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La columna de Eugenio Vega: Los mejores productos a precios sin competencia, encuentra tu Bauhaus más cercana

La columna de Eugenio Vega en Experimenta

La columna de Eugenio Vega en Experimenta

“I must say, for a charming, intelligent girl… You’ve certainly surrounded yourself with a remarkable collection of dopes”. Mark McPershon a Laura Hunt, en Laura (1944), de Otto Preminger.

I

Tras un largo tira y afloja entre los distintos grupos de la eurocámara, Ursula von der Leyden, antigua ministra de defensa alemana, fue elegida para presidir la Comisión Europea. Hace unas semanas, en una declaración institucional anunció, entre muchas otras cosas, la creación de una suerte de “European Bauhaus” como parte de un plan de recuperación de 750 000 millones de euros para frenar las consecuencias de la pandemia. Esta propuesta formaría parte del programa NextGenerationEU, una de las iniciativas para refundar la Unión Europea, tan maltrecha por motivos de sobra conocidos.

La señora Von der Leyen habló de una nueva Bauhaus que impulsara un movimiento cultural y sostenible en Europa, “un espacio de co-creación donde arquitectos, artistas, estudiantes, ingenieros y diseñadores” trabajen en un proyecto de renovación que haga de la Europa “un líder en la economía circular”. Señaló también la necesidad de poner en marcha nuevas políticas medioambientales para frenar los “actuales niveles de consumo de materias primas, energía, agua, alimentos y uso de la tierra que son insostenibles”. Entre sus objetivos estaría reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un 55% en 2030 para lo que era necesario reformar el sector de la construcción (uno de los más contaminantes) mediante el empleo de materiales más sostenibles y el uso de la inteligencia artificial.

Pero la presidenta insistió en que esta nueva Bauhaus “no es sólo un programa medioambiental o económico [sino] un nuevo proyecto cultural para Europa […] debemos dar a esta cambio sistémico una estética diferenciada que combine el estilo con la sostenibilidad”. Ahí es nada. 

No cabe poner muchos reparos a las intenciones de la Comisión pues parece necesario que se haga lo posible para remediar muchos de los desafíos que afronta el planeta. Otro asunto es saber si esos propósito son todo lo ambiciosos que deberían ser, o si contarán con el respaldo necesario para llevarlos a cabo. Queda mucho por concretar, sobre todo, el papel que el diseño y la educación tendrán en una iniciativa que busca la atención de la opinión pública con una denominación nada inocente pero vinculada al universo educativo. Con tan variados objetivos parece fácil que la presencia del diseño en esa nueva Bauhaus se materialice en cosas tan diversas como la puesta en marcha de “procesos disruptivos para la innovación social” o la fabricación de hornillos de camping gas a la vieja usanza.

A fin de cuentas la Bauhaus, una de las muchas escuelas de arte, diseño y arquitectura que existieron durante la República de Weimar, se caracterizó por la ausencia de un propósito definido y la incoherencia de su pedagogía. Sus métodos cambiaron, no solo por la llegada de nuevos directores tras la dimisión de Gropius, sino por las tensiones internas que agitaron su claustro durante toda su existencia. En definitiva, se puede esperar cualquier cosa.

II

En la revista Dezeen, Cajsa Carlson señala (para justificar la elección de este nombre) que la Bauhaus “se convirtió en uno de los movimientos de diseño más influyentes del mundo” por la presencia de personajes tan eminentes como Mies van der Rohe, Marcel Breuer y Anni Albers “que pasaron por la escuela antes de que cerrara en 1933”. Y añade que su legado, “tanto en lo que se refiere a la estética moderna, como a su vocación internacional y sus planteamientos progresistas, sigue influyendo en los diseñadores de hoy”. Pero esas afirmaciones son discutibles.

En primer lugar, la Bauhaus no fue un movimiento, al menos durante los años que estuvo abierta. Era una escuela (mejor en unas cosas, peor en otras) de las muchas de similar concepción que había por entonces en Europa, y no representaba más que una parte de la modernidad de aquel tiempo. Esa idea de movimiento, en la que tanto empeño puso Walter Gropius en el exilio, tomó forma cuando Estados Unidos impulsó la creación de una República Federal fundada en algunos pilares culturales (la Bauhaus entre ellos) ajenos al pasado nacionalsocialista y a la influencia de la Unión Soviética. 

