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La columna de Eugenio Vega: Héroes del silencio

La columna de Joan Costa en Experimenta

La columna de Joan Costa en Experimenta

El catorce de diciembre de mil novecientos treinta
lo tendrá España presente y las naciones extranjeras,
de los sucesos de Jaca que en la historia quedarán,
de los héroes de la patria, de García y de Galán.

Romance de Galán y García Hernández, sublevados en Jaca en diciembre de 1930

I

Hace unos veinte años, con motivo de un intercambio en el marco del programa Erasmus, participé en una reunión con profesores del Colchester Institute. De todos ellos, el más destacado era David Jury, experto en tipografía y diseño editorial y autor de un interesante libro, Graphic Design before Graphic Designers, sobre la elaboración del impreso antes de 1914. Creo recordar que el tercer centro participante era una escuela lituana, pero no podría afirmarlo con seguridad.

La reunión tenía por objeto dar forma a un plan de trabajo acorde con esa idea de construir Europa que da sentido al programa Erasmus. Sorprendentemente, fue el propio Jury quien propuso una actividad sobre los Design Heroes de cada país en la que los alumnos idearan composiciones gráficas o publicaciones sobre las figuras del diseño que considerasen más relevantes, una especie de Eurocopa, entre diseñadores europeos.

Por razones que no vienen al caso, fui relevado de tan complicada tarea y quedé sin saber en que paró la cosa. Sin embargo, debo reconocer que el concepto de “héroes del diseño” me pareció, como dicen ahora, una idea “inspiradora”. En los días que siguieron a la citada reunión recuerdo haber leído con verdadero interés un libro de la colección Design Heroes de la editorial Taplinger sobre Raymond Loewy, escrito por Paul Jodard. En cierto modo, quedé tan impresionado como, cuando de pequeño, veía en televisión El joven Edison (con Mickey Rooney) o La canción de Bernadette (con Jeniffer Jones). Aquellas historias provocaban en mi emociones inolvidables; sus protagonistas estaban dotados de tal fuerza de voluntad que podían superar grandes adversidades y alcanzar el éxito o la santidad en medio de la admiración de todos. 

Aunque tenía de Loewy la idea de un vividor con mucho talento, la lectura de aquel libro me permitió ver con otros ojos la misión para la que había venido a este mundo. Loewy no entendía su trabajo como un mero asunto de mercadotecnia, sino como “una enérgica cruzada en pro del buen gusto en una industria” que hasta entonces producía artículos tan feos que no podían interesar a nadie (Loewy, 1955).

Raymond Loewy, en segundo plano, y una mujer no identificada prueban una lavadora y una secadora en una actividad del Plan Marshall en París. Sin fecha.  Department of State. National Archives and Records Administration. Imagen de dominio público.

II 

Recuerdo también haber leído en 2008 un número (extraordinario) de la revista Time con los Heroes of the Enviroment de aquel año, entre los que se incluían nombres tan prestigiosos como los de Arnold Schwarzenegger, gobernador de California, y Cristina Narbona Ruiz, ministra española de Medio Ambiente. Si uno miraba los seleccionados en otras ediciones, podía encontrar figuras de la talla de Mihail Gorbachov, Al Gore o el Príncipe Carlos (de Gales), cuya labor por el futuro del planeta ha sido de una magnitud extraordinaria que (casi) nadie discute. 

Desgraciadamente, la publicación no incluía carteles de los seleccionados que bien hubieran podido mostrarse en lugares de mucho tránsito para que cundiera su ejemplo entre los más jóvenes. Como decía Nelson Mandela a François Pienaar, el capitán de la selección sudafricana de rugby, no hay mejor cosa que predicar con el ejemplo.

III

En definitiva, en el héroe no caben sombras sino muchas luces. El artificio historiográfico con que se narran esas “vidas ejemplares” permite convertir en un relato coherente lo que, tal vez, no sean más que acontecimientos inconexos a lo largo del tiempo. Poco se cuenta, obviamente, de todos aquellos diseñadores que fracasaron, que terminaron en empleos de escasa importancia o que, sencillamente, tuvieron que dejar la profesión para dedicarse a cualquier otra cosa. Sin embargo, la crónica del fracaso sería mucho más útil para conocer la realidad de la profesión, su relación con las perversiones del sistema económico y las costumbres de los consumidores.

Las publicaciones sobre diseño muestran, en cambio, vidas ejemplares que tienen un claro objetivo y un vínculo profundo con el tiempo en que vivieron. No faltan tampoco (como en cualquier buen relato) adversarios que pretendan impedir esos logros. Así, por ejemplo, Gropius, que unió su destino a la Bauhaus, predicó la bondad de su obra por medio mundo (con la ayuda de Dios y de Estados Unidos) a pesar de contrincantes tan retorcidos como Johannes Itten o Hannes Meyer, dispuestos a cualquier cosa con tal de arruinar su propósito.

Como, por otra parte, esta imagen providencial se fundamenta en una referencia continua a textos ya publicados, se cita aquello que ya se ha citado cien veces, sin darle más vueltas. Algo tendrá el agua cuando la bendicen, llegamos a pensar. Cierto es que de vez en cuando se van sabiendo cosas y ciertas figuras pierden el brillo que antaño tenían como sucedió con aquel gran héroe de la cultura británica, Eric Gill, que en 1989 cayo en un pozo sin fondo del que va a costar siglos salir. 

Pero lo peor de la tendencia a destacar estas vidas ejemplares y ponerlas como modelo es todo lo que queda oscurecido por tanto resplandor. Cuando uno se interesa, por ejemplo, por la accesibilidad, ninguno de los grandes nombres sirve de mucho. Así sucede con el libro Design for human scale (Papanek, 1983), ajeno a las investigaciones y a los avances de quienes aportaron algo en ese terreno, a pesar de compartir una misma época y unas mismas inquietudes. Decir esto no es hacer una crítica a lo que esos diseñadores renombrados llevaron a cabo, es una crítica a la lectura que hacemos de lo que nos dejaron unos y otros.

Esos otros permanecen en silencio a pesar de sus méritos. Tim Nugent, con su trabajo en la Universidad de Ilinois, cambió los requisitos de la arquitectura en materia de accesibilidad, provocó el primer cambio legislativo sobre este asunto en Estados Unidos y llegó a inventar el baloncesto en silla de ruedas. Selwyn Goldsmith publicó los primeros tratados sobre diseño para la discapacidad. Lillian Gilbreth estudió el uso de las cocinas para evitar esfuerzos innecesarios. Ronald Mace fue capaz de elaborar ese concepto tan complejo (y extraño) del diseño universal. Y por igual motivo merecen la mayor consideración los activistas políticos, encabezados por Judit Hewman, Kitty Cone o Ed Roberts, que obligaron a la administración Carter a aplicar la Rehabilitation Act de 1973 y hacer accesibles los autobuses urbanos. Ahora bien, la trayectoria de todos ellos estuvo llena de aciertos y de errores, de luces y de sombras. Muchas de las cosas que intentaron no salieron bien, como le sucede a todo el mundo.

Raymond Loewy junto a un Jaguar coupé diseñado por él. Francia, 1956. Department of State. National Archives and Records Administration. Imagen de dominio público.

IV

Al diseño no le queda más remedio que buscar su futuro en la convergencia (por decirlo suavemente) con otras disciplinas. La vieja idea de que se ocupa de producir artefactos y organizar mensajes se ve superada por una realidad donde las fronteras entre muchas actividades parecen diluirse. 

Sin embargo, aunque el diseño es consciente de esos cambios, a su vez, sigue empeñado en conseguir una presencia social que, desgraciadamente, no tiene. Para la mayoría de la gente, resulta difícil definir su objeto, describir sus métodos, explicar su fundamento y diferenciar su actividad de otras con similares propósitos. La referencia continua a personajes célebres y a grandes mitos debe entenderse, por tanto, como un instrumento para garantizar su supervivencia en ese mundo que no sabemos a dónde va. Pero el problema de esa estrategia es su continuo recurso a estereotipos que simplifican la realidad para hacerla más comprensible. 

Al final, terminaremos por creer que, en Múnich, sus habitantes se pasean todos los días con una jarra de cerveza en la mano mientras ponen a caldo a los siniestros socialdemócratas que, desde Berlín, quieren acabar con la nación bávara.

 

Referencias

Goldsmith, Selwyn. (1967) Designing for the Disabled, Londres, RIBA Publications.

Jury, David. (2012) Graphic Design before Graphic Designers. Londres, Thames & Hudson.

Nugent, Timothy J. (1960) “Design of Buildings to permit their use by the Physically Handicapped. A National Attack on Architectural Barriers”, en New Building Research. BRI Publication 910, otoño de 1960. Washington, DC, Building Research Institute.

Mace, Ronald L. (1997). Universal Design. The Center for Universal Design, College of Design. NC State University.

Papanek, Victor. (1983) Design for Human Scale. Nueva York, Van Nostrand Reinhold.

Vega, Eugenio. (2022) Crónica del siglo de la peste. Pandemias, discapacidad y diseño. Madrid, Experimenta Libros.

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