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La columna de Eugenio Vega: El triunfo de la voluntad

La columna de Joan Costa en Experimenta

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“Estaba prohibido desplazarse de otro modo que no fuera calzado con Adidas, consumir alimentos que no fuesen los de McDonalds, quitarse la sed con algo que no fuera Coca-Cola. Los propios términos Juegos Olímpicos no podían utilizarse sin el acuerdo previo del COI o sin haber satisfecho el canon requerido” (Marc Perelman, 2012).

I

Cuando el Comité Olímpico Internacional otorgó a México la candidatura olímpica para los Juegos Olímpicos de 1968 respaldó la posición del país en el escenario internacional. La concesión de tan gran acontecimiento certificaba la estabilidad del régimen mexicano y su integración en el escenario de crecimiento económico de aquella década gloriosa. 

1968 fue, sin embargo, un año de tensiones políticas en el mundo, pero con desiguales consecuencias. Los sucesos de mayo y junio en Francia, que parecían poner fin la V República, quedaron olvidados antes de que terminase el Tour de aquel año. En Praga, la Unión Soviética aplastó (como era costumbre) los intentos de Alexander Dubček por dar forma a un “socialismo con rostro humano”. Incluso en Alemania, las protestas de los estudiantes llegaron a un sitio tan dejado de la mano de Dios como la Hochschule für Gestaltung de Ulm. “En esos días de desconcierto la gente se llevaba como recuerdo las letras del rótulo mientras renombraban la escuela como Karl Marx Schule (Spitz, 2002, 389). 

En México, desde principios del verano, las protestas estudiantiles eran constantes. Aunque fueron acusados de agentes del comunismo, lo que defendían no era más que la democratización del régimen político. Conforme se acercaba la inauguración de los Juegos que tendría lugar el 12 de octubre, el presidente de la República, Gustavo Díaz Orgaz, comenzó a ponerse nervioso, como es natural.

II

Lance Wyman recibió el encargo del Comité Olímpico mexicano para diseñar la identidad visual de los Juegos, tarea en la que comenzó a trabajar a finales de 1966. El briefing del COI era tan breve como genérico. Se limitaba a pedir una identidad que incorporase los cincos aros olímpicos y que utilizase simultáneamente el español, el francés y el inglés en los textos. No dispuso de mucho tiempo para llevar a cabo su tarea, como explicaba en una entrevista con Emmet Byrne en 2014:

“Recuerdo a Otl Aicher, el diseñador de los Juegos de Munich, que visitó nuestro estudio y nos decía que ellos iban mas adelantados que nosotros. Solo teníamos dieciocho meses para alcanzar nuestro objetivo, mientras que Aicher tenía esos dieciocho meses y cuatro años más” (Wyman, 2014).

El trabajo de Wyman fue concebido como la síntesis de las raíces históricas del país que culminaban en una idea moderna del mestizaje, ornamentado con la (afortunada) influencia del Op Art (Byrne, 2014). Durante los meses previos al inicio de los Juegos, Wyman vivía agobiado por el poco tiempo del que disponía para terminar su proyecto, pero también por las continuas manifestaciones del movimiento estudiantil que hacían temer por la celebración de los Juegos.

Un grupo de manifestantes en un autobús del Instituto Politécnico Nacional adornado con carteles e imágenes de protesta diseñados por los propios estudiantes durante la marcha del 27 de agosto de 1968. Fotografía de autor desconocido. Museo Archivo de la Fotografía de la Ciudad de México.

Los estudiantes utilizaron toda suerte de formas de comunicación para difundir sus posiciones. La identidad olímpica sirvió para crear una gráfica alternativa que recordaba mucho a lo que habían hecho los miembros del Atelier Populaire en Paris antes del verano. Para los manifestantes, todo lo que rodeaba los Juegos (incluida su imagen gráfica) no era más que una tapadera para ocultar las carencias del sistema político. Para ello subvirtieron la identidad de muchas maneras. Usaron el logo del 68 libremente y lo unieron a imágenes revolucionarias, como la imagen de un policía con aspecto de gorila. Utilizaron las siluetas empleadas por Wyman para los sellos de correos, cambiando las imágenes de los atletas por otras de manifestantes golpeados por la policía (Byrne, 2014). Lo más llamativo fue el uso que hicieron de la paloma que representaba el programa cultural de la Paz Mundial. Los comerciantes recibieron adhesivos con ese símbolo para que los colocaran en los escaparates de las tiendas, pero los estudiantes rociaban pintura roja encima y dejaban que goteara por el cristal (Wyman, 2014).

Cartel de protesta realizada por los estudiantes a partir del logo de los Juegos Olímpicos diseñado por Lance Wayman. 1968. Imagen de autor desconocido.

