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La columna de Chema Aznar: Actitud, acción, experiencia, Historia

La columna de Chema Aznar

La columna de Chema Aznar

Uno de mis intereses ha sido justificar la práctica y la teoría –efectivas- utilizadas por el diseñador, descubrir su origen o sus antecedentes y cómo se relaciona en la praxis de su oficio. Qué es lo que ha persistido en su perfil desde la acción enmarcada genéricamente entre el hombre y su entorno, cómo se ha formado “el quién”, el diseñador; y por otra parte, cómo se ha ido perdiendo o ganando durante su recorrido hasta llegar al presente y cuáles han podido ser las causas. 

Es una tarea difícil el describir el origen de la praxis del proyectar. La Historia referida al diseño ha sido selectiva, reduccionista, normalmente adscrita a las narrativas de la Historia del Arte, inserta en clasificaciones cronológico-formales, agregados a estilos o movimientos artísticos, estableciéndose prominentemente un sistema de  “homologías aprehendidas en el tiempo”, analogías y sucesiones del mito del Estilo internacional o el Movimiento Moderno, reinterpretados en el “posmodern”. Considerado el diseño como subsidiario, descrito desde una intencionalidad formalista “literal” inscrito en una cronología positivista, en el que solo interesa sus mutaciones formales (tendencias) en “un eterno retorno”.

Michel Foucault  en su obra “Las palabras y las cosas”, dice lo siguiente:

“Formas depositadas  y fijadas de una sucesión que procede de la analogía en analogía”

Es difícil encontrar una historia, salvo dignas excepciones, que atienda a lo más interesante del diseño: su propia acción, el proyecto, sus procesos, el porqué de sus propuestas, soluciones en fin su experiencia, influidos en un contexto determinado, susceptible de ser analizable. Un método basado desde una historia correlativa, holística  en una “constelación” compartida entre conocimientos como la antropología o la etnología. Una Historia atenta a los fenómenos derivados del Diseño y su contexto.

Alice Rawsthorn, haciendo referencia al pensamiento de Lázló Mohgoly- Nagy dice: “diseñar no es una profesión sino una actitud”. La actitud es un comportamiento particular, potencialmente superviviente en el oficio del diseñar que antecede al emprender todo proyecto, la ilusión (“la actitud”) exclusiva del diseñador al comenzar o en el proceso mismo del proyecto, aunque la “actitud” no sea siempre positiva.

La “actitud” deriva en la acción, superviviente, quizá latente en la Historia del Diseño, podría entenderse como antecedida a la acción del proyectar: materializada entre “la actitud” y “la acción”  desde  el “protodiseño” hasta nuestros días.

El protodiseño, es un antecedente claro del diseño, en su tiempo el oficio del diseño, disegno, dibujo preparativo, que iba solapado en la acción del proyecto-producción-proyecto, conformaban un espacio de acciones. El diseño se materializaba en los momentos de bocetación, replanteo, trazados, bocetos sobre paredes (a pie de obra), plano, trazados en el taller que antecedía en la ejecución de utensilios, productos. También, por ejemplo, las naumaquias, las fortificaciones de las ciudades renacentistas, la escenografía, de las óperas barrocas, el mueble, o  el diseño de armaduras para las casas reales. Sin una “actitud” espontánea o constante en los procesos, no se hubiera entendido “maneras” del diseño en la Historia. En un extracto del artículo de la revista FMR nos dice:

 “La armadura (…) en el s. xvi comenzó a perder su función primigenia de protección (…) debilitaron cada vez más el ideal de la “invulnerabilidad” (…) Sin embargo la armadura no se olvida: el material utilizado en su confección se prestaba, gracias a su rareza y la dificultad su tratamiento, a la creación de formas fastuosas ( ). Además de la confección de armaduras “pret a porter” los milaneses trabajaban siguiendo tendencias (…) estilo alemán o la francesa (…)”

