De autor, de diseño, de Taiwán al mundo
De unos años a esta parte se han podido registrar casos en donde un estudio, aprovechando sus cualidades y calidades, decide embarcarse en un proyecto comercial paralelo totalmente ajeno a la profesión. En este artículo hablaremos de la interesante iniciativa de la agencia creativa multidisciplinar taiwanesa Oddity. Se trata de Oddity Fragrance, una casa de perfumes de autor que busca hacerse un hueco en el mercado taiwanés.
«Nosotros nos encargamos de la marca, desde sus aspectos conceptuales y artísticos, el relato, packaging, fotografía y entornos digitales; mientras que el legendario perfumista Mark Buxton y su colega David Chieze se llevan el crédito del desarrollo del producto», comenta la fundadora de Oddity, Alice Mourou, y agrega: «La diversidad de dicha colaboración crea una interacción única e inspiradora. Oddity Fragrance representa la belleza de las imperfecciones».
Para este proyecto, el equipo creativo de Oddity compuesto por Nikita Shchuckin, Kirill Runkov y la propia Alice Mourou, se decantó por una estética descaradamente orgánica, jugando una y otra vez con las rústicas sutilizas de materiales nobles como la madera, piedra o carbón. «Las botellas son artefactos cuidadosamente diseñados, objetos únicos para coleccionar. Cada tapa está hecha a mano con materias primas naturales encapsuladas en resina epoxi. Cada pieza es único».
En lo que respecta estrictamente a la gráfica, qué decir, impecable. Negro sobre blanco, con tipografías de palo seco pero con cierta cintura para cuajar con la idea general, transparencias y relieves a la altura. «Cada botella viene con un mapa de creación, un pliegue doblado por dos lados, donde el frente enumera los ingredientes y las notas de perfume tradicionales en forma de nube, y el reverso describe el perfume a través de asociaciones y palabras clave».
Por último y no por eso menos importante, la puesta en escena. Desde la fotografía de producto, de situación o mock-ups, hasta el diseño web o la propia memoria del proyecto, Mourou y su gente no han dejado nada al azar.