III

El 2 de octubre de 1968, diez días antes que se inaugurasen los juegos, se convocó una manifestación en la Plaza de las Tres Culturas en Nonoalco Tlatelolco (la utopía del México sin vecindades), una explanada amplia cerca de las escuelas politécnicas (González Alba, 1971). El mitin comenzó a media tarde, con una asistencia de cerca de diez mil personas, en su gran mayoría estudiantes. En el tercer piso de uno de los edificios se encontraban los oradores, junto a periodistas y fotógrafos que habían llegado a México para cubrir los Juegos Olímpicos(Aguayo, 1998). En un intento por sofocar las protestas, la policía y los soldados mexicanos rodearon la plaza y, en respuesta a una falsa provocación organizada por la propia Brigada Olímpica del Gobierno, abrieron fuego contra la multitud, matando un número indeterminado de personas. Wyman vivió aquellos días con mucha inquietud:

“Había una gran tensión. Yo no era mucho mayor que los estudiantes y me sentía profundamente identificado con ellos. La masacre de Tlatelolco fue una tragedia, recuerdo muy bien esa semana antes de que comenzaran los Juegos. Por un lado estaba mi deseo de que los Juegos no fueran cancelados y por otro mi inclinación a apoyar a los estudiantes. Trabajaba para el Comité Olímpico que, en su mayoría, quitaba importancia al significado de la represión” (Wyman, 2014).

Las fuentes oficiales afirmaron que las víctimas no superaron las cuarenta personas, “no fue gran cosa” llegó a afirmar Luis Echeverría, secretario de Gobernación y más tarde presidente de la República  (Krauze, 2018). Las organizaciones de estudiantes, sin embargo, hablaban de ciento cincuenta civiles y cuarenta militares fallecidos. El periódico The Guardian dijo que hubo más de trescientos. (Poniatowska, 1971. 170). Aunque el Gobierno intentó ocultar lo que estaba sucediendo, era inevitable que se terminara sabiendo, dentro y fuera del país, que aquello había sido una matanza. 

“Mi esposa Neila veía los tanques en las calles. No sabíamos si se suspenderían los Juegos, había soldados en las calles […] Recuerdo la alegría del Comité Olímpico cuando supimos que los Juegos se celebrarían, pero también la profunda tristeza por los estudiantes” (Wyman, 2014). 

Sello de correos emitido en 1968 con imágenes diseñadas por Lance Wyman para el programa de los Juegos Olímpicos. Talleres de Impresión de Estampillas y Valores. Secretaría de Hacienda y Crédito Público

IV

Años más tarde, en 1986, Lance Wyman fue invitado a dar una conferencia en la Universidad Nacional Autónoma de México. Tras su disertación, el director de la escuela (que había tomado parte en las manifestaciones de 1968) le hizo entrega de un libro con las imágenes diseñadas por los estudiantes y le agradeció haber creado un lenguaje gráfico para los Juegos Olímpicos que pudo transformarse en un medio para la protesta. El diseñador dijo que, cuando recordaba aquel momento, se sentía emocionado y, en cierto modo, aliviado (Wyman, 2014).

Lance Wyman fue un diseñador afortunado, al menos en lo que se refiere a este asunto. Su programa de identidad es reconocido como una solución brillante desde el punto de vista gráfico, el gobierno mexicano quedó más que conforme con los resultados. Pero, además, su diseño sirvió para visualizar una protesta en contra del sistema para el que él mismo trabajaba; incluso, recibió el reconocimiento de aquellos que en 1968 estaban al otro lado de las barricadas. 

Quienes impulsaron la revolución mexicana (y quienes se habían subido al carro tiempo después) decidieron llamar a su movimiento Partido Revolucionario e Institucional. El PRI se convirtió en una organización tan inclinada al pragmatismo que haciendo una política conservadora llegó a ser miembro de la Internacional Socialista. Pero el diseño demostró que era también capaz de poner una vela a Dios y otra al diablo.

Referencias

Aguayo, Sergio (1998) 1968, Los archivos de la violencia. Ciudad de México, Grijalbo.

Byrne, Emmet (2014). Radiant discord: Lance Wyman on the ’68 Olympic Design and the Tlatelolco Massacre. Minneapolis, Walker Art Center. 

Heller, Steven (2019) “Stamps On Approval”, en Print, 18 de diciembre de 2019.

Krauze, Enrique (2018) “Fui leal a las instituciones”, entrevista con Luis Echeverría (1999), en Letras Libres. Madrid, Ciudad de México

González de Alba, Luis (1971) Los días y los años. México DF. Ediciones Era.

Grupo Mira (1982) La gráfica del 68. Homenaje al movimiento estudiantil. México DF, Ediciones Zurda. Universidad Nacional Autónoma de México.

Perelman, Marc. (2012) Le sport barbare: Critique d’un fléau mundial. París, Éditions Michalon.

Poniatowska, Elena, (1971) La noche de Tlatelolco. México DF , Editorial Era.

Spitz, René (2002) Hfg Ulm: The View Behind the Foreground: the Political History of the Ulm School of Design, 1953-1968. Berlín, Edition Axel Menges.

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