Frédéric Deltenre

Hablar de diseño gráfico y de los profesionales que lo practican, significa siempre hablar de lenguajes. Pero también de problemas, en este caso de comunicación, porque el problem solving está en el corazón mismo de la cultura del diseño, y también porque diseñar supone siempre hacer elecciones éticas, metodológicas y de mercado. Así, a un autor sí se le puede interpretar por su lenguaje grafico, pero como hipótesis de proyecto personal, que interpreta una situación más general que el propio diseño. Esto ocurre, incluso, cuando el diseñador elige sólo uno de los instrumentos que tiene a su alcance, aunque se trate de un instrumento muy denso en historia y significados como es el cartel.

El caso de Frederic Deltenre ofrece unos interesantes elementos de reflexión bajo ambos aspectos. Desde el punto de vista lingüístico, no hay que olvidar que este autor procede de Bélgica, un país influido en partes iguales por las culturas francesa y centroeuropea, sobre todo a través de Holanda. Igualmente, en lo que se refiere al diseño grafico, esta influencia se refleja en dos tradiciones muy distintas. Por un lado, Holanda fue protagonista absoluta de la revolución modernista, a través de una visión que podríamos definir «purovisibilista». Los planteamientos geometrizantes prevalecen, hasta en sus interpretaciones más irónicas o más posmodernas, con una gran riqueza de trazos, facilitados por una clientela históricamente sensible. Ello explica la calidad media, sin duda excelente, del diseño gráfico de ese país, así como sus grandes aciertos en algunos sectores concretos como, por ejemplo, el del diseño tipográfico.

Por el lado francés, en cambio, cabe una interpretación ligada a la manualidad del graphiste, sin duda influida por la tradición de Europa del Este, a través de diversos autores que se trasladaron a Francia en los años cincuenta desde sus países de origen, tras el endurecimiento de la presión soviética. Entre ellos, podemos recordar a Tomaszewki y Cieslewicz, ya mencionados en estas páginas. Históricamente, prevalece aquí el trazo de autor, unido a un fuerte vínculo con la comunicación pública, institucional o cultural, que aún en los años ochenta era síntoma de una fuerte separación entre, precisamente, el ámbito de lo público y el de lo privado; para entendernos, el de las empresas.

Por un lado, pues, el sistema, la matriz, la tipografía; por el otro, la expresividad, la figura, el signo. Frederic Deltenre parece brindar una excelente hipótesis de fusión entre ambas tradiciones, ya que el autor belga recurre a planteamientos muy sólidos, desde un punto de vista estructural, haciendo un uso de la tipografía que recuerda las posibilidades expresivas de las que están dotados hasta los caracteres más «simples» y más utilizados (por lo tanto, no sólo los que están destinados de manera explícita a cumplir una función estilística). Pero, por otro lado, la misma intervención de la tipografía se corrige con frecuencia manualmente para crear juegos lingüísticos que delatan la necesidad de que los significados sean comunicados de manera inmediata. Un juego, por otra parte, similar a otros que se practican en el ámbito de la poesía visual (o cualquiera que sea el nombre que queramos darle), en la que el aliento poético se expresa también en el plano de la visión.

En cambio, se utiliza un trazo manual extremadamente sintético para crear la imagen-guía del manifiesto. Estas decisiones conducen a imágenes muy directas, que transmiten mensajes de gran impacto, sobre todo social; lo que nos devuelve al plano, más general, de las hipótesis de proyecto y de las problemáticas del problem solving. Deltenre representa un excelente ejemplo de aquella asunción de responsabilidad social por parte del diseñador gráfico que, en varias formas, ha sido un importante tema de debate en los últimos años; quizás, si realmente queremos fijar una fecha, desde que Adbuster publicó, en 1999, First Things First, un manifiesto firmado por muchos diseñadores gráficos internacionales, eco del manifiesto del mismo nombre lanzado por Ken Garland en 1964. Otro aspecto de esta cuestión es también la frecuente llamada (por parte de asociaciones, instituciones o revistas) dirigida a los diseñadores gráficos para que éstos expresen visualmente (normalmente con carteles) su postura sobre acontecimientos trágicos o problemas de actualidad, globales o locales (a partir del 11-S y de la guerra de Irak). Deltenre se vuelca de lleno en este filón, con una ironía lucida y fría, que proporciona al mensaje una eficacia inusitada.

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