Gropius, con el apoyo económico y político del gobierno norteamericano, “reconstruyó” la historia de la escuela para amoldarla al gusto occidental. Hizo desaparecer de su relato a Hannes Meyer para desvincular a la escuela de la agitación izquierdista que, supuestamente, su sucesor había consentido en las aulas. En 2019, en una entrevista en Experimenta, Gui Bonsiepe contaba que en 1964, más de treinta años después de cerrada la escuela, Gropius no quiso escucharle cuando le comentó la necesidad de recuperar el legado de Hannes Meyer, muerto nueve años antes. El resentimiento le acompañó hasta el último día de su vida. Lo cierto es que, a partir de los años cincuenta la Bauhaus fue, para la opinión pública, cualquier cosa que viniera bien para esa construcción cultural de la que estaba necesitado el Wirtschaftswunder, el milagro económico de lo años de Adenauer.

En segundo lugar, la Bauhaus no ejerce ninguna influencia sobre el diseño actual. Apenas la tuvo en su momento, por su excesivo formalismo, alejado por completo de los cambios tecnológicos y sociales que tuvieron lugar en aquella época. Esta resistencia de Gropius a la tecnología se manifestó en su defensa de la artesanía como único modo de proporcionar un perfecto acabado a los productos que salían de los talleres de Weimar. La conocida tetera de Marianne Brandt no era en sentido estricto un artilugio funcionalista sino un objeto realizado a mano. El propio catálogo de los talleres, que insistía en ese perfecto acabado, dejaba claro que solo podía ser adquirida por consumidores de altos ingresos. 

Esta idea de la actualidad de la Bauhaus no tiene fundamento desde hace mucho tiempo. Ya en 1963, Tomás Maldonado señaló que la escuela de Gropius no podía servir de referente treinta años después de su clausura porque el mundo había cambiado lo suficiente como para no poder encontrar nada aprovechable en aquella experiencia (Maldonado, 1963). Es verdad que en la segunda mitad del siglo XX el formalismo se extendió a los productos de consumo masivo, pero era algo que formaba parte del Movimiento Moderno, no solo de la Bauhaus. En la actualidad, tanto la enseñanza del diseño como su práctica han sufrido un impacto sin precedentes con la expansión de la cultura digital y con las redes sociales, como para que la Bauhaus pueda ejercer ninguna influencia.

III

En 1972 el Bauhaus-Archiv de Berlín denunció en un juzgado el uso comercial que el empresario Heinz Baus hacía de la escuela desde que en 1960 abriera con su nombre una tienda de bricolage y materiales de construcción en la ciudad de Mannheim. El éxito de la compañía fue tal que llevó su negocio a más de quince países, entre ellos España, donde cuenta con más de mil empleados. Pero aquel pleito quedó en nada. El juez sentenció que la palabra Bauhaus hacía referencia a un concepto estilístico (algo así como Nylon u otras cosas parecidas) y que nadie podía atribuirse su utilización exclusiva por ser de dominio público (Glader, 2012).

No es extraño que Ursula von der Leyden (o quien haya sido) eligiera esta denominación para tan ambicioso proyecto. La palabra vale lo mismo para un roto que para un descosido. En realidad, la Bauhaus no deja de ser una de esas “tradiciones inventadas” de las que hablaban Hobsbsawn y Ranger, cuya principal virtud es que puede significar cualquier cosa, en cualquier momento y en cualquier lugar. Incluso puede suceder que se convierta en una de esas referencias banales que terminan por no decir nada. Quizá ahora convenga a la Comisión Europea dejar claro una sola idea: que esa propuesta, sea lo que sea, tiene que ver (y mucho) con Alemania.

Referencias

Carlson, Cajsa. (2020) “EC president announces new European Bauhaus to help Europe move to a circular economy”, en dezeen, 21 de septiembre de 2020.
Financial Times (2020) “A new European Bauhaus for a green transition”, en Financial Times, 18 de septiembre de 2020.
Glader, Paul. (2012) “The Battle for Bauhaus How A Movement Failed to Protect Its Name”, en Der Spiegel, 5 de enero de 2012.
Maldonado, Tomas. (1963) “Is das Bauhaus aktuell?” en ulm zeitschrift nº 8/9 septiembre de 1963.
Vega, Eugenio. (2019) “Reflexiones en el centenario de la Bauhaus. Entrevista a Gui Bonsiepe”, en Experimenta nº 84. Madrid.

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