La columna de Eugenio Vega: Ralph Nader contra el imperio del mal 

Suele citarse a Ralph Nader (junto a Rachel Carson, Jane Jacobs o Victor Papanek) como parte de un movimiento crítico que veía la relación entre el diseño y el sistema económico como un problema social. Aunque Nader nunca fue diseñador, en 1965, publicó un libro, Unsafe at any Speed (Peligroso a cualquier velocidad),…

La columna de Eugenio Vega: Historias de (la Futura) Filadelfia

Hace casi diez años, un importante diseñador (cuyo nombre no consigo recordar) se quejaba, tras impartir una conferencia, del poco apoyo de las instituciones públicas al diseño y de las consecuencias de ese desinterés para la imagen del país. Puso dos ejemplos que le parecían relevantes: el primero, la gráfica…

La columna de Eugenio Vega: La necesidad y la virtud

“El mejor del mundo es Messi; y el segundo mejor, Messi lesionado. Leo nació para jugar al fútbol. Es el primer genio del siglo XXI y sólo nacerán cuatro o cinco más. No pretendamos que nos explique lo que es capaz de hacer, pidámosle que lo haga. […] Es el jugador que le dé la gana ser” (Jorge Valdano, en Mundo Deportivo, jueves 14 de noviembre de 2013).

La columna de Eugenio Vega: Guerra a la vulgaridad… Ven a Pilé 43

La guerra a la vulgaridad ha reunido en los claustros docentes a sus más esforzados combatientes. Apartados del mundanal ruido, de las mezquinas exigencias de la vida terrenal, han desarrollado una aguda sensibilidad para percibir la ordinariez que se esconde en el resto de los mortales y denunciarla como corresponde.

La columna de Eugenio Vega: Vaya par de gemelas

El arquitecto norteamericano Philip Johnson (1906-2005) fue uno de los más famosos del siglo pasado. Su longevidad le permitió practicar la arquitectura como quiso: si en su juventud se empeñó en impulsar el racionalismo, en su vejez se dedicó a construir obras levemente postmodernas como el edificio de la AT&T en Nueva…

La columna de Eugenio Vega: Perdidos en el espacio (y en el tiempo)

En una guía de la ciudad de Toledo, publicada en 1929, se hacía un encendido elogio a la cortesía de los naturales de la ciudad imperial hacia sus frecuentes visitantes: “la indicación de direcciones de la ciudad es innecesaria [en estas páginas], puesto que los guardias municipales, o cualquier ciudadano (todos amabilísimos), cumplirán gustosos siempre con el deber de decir dónde están situados” los lugares principales (González Simancas, 1929).