Alta Estudio, de Alejandro Tapias, un viaje por Colombia a través de sus oficios

Alta Estudio, de Alejandro Tapias, un viaje por Colombia a través de sus oficios

Sus colecciones dan cuenta del más exquisito saber hacer colombiano

Alejandro Tapias arranca contando que viene de una familia de padres “muy manitas. Martillo y puntilla nunca faltaban en mi casa. Mi papá, experto en iluminación convertía todo lo que tocaba en luminarias”, detalla.

Este hogar estaba en su Bogotá natal hasta que sus padres decidieron mudarse a España por cuestiones de trabajo y él aprovechó para formarse en el Instituto Europeo de Diseño (IED) de Madrid.  Allí tuvo de profesor a Alvaro Catalán de Ocón, quien luego, cuando supo que él había regresado a Colombia, lo sumó para trabajar en su proyecto Pet Lamp.

“Luego, la pandemia me dejó sin trabajo estable, entonces decidí darme de alta como profesional independiente y hacer un viaje por Colombia a través de los oficios para conocer sus paisajes, flora y fauna”. Algo que no había podido hacer de chico debido a la inseguridad que reinaba en el país. 

Hoy muchas de sus colecciones dan cuenta del más exquisito saber hacer colombiano (trabaja con alrededor de 28 grupos de artesanos en una variedad enorme de técnicas y materiales), obviamente a través del tamiz de la contémporaneidad. Comunidades indígenas y artesanas de Timbiquí, Usiacurí, Guacamayas, La Chamba, El Bajo San Juan, Sibundoy, Tengo, Bogotá y Meta. 

La Colección Insecta, por ejemplo, son increíbles piezas utilitarias para la mesa donde cada patrón está inspirado en insectos que se encuentran en la selva del Putumayo y de los montes de Risaralda hechos por artesanos Kamentyá. “Un desarrollo en el oficio del enchape de chaquiras checas. La chaquira checa llegó a Latinoamérica en la época de la conquista y hoy en día es un oficio que se utiliza para joyería y decorar objetos ceremoniales”, cuenta. “Piezas talladas a mano en maderas locales por Jaime, quien trabaja con árboles caídos de su territorio, luego Lis y Rosalva colocan una a una cada chaquira creando el patrón. Algunas de las piezas de esta colección tienen más de 60 mil cuentas”, señala.

Mientras que la colección Choco, son lámparas hechas en Werregue. “La lámpara Dosat está inspirada en el mito Wounaan “El plátano de Dios” comunidad que habita en el Choco, en el pacífico colombiano. Su color obtenido del achiote rinde homenaje al Dios Dosat, un demonio que creo una palma “inútil” al no producir fruto pero valiosa para la comunidad ya que supieron sacarle provecho al extraer la fibra de los tallos de la palma y así crear diferentes canastas que tradicionalmente son utilizadas para transportar el agua de los ríos al resguardo.Esta lámpara mezcla y destaca la maestría artesanal de la cestería en Werregue, única en el mundo, con el vidrio soplado, oficio artesanal realizado en pequeños talleres en Bogotá”, explica Alejandro.

Tetera, por su parte, es una exploración de la cestería tradicional de los Eperara Siapidara, transformada en objetos de uso contemporáneo. Co-creado con mujeres jefas de hogar de la comunidad, de Timbiquí, Cauca. Productos realizados en paja tetera, una fibra extraída de una planta, teñida con raíces, hojas y frutos.

Por último, hermosa también la colección de platos bordados de la Colección Botánica hechos por Elsa Hernández, artista bogotana y su mamá.

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