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En contra de las medias verdades

Querido lector: «Toda vez que el hombre se ha encontrado con el otro, siempre ha tenido frente a sí tres posibilidades de elección: hacerle la guerra, aislarse tras un muro o establecer un diálogo […] La experiencia de tantos años en países lejanos me enseña que la benevolencia hacia ellos es la única actitud capaz de hacer vibrar la cuerda de la humanidad». Estas palabras de Riszard Kapuscinski, el gran reportero de la alteridad –que desde inicios de este año 2007 ya no está entre nosotros–, nos convocan a una reflexión tan importante para el periodismo como para el diseño y el mundo del proyecto, y nos invitan a continuar un viaje en el cual es cada día más urgente acercarse y aprender a escuchar a los otros. Sin embargo, hoy en día, la mirada de periodistas y diseñadores es superficial y cínica; es un mirada que se desliza sobre la realidad desde la distancia y la indiferencia, semejante a la de un turista que registra las imágenes y al mismo tiempo deja escapar otra parte de la realidad. Así, no reconocer la existencia de lo que existe y adaptarse cómodamente a las «medias verdades» y a los valores dominantes del dinero, el éxito y el business, parece ser el signo de la inmoralidad de nuestra época y también, de nuestra profesión. Aquí y en todas partes, cualquiera actúa, pero casi nadie parece sentirse responsable y dispuesto a asumir las consecuencias de los actos que propicia. Preferimos mirar hacia otro lado, renunciar al diálogo y al compromiso adoptando una actitud fría y evitando que el eco de los acontecimientos alcance nuestros corazones cada día más frágiles y solitarios. Encerrados en grandes bloques de viviendas y como representantes emancipados de la nueva familia nuclear, si las cosas siguen como hoy nunca conoceremos al otro anónimo vecino del piso contiguo. Así, tras haber roto muchos lazos de solidaridad, y después de olvidar el sentido de comunidad que caracterizaba la convivencia en el pasado, también las ciudades, cada día más mermadas de vitalidad, se han transformado en escenarios de la soledad, en lugares donde la mayoría de los deseos y las ocasiones de encuentro con el otro son mediatizadas por el consumo, los intereses y el mercado.
Si finalmente decidimos escuchar algunas de las palabras que reporteros como Kapuscinski nos han traído de los lugares más condenados del planeta, quizás podamos aprender nuevas maneras de relacionarnos con el mundo y con los demás, a través de cuestionar muchos de los mitos del progreso y del desarrollo –considerados como inevitables incluso por parte de muchos profesionales del diseño y la creatividad–, que están vaciando nuestras vidas y destruyendo nuestras almas. 

Publicado en Experimenta 59.

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