La columna de Raquel Pelta

La columna de Raquel Pelta: Buenos propósitos

Comenzamos un nuevo año y con él llegan los buenos propósitos y se renuevan todos aquellos que, en el anterior, la mayoría de las veces, incumplimos o solo cumplimos en parte. Si el diseño se planteara sus buenos (y difíciles) propósitos para 2023, tendría una larga lista por delante porque muchos de ellos llevan décadas en ella y siguen sin realizarse. 

Sin duda alguna, uno de los que ocuparían los primeros lugares de esa lista sería el de ser más sostenible. Aunque llevamos más de cincuenta años hablando de ecodiseño, sostenibilidad y, más recientemente, de economía circular, aún estamos lejos de que estas perspectivas estén incorporadas, de manera habitual, en todos los proyectos. En los centros docentes se imparten asignaturas relacionadas con esos temas y el concepto de diseño sostenible está cada día más presente en la formación de los futuros profesionales. Se han multiplicado las publicaciones, las asociaciones organizan cursos y conferencias y las plataformas online ofrecen herramientas para calcular el impacto medioambiental de la actividad de diseñar. Con todo, son pocos todavía los diseñadores y las diseñadoras que, en su día a día, aplican los principios de un diseño respetuoso con el entorno y con las personas que producen y consumen los artefactos diseñados. 

Sabemos que hacerlo no solo depende de ellos, pues sus decisiones están vinculadas (o sometidas) a las de las empresas e instituciones, pero es urgente que tomen partido por la sostenibilidad y que cuestionen el modelo vigente asentado en un crecimiento ilimitado, basado en el usar y tirar y en la constante sed de innovación, una innovación que no siempre lo es y que se hace a un coste cada vez más elevado en términos de recursos naturales y humanos. 

Los mares de plástico nos inundan y superan nuestra capacidad de reciclaje y reutilización y, pese a lo que dicen los negacionistas, el cambio climático está aquí. Como ha puesto de relieve la Organización Meteorológica Mundial (WMO), en 2022, «los desastres relacionados con el tiempo, el agua y el clima, como las inundaciones extremas, el calor y la sequía, se cobraron numerosas vidas, afectaron a millones de personas y costaron millones de dólares, haciendo patente el rápido avance del cambio climático inducido por la actividad humana y la urgencia de actuar antes de que sea demasiado tarde.» 

En 2023 no parece que la situación vaya a ser mucho mejor. Según indica la Oficina Meteorológica del Reino Unido (Met Office), «la temperatura global promedio en 2023 estaría entre 1,08°C y 1,32°C por encima del nivel preindustrial (1850-1900)», una cifra muy cercana al máximo de 1,5°C que marca el Acuerdo de París para este siglo. En diciembre del recién acabado 2022, la ONU insistió en que no podemos esperar más y debemos actuar de manera decidida para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, así como para implementar políticas de adaptación al cambio climático. Tenemos que mejorar nuestra preparación frente a los numerosos desastres provocados por las inundaciones o por la sequía, como ha señalado Petteri Taalas, Secretario General de la WMO.

Desde el diseño, tenemos que preguntarnos qué podemos hacer si no para evitarlos, —ya que es algo que sobrepasa nuestras capacidades—, al menos para mitigarlos porque, seguramente, hay mucho que aportar a esa preparación de la que habla Taalas, así como a la prevención de buena parte de las catástrofes que causan enormes daños materiales y, sobre todo, personales. Los diseñadores y las diseñadoras pueden realizar significativas contribuciones no solo generando espacios, servicios, objetos, elementos y plataformas de comunicación, sino, también, gracias a sus habilidades para tratar con problemas perversos y para buscarles soluciones. 

Por otra parte, las perspectivas económicas para 2023 no son nada halagüeñas. La directora del Fondo Monetario Internacional, Kristalina Georgieva, ha advertido que los riesgos de recesión están aumentando en un entorno económico que ha descrito como «un período de fragilidad histórica». Por eso, quizá, también entre las buenas intenciones para este año, tendría que estar la de practicar un diseño circular que ayude a afrontar esa fragilidad, pero, sobre todo, que pavimente la vía hacia otros modos de entender la economía, más pensados y realizados para las personas, en los que se prime la cooperación y la solidaridad en lugar de la competencia y se anteponga la lógica de la vida frente a las de la acumulación y la mercantilización. Mientras llegamos a eso, como asegura el Parlamento Europeo: «avanzar hacia una economía más circular podría generar beneficios como reducir la presión sobre el medioambiente, mejorar la seguridad de suministro de materias primas, estimular la competitividad (un 0,5% adicional del PIB) y el empleo (se crearían unos 700.000 trabajos solo en la UE de cara a 2030). […] También puede proporcionar a los consumidores productos más duraderos e innovadores que brinden ahorros monetarios y una mayor calidad de vida». 

Asimismo, en esa lista de buenas intenciones, debería estar en lugar destacado el practicar un diseño más inclusivo. En las últimas décadas se han producido notables avances en ese terreno, especialmente en lo que se refiere a la creación de espacios más accesibles. No obstante, la accesibilidad, como ha señalado Alita Joyce, tiene un alcance limitado, —al menos más que el diseño inclusivo— en la medida en que se centra en la realización de adaptaciones específicas para reducir las barreras a las que se enfrentan las personas con diversidad funcional. Para Joyce, «la accesibilidad es solo un mínimo indispensable para [lograr] experiencias significativas para personas con discapacidades». Sin embargo, el diseño inclusivo, —sin obviar la accesibilidad—, abarca un rango más amplio de cuestiones como la edad, la cultura, el género, la educación, el idioma, la raza, o la ubicación geográfica, entre otras. En un mundo plural, multicultural y globalizado, tenemos que avanzar más allá de la accesibilidad para atender a la heterogeneidad, evitando estigmatizar. 

Pero, además, en un momento en el que la tecnología es ubicua y se ha tornado fundamental para la comunicación, el trabajo, la educación, la salud y la ayuda social, —especialmente en momentos de crisis, como ha demostrado la pandemia de COVID-19—, resulta prioritario cerrar la brecha digital para que los sectores más vulnerables de la población mundial puedan acceder a las oportunidades que brindan las TICs. En ese aspecto, el diseño puede ser un gran aliado de las políticas sociales cuyo objetivo es hacer desaparecer esa brecha. Por eso, en la lista de intenciones tendríamos que añadir la de contribuir a la inclusión digital. 

Precisamente y porque hablamos de un diseño más inclusivo, entre los buenos propósitos habría que situar el de aplicar más y mejor la perspectiva de género. Nos queda un largo camino por andar hacia la recuperación de los nombres de un buen número de mujeres que aún permanecen invisibles para la historia del diseño, pero desde la práctica profesional el recorrido es todavía más extenso. Para empezar, es imprescindible erradicar los estereotipos que empobrecen y limitan a las personas, así como tomar conciencia de las dimensiones que abarca el género, dejando de lado la idea de que la perspectiva de género es «cosa» de mujeres. 

Ahora bien, no podemos perder de vista que muchas de las dificultades a las que se enfrentan las mujeres a lo largo de su vida están relacionadas con los roles de género que, culturalmente, se les han asignado. En la guía Igualdad de género y empoderamiento de la mujer en el mundo del trabajo en situaciones de fragilidad, conflicto y desastre, publicada en 2022, la Organización Internacional del Trabajo lo expresa claramente: «Los conflictos y los desastres, incluidas las pandemias, afectan a mujeres y hombres en toda su diversidad de manera diferente, y las mujeres y las niñas suelen ser las que más sufren. Las dificultades relacionadas con las crisis combinan y agravan las desventajas preexistentes, por ejemplo, a menudo hacen que las condiciones de trabajo de las mujeres empeoren al tiempo que aumentan su carga de trabajo general y sus responsabilidades de cuidado. Al mismo tiempo, las crisis pueden generar cambios que permitan a las mujeres asumir roles que antes solo estaban disponibles para los hombres, y pueden abrir oportunidades para abordar la discriminación basada en el género y las violaciones de derechos existentes.» 

No podemos, tampoco, olvidarnos de que la violencia contra las mujeres se ha acrecentado en todo el planeta, ofreciendo un panorama «en el que los crímenes machistas no retroceden en ningún continente y se extienden en todo tipo de países, más allá de ejemplos tan impactantes como Irán y Afganistán», como describe EuroEFE.

El diseño, —una disciplina profesional que desde el siglo XIX ha desarrollado una teoría social y reflexiona constantemente sobre sus límites y responsabilidades—, no puede permanecer impasible ante el sexismo y las posiciones androcéntricas que aún persisten en la creación y producción de nuestros entornos cotidianos y que dan lugar a situaciones de fragilidad, de victimización y de desigualdad. Por eso ya no es posible dejar de lado la perspectiva de género, menos todavía cuando el número de diseñadoras se incrementa de manera imparable, están surgiendo nuevas masculinidades y un número creciente de personas se definen como no binarias.  

Volviendo a los buenos propósitos, otro que no debería faltar es el de trabajar en el desarrollo y fortalecimiento de los servicios públicos. Si bien la relación entre instituciones públicas y diseño no es nueva, en las últimas décadas su papel se ha ampliado y ha comenzado a demostrar, también, su valor en la creación y mejora de los servicios ofrecidos a la ciudadanía. Christian Bason ha puesto de relieve que, en los últimos diez años, el diseño está «estrechamente relacionado con el impulso de formas más innovadoras de administrar el gobierno, que van desde el diseño de servicios orientados a los ciudadanos hasta los procesos para la formulación de políticas». 

Diseñar los servicios públicos y para ellos resulta fundamental en un momento en el que el Estado de bienestar está cuestionado y amenazado por las políticas neoliberales, mientras crece lo que algunos autores denominan «esperanza de Estado», es decir, «la dejación de responsabilidades, otrora competencia del individuo o del entorno familiar, en manos del sector público», como la describe Myriam González. Los recursos son limitados y difíciles de obtener de una ciudadanía que desconfía de sus políticos pero que tiene nuevas necesidades y quiere que sus gobiernos las satisfagan. En un panorama de dificultades crecientes, están cambiando las prioridades y resulta imperioso emplear de forma más eficiente los recursos públicos disponibles. El diseño puede ayudar a hacerlo porque, tal y como dice Bason, «se ha convertido en un enfoque clave para el cambio sistémico cuando se trata de lograr un impacto a largo plazo». 

En otro orden de cosas hay que decir que 2022 no ha sido un buen año para los derechos humanos. En todo el mundo, han crecido la desigualdad económica, la vulnerabilidad de las personas refugiadas y migrantes, el racismo y la violencia machista y, según Amnistía Internacional, la libertad de expresión y el derecho a la protesta han sufrido retrocesos notables, por no hablar del empeoramiento del acceso a la atención sanitaria y de las situaciones provocadas por los conflictos bélicos —la Guerra de Ucrania y la de Tigray, por poner dos ejemplos— así como de la represión política en un buen número de países. Por eso, para finalizar la lista de buenas intenciones —que podría ser interminable—, habría que proponerse practicar un diseño más activista con la finalidad de despertar conciencias y de promover el cambio social. 

Sé que es imposible cumplir con todos estos propósitos, pero me conformo con que algún diseñador o diseñadora pueda empezar a incluir alguno de ellos en su agenda y con que las organizaciones profesionales comiencen a contemplarlos en su horizonte de posibles logros, aunque sea a bastante largo plazo. ¡Feliz 2023!

REFERENCIAS

Amnistía Internacional. (2022). Informe 2021/22 Amnistía Internacional: La situación de los derechos humanos en el mundo. https://www.amnesty.org/es/documents/pol10/4870/2022/es/

Bason, C. (2021). The Diversity of Design Toolkits in the Public Sector. Observatory of Public Sector Innovation. https://oecd-opsi.org/blog/the-diversity-of-design-toolkits-in-the-public-sector/

Fuente, R., Redacción Internacional. (2022). La concienciación creciente no frena la violencia contra la mujer en el mundo. EuroEFE, 25 de noviembre. https://euroefe.euractiv.es/section/feminismo/news/la-concienciacion-creciente-no-frena-la-violencia-contra-la-mujer-en-el-mundo/

González Rabanal, M.C. (2021). Los indicadores como herramienta de evaluación de los programas sociales. Algunas propuestas de aplicación en el ámbito del bienestar. Madrid: Aranzadi. 

Joyce, A. (2022). Inclusive Design. NN/g Nielsen Norman Group, 30 de enero. https://www.nngroup.com/articles/inclusive-design/#:~:text=sense%20of%20belonging.-,Inclusive%20design%20describes%20methodologies%20to%20create%20products%20that%20understand%20and,location%2C%20language%2C%20and%20race

Madge, G. (2022). 2023 set to be tenth consecutive year at 1°C or above. Met Office, 20 de diciembre. https://www.metoffice.gov.uk/about-us/press-office/news/weather-and-climate/2022/2023-global-temperature-forecast

Parlamento Europeo. (2022). Economía circular: definición, importancia y beneficios. Noticias Parlamento Europeo, 9 de diciembre. https://www.europarl.europa.eu/news/es/headlines/economy/20151201STO05603/economia-circular-definicion-importancia-y-beneficios

Unidad de Apoyo a la Coordinación para la Paz y la Resiliencia (CSPR); Servicio de Género, Igualdad, Diversidad e Inclusión (GEDI). (2022). Igualdad de género y empoderamiento de la mujer en el mundo del trabajo en situaciones de fragilidad, conflicto y desastre. Organización Internacional del Trabajo. https://www.ilo.org/global/topics/employment-promotion/recovery-and-reconstruction/WCMS_844044/lang–es/index.htm

Wiseman, P., Hussein, F. (2022). Para 2023, el FMI ensombrece las perspectivas de la economía mundial. El día, 12 de octubre. https://www.eldia.com/nota/2022-10-12-2-12-7-para-2023-el-fmi-ensombrece-las-perspectivas-de-la-economia-mundial-opinion

World Meteorological Organization (2022). Climate and weather extremes in 2022 show need for more action. WMO, 23 de diciembre. https://public.wmo.int/en/media/news/climate-and-weather-extremes-2022-show-need-more-action

 

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