instaurada por costumbre y no por razón, como la que establece quién debe heredar un trono. Una lucha que este artista extiende de manera muy sutil a la ceguera con la que vivimos nuestras vidas dentro de la familiaridad de lo cotidiano. Sin apenas medios nos hace ver la fragilidad, la arbitrariedad y la incapacidad que tenemos para experimentar por nosotros mismos lo que nos rodea.

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