“Cada técnica artesanal lleva consigo el sello único de su gente».
Ricardo Corredor es colombiano, pero vivió y trabaja con un pie en Venezuela y otro en Montreal, donde está hoy radicado. Arquitecto por la Universidad de los Andes de Bogotá, fue un trabajo para un hotel en la selva amazónica el que le dió la excusa para crear todo una línea de objetos con técnicas artesanales y materiales de distintas comunidades con la que de algún modo mapea artesanalmente su territorio. De hecho, Mongui, el nombre de su marca es un término indígena con el que celebra las técnicas ancestrales como un patrimonio vivo que trasciende fronteras. “Cada técnica artesanal lleva consigo el sello único de su gente. Son piezas con alma que respiran Caribe y Suramérica, uniendo diseño con identidad y tradición”, adelanta.
La emblemática caña flecha de Tuchín, Córdoba, que da vida a sus tapices y asientos, sus mesas talladas en madera por artesanos de San Onofre, Sucre, la cerámica negra producto de un proceso de cocción único de La Chamba, Tolima y sus reconocibles almohadones en forma de piedra con los colores vibrantes guajiros elaborados por las Comunidades Wayuu de La Guajira colombo-venezolana.
Es que el color y la energía son el ADN de sus piezas. Así como todo el universo de las fibras que en esta zona son absolutamente increíbles: objetos en la técnica de cestería en rollo de Guacamayas, Boyacá, sus lámparas Medusas en fibras de palma de seje de Ciénaga de Ayapel, también en Córdoba, los cestos transformados en totems de las Comunidades Yekuanas del Alto Orinoco venezolano o los adornos de fibra de moriche, el árbol sagrado de los Warao del Delta del Orinoco.
“En medio de una Colombia marcada por la crisis, mis inicios como profesional me llevaron a explorar el diseño de objetos, piezas de mobiliario y decoración en colaboración con artesanos. En paralelo, trabajé en los proyectos que surgían como arquitecto y vendedor de finca raíz, emprendiendo una carrera profesional como diseñador independiente. Esta etapa temprana enriqueció mi visión como arquitecto integral y me conectó profundamente con el valor de lo hecho a mano. En 2005 me trasladé a Caracas, donde fundé junto a mi socio la firma CDF/Studio. Desde entonces, hemos desarrollado proyectos arquitectónicos en Venezuela, el Caribe, España y Estados Unidos. Sin embargo, mi vínculo con la artesanía permaneció latente. Un punto clave en este recorrido surgió en 2010, cuando diseñé unos pufs elaborados por artesanos de Boyacá para una exhibición. Los bauticé “Monguí” en honor a un pueblo con raíces indígenas conocido por la elaboración de balones. Fue entonces cuando se reactivó mi conexión emocional y creativa con las técnicas tradicionales. Años después, desarrollando un proyecto hotelero en Canaima, en pleno corazón del Amazonas venezolano, que marcó un nuevo capítulo personal. El contacto con las comunidades Pemones y su entorno natural reavivó mi pasión por lo hecho a mano. Diseñar piezas exclusivas para ese contexto me permitió reencontrarme con las técnicas ancestrales y comprender cómo fusionarlas con el diseño contemporáneo. Desde ese momento ha sido inspirador y mágico interactuar con artesanos y comunidades indígenas de Colombia y Venezuela en diferentes lugares recónditos donde habitan, conociendo su conociendo su cultura y costumbres. Así nació Mongui Handcraft, lanzado en 2023 como una marca que busca rescatar y enaltecer las tradiciones de los dos países. Este proyecto no solo me devolvió a Colombia, conectándome profundamente con su gente y su cultura, sino que también me permitió descubrir las raíces de Venezuela desde una perspectiva íntima. Hoy en día, viviendo en Montreal, me siento más cerca de mis orígenes y siento a ambos países como míos”, remata.