La “experiencia” también vendría alineada en esta reconsideración histórica del diseño. Hoy, paulatinamente, va despareciendo lo sólido, “las cosas a la mano” se convierten en superficies inteligentes, imágenes mutantes, ya no tienden a lo efímero, lo líquido, sino a lo envolvente gaseoso. “Los ojos de la piel” tienden a la miopía, los dedos añoran la sensorialidad carnal  alentados solo por imágenes encantantes. La obra Juhani Pallasmaa: “Los ojos de la piel, la arquitectura de los sentidos” nos dice:

“El ojo colabora con el cuerpo y el resto de los sentidos. El sentido de la realidad de      cada una se fortalece y se articula por medio de esta interacción constante…”

Pero esta colaboración con el cuerpo y el resto de los sentidos no se produce, sino  que mutila la relación articulada de nuestros sentidos.

En mi libro “Incidencia y reflexión: pensamientos en torno al diseño de producto”  manifiesto mi preocupación por la pérdida de la “experiencia real”  con la materialidad, presente con la relación de la experiencia en los procesos del proyecto. La experiencia con las cosas, la materialidad es idiosincrática en la profesión del diseño, el proyecto: 

La profesión del diseñador ha  ido evolucionado desde la experiencia en la acción, esencial en el proyecto: la conceptualización de lo intuido, utilizando recursos necesarios para explicitar y comunicar durante el proceso, bien en descripciones o  en prescripciones,  afianzar las formulaciones del proyecto, mostrar las propuestas desde distintas soluciones, mediante pruebas previas que anteceden a las soluciones dadas en los prototipos.  

El diseñador necesita de la habilidad, la pericia (ars), la técnica entendida desde la palabra téchne, destreza, “argucias argumentadas”. Intentará persuadir de su propuesta. También se hacen efectivas estas “habilidades y ardides” en las soluciones de problemas constructivo-estructurales o de producción en los talleres…Durante el proceso del proyecto, el diseñador se acerca al trabajo del artesano, debido a su relación estrecha de su gestación; es decir, desde la acción hacia la materialidad del futuro producto. 

Según Vilém Flusser, 

“…el material que traba el arte, “téchne”, confiere una forma a un material amorfo (desde el concepto o la acción directa antecedida) como la madera, piedra, barro, bronce, etc., mediante la mano o el acto de un artista-técnico, que hace que la forma aparezca en la materia amorfa.”

Parafraseando a Alice Rawsthorn, sobre la pugna histórica entre el diseño y la artesanía. Los diseñadores consideraban a los artesanos como “mafia de la rafia” y los artesanos como Morris entendían que el diseño estaba fatalmente comprometido con el comercio y la comercialización. Pero afortunadamente, se ha ido articulando una relación positiva entre tecnología y artesanía. Una tecnología independiente, aplicada la idiosincrasia de cada proyecto autónomo o relacional.

Para alentar estas iniciativas deberíamos de atender a la Historia de las “experiencias” desde el proyecto: el diseño, donde descubriríamos “actitudes” que  creo nos resultarían muy interesantes, mostraría que no somos tan diferentes de lo que fueron nuestros colegas de los siglos pasados.

Foucault,  Michel  Las palabras y las cosas, dice lo siguiente: Editorial: Paidós ibérica (2013)

 Rawsthon, Alice  “El diseño como actitud” cita Lázló Mohgoly- Nagy  ed. Gustavo Gili  (2021)

Garzonni, Tomasso  “Armamentarium Heroicum”  revista FMR edición en castellano nº 19 (1993)

 Pallasmaa, Juhani: “Los ojos de la piel, la arquitectura de los sentidos”  ed. Gustavo Gili  (2012)

 Flusser, Vilém. Filosofía del Diseño, ed. Síntesis (1993).

 Aznar, Chema. “Incidencia y reflexión: pensamientos en torno al diseño de producto” Ed. Experimenta                                                        

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