La columna de Chema Aznar

La columna de Chema Aznar: La Máquina frívola

Los autómatas surgieron durante los siglos XVI y XVII, artefactos que estaban concebidos preferentemente desde razones lúdicas, en una época en que la ciencia y el pensamiento científico salían de las estrecheces que imponía la religión. Maldonado dice que “había una capacidad de ofrecer la máquina desde un aspecto frívolo”1. Más tarde nació la sospecha (convertida en certeza) de que existía una correspondencia isomorfa, orgánica, entre naturaleza y artificio, según sostenían y sostienen algunas escuelas del pensamiento.

Esta correspondencia isomorfa, orgánica  iría desarrollándose en los productos, las cosas o artefactos  desde configuraciones atractivas, incluso seductoras en la cotidianidad o lo particular. El diseñador buscaría la normalidad  en la percepción de estos  autómatas. 

Esta “capacidad de ofrecer la máquina desde un aspecto frívolo” lo podemos encontrar  en la historia de los productos eróticos o robots eróticos o  en nuestros días, las muñecas sexuales. José Luis Berlanga en el año 1973 dirigió la película “Tamaño natural” (Grandeur nature, 1973) interpretada por Michel Picolli o en la película  “Casanova” de Federico Fellini en donde cuenta de este personaje real del siglo XVIII su hombradía, exhausto de su carrera libidinosa le cautiva una autómata por su ternura expresada con movimientos automáticos, imitando maneras cortesanas, no encontrada en sus múltiples aventuras. ¿Quizá buscaba este automatismo amanerado, artificioso, que le proporcionaba esta autómata que en otras relaciones no las encontró?

La columna de Chema Aznar: La Máquina frívola
“Casanova” de Federico Fellini interpretada por Donald Sutherland

Durante  la Historia de  la Edad Moderna hasta nuestros días, ha ido evolucionando este sentido isomorfo,  traducido en la contemporaneidad por las metodologías antropométricas, ergonómicas o desde analogías en investigaciones biónicas.  

Estas consideraciones se pueden entender desde la leyenda del Hombre de Palo, en la que se hace referencia a un autómata inventado por Juanelo Turriano, relojero de Carlos V, que solía pasear con este artefacto por la ciudad de Toledo: 

“Turriano, ajeno a la perplejidad de sus vecinos, anduvo su camino por la calle estrecha que conducía hasta el Palacio Episcopal, asiendo de vez en cuando a su acompañante por un brazo para que este no diera de bruces con el suelo. El personaje tan enigmático que había causado el terror, más que la admiración, entre la población no era otra cosa que un autómata de madera que, según los presentes, se movía con garbo y destreza. Al día siguiente, Juanelo Turriano repitió el mismo paseo acompañado de su autómata, y aunque la expectación fue la misma el recelo de la muchedumbre, sin embargo, se convirtió, una vez más, en admiración hacia el ingeniero al que le tenía acostumbrados el relojero italiano. Quién de Carlos V. Ese día, si cabe, