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La columna de Eugenio Vega: Memoria breve de una vida pública

La columna de Joan Costa en Experimenta

La columna de Joan Costa en Experimenta

“Todos tienen el derecho a la educación. Se reconoce la libertad de enseñanza. La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana en el respeto a los principios democráticos de convivencia y a los derechos y libertades fundamentales” (Constitución Española, artículo 27).

I

Esta semana se ha celebrado el día de la Constitución. Como es costumbre, los ciudadanos viven ese día con gran entusiasmo participando en ferias, bailes y mercadillos donde comparten la emoción de estos días festivos tan próximos a la Navidad. En más de una ocasión, la conmemoración ha servido de pretexto para organizar regatas y otras competiciones deportivas que suelen contar con la presencia de sus majestades los Reyes y otras altas autoridades del Estado. 

Este año, sin embargo, por motivos de sobra conocidos, la tradicionales regatas se sustituyeron por un partido de fútbol entre la selección española y la de Marruecos que, lógicamente, hubo de celebrase en la entrañable ciudad de Doha, cuna de grandes constitucionalistas. Gracias al pundonor de los jugadores, a su motivación por jugar en fecha tan señalada y a la sagacidad del seleccionador, España fue capaz de hacer frente a los Leones del Atlas hasta el extremo de forzar la disputa de una prórroga que terminó sin goles. Desgraciadamente, en la fatídica tanda de penalties, se impuso la cruda realidad, España no fue capaz de acertar ninguno de los lanzamientos y quedó, una vez más, eliminada. En todo caso, el equipo se volvió a casa con el reconocimiento de la afición por haberlo dado todo en el terreno de juego.

II

Si bien la Constitución es el hecho central de lo que se conoce como Transición política, no hay acuerdo sobre cuándo se inició ese proceso ni sobre cuándo pudo terminar. Para algunos autores, la Transición seguirá abierta mientras no se resuelva lo que denominan el problema territorial, con lo que faltarían décadas (en el mejor de los casos) para que pudiera darse por concluida.

En lo que se refiere a la educación, esas fechas parecen más claras y podrían fijarse entre 1970, año en que se promulgó la Ley General de Educación y 1990, cuando fue aprobada la Ley Orgánica General del Sistema Educativo. A poco que se comparen ambas leyes, y los decretos que las desarrollaron, resultan evidentes los cambios que sufrió el sistema educativo en esos veinte años. Hay que recordar, sin embargo, que la Ley de 1970 no llegó a desarrollarse por completo pues en 1980 (en tiempos de la UCD) fue derogada en parte por la LOECE, la Ley Orgánica por la que se reguló el Estatuto de Centros Escolares que, en cambio, tuvo el bonito detalle de eliminar a la educación artística de la relación de enseñanzas oficiales. En 1985 (con el PSOE en el gobierno) la LODE, la Ley Orgánica del Derecho a la Educación derogó por completo la LOECE, así como varios artículos de la Ley de 1970. La LODE se ocupó de ordenar la enseñanza privada subvencionada con dinero público (lo que hoy se conoce como enseñanza concertada). pero también creó nuevos órganos de gobierno en los centros, “inspirándose en las experiencias de autogestión escolar establecidas en Portugal a partir de la Revolución de 1974 “ (Estruch, 2007). Durante algo más de una década España y Portugal fueron en una excepción en Europa porque sus consejos escolares podían elegir a los directores de los centros.

El presidente del Gobierno, Adolfo Suárez contempla (con serenidad) uno de los primeros ordenadores personales instalados en la Moncloa en 1979. Ministerio de la Presidencia. Imagen de dominio público.

III

En todo caso, es justo reconocer que la Ley de 1970 fue la primera que intentó buscar un hueco al diseño en el sistema educativo. Ese objetivo se pretendía conseguir mediante tres medidas: la integración de las Escuelas Superiores de Bellas Artes en la universidad, la conversión de las Escuelas de Artes Aplicadas de Madrid y Barcelona en Escuelas Superiores, y la creación de una diplomatura en diseño en el marco de la reforma de las Escuelas Técnicas Superiores de Arquitectura.

Según parece, la conversión en Escuelas Superiores de las escuelas de Madrid y Barcelona debía haberse producido en el curso 1972-73 y así se da por hecha en una entrevista a Miguel Durán Lóriga (por entonces sin ninguna relación con esos centros) que le hizo el arquitecto Javier Navarro en la revista Temas de Diseño (Durán Lóriga, 1972). Pero nada de eso fue posible hasta bien entrado este siglo.

En cuanto a la diplomatura en diseño, a mediados de 1972, el arquitecto Javier Carvajal (conocido por edificios como la Torre de Valencia o la Casa Sobrino, ambos en Madrid) se integró en una comisión ministerial dedicada a crear una titulación de tres años que se obtendría, en un principio, en las escuelas de arquitectura. La idea de que la enseñanza del diseño debe vincularse a la arquitectura ha estado muy presente en España con consecuencias nada positivas. Quizá, el aislamiento del país impidió ver el fracaso de muchas experiencias parecidas en otros países donde la posición dominante de la arquitectura impidió que a su lado creciera ninguna otra cosa. Lo cierto es que el proyecto no pudo avanzar por la simple razón de que Villar Palasí, el ministro que había impulsado la Ley General de Educación, fue cesado en junio de 1973 al ser nombrado Carrero Blanco presidente del Gobierno. 

Quienes ocuparon esa cartera a partir de entonces estuvieron muy poco tiempo como para hacer nada de provecho. A Julio Rodríguez, que no llegó al medio año, quizá se le recuerde por su intentó de cambiar el año escolar para que se iniciase en enero y por negarle el saludo al cardenal Tarancón en el funeral por Carrero Blanco. Del siguiente, Martínez Esteruelas, se sabe que cerró la Universidad de Valladolid en 1975 pues, según sus palabras, “se había producido una ruptura extraordinariamente grave de la convivencia” (ABC, 1975, 864). Como ya  se ha apuntado en otra columna anterior, en esos años, la velocidad en los nombramientos y ceses en Educación volvió al ritmo frenético que había caracterizado las primeras décadas del reinado de Alfonso XIII. 

En realidad, tan solo uno de los propósitos relacionados con las artes y el diseño de la Ley de 1970 tuvo éxito. Mediante un Real Decreto de 1978, siendo ministro Íñigo Cavero (veinte meses en el cargo), las escuelas superiores de Bellas Artes se integraron en diversas universidades, lo que hizo inevitable que una versión del Basic Design inundara las aulas donde habían impartido clase artistas tan renombrados como Vázquez Díaz o Moreno Carbonero. A partir de 1983, algunas de esas facultades iniciaron en su segundo ciclo la impartición (en condiciones bien precarias) de la especialidad de diseño lo que permitió que, por primera vez, existiera una titulación superior en esta materia. 

IV

Parece razonable (dado lo incomprensible de la política) que quien ocupa, aunque sea durante poco tiempo, un cargo de importancia en la estructura del Estado quiera dejar constancia de una experiencia tan enriquecedora (en el sentido figurado del término). Son varios los políticos de la Transición que, tras apenas un año de ministros, han dejado libros de memorias que más parecen obras de ficción (Osorio, 1980). Lo cierto es que, en ese oscuro escenario donde la lucha por alcanzar el poder y la resistencia a dejarlo lo llenan todo, queda poco tiempo para resolver los problemas de unos ciudadanos que han legitimado con su voto nombramientos de tanta responsabilidad.

René Goscinny y Maurice de Bévère (Morris) fotografiados en la azotea de los grandes almacenes De Bijenkorf en Ámsterdam el jueves 27 de mayo de 1971. Nationaal Archief. Imagen de dominio público.

En una historieta de la serie Iznogoud, Goscinny y Tabary relatan una vieja tradición de la esplendorosa Bagdad, el llamado día de los locos, celebración anual en la que durante veinticuatro horas se invierte todo el orden social: los esclavos ocupan el lugar de los amos y estos el de los esclavos; y lo que es peor, el califa Harun el Pusah, comendador de los creyentes, intercambia su elevada posición con el gran visir Iznogud que, como es sabido, no tiene otra pretensión en la vida que “ser califa en lugar del califa”. Pero, en esta ocasión, Iznogud quiso que lo que era excepcional fuera permanente y buscó la ayuda del ejercito para dar un golpe de estado. Cuando llegó a los cuarteles se encontró con que allí también se habían invertido los papeles, que los generales hacían de soldados rasos y que los soldados hacían de generales. En consecuencia fue a ordenar quienes ocupaban el alto mando de las fuerzas armadas, aunque fuera solo por un día, que se pusieran a sus ordenes. 

Cuál no sería su sorpresa al ver a todos aquellos generales interinos entretenidos (como los grandes militares de la historia) en escribir sus memorias: “¡Y solo tenemos hasta medianoche para hacerlo!”, le contestó uno de ellos con cara de pocos amigos. “¡Así que, aire!” (Goscinny y Tabary, 1972, 8).

Referencias

Álvarez, Pedro et al. (2000) Cien anos de educación en España. En torno a la creación del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes. Madrid, Ministerio de Educación, Fundación BBVA.

Durán Lóriga, Miguel (1972) Entrevista con Javier Navarro de Zubillaga, en Temas de Diseño, 2. 

Estruch, Joan (2007) “La autonomía escolar en España: un proceso abierto”, en Histodidáctica. 

Luca de Tena, Cayetano et al. (1975) Setenta años de ABC. Madrid, Prensa Española.

Goscinny, René y Tabary, Jan (1972) Les aventures du calife Haroun El Poussah. Le Jour des fous. París, Dargaud.

Osorio, Alfonso (1980) Trayectoria política de un ministro de la Corona. Barcelona, Planeta.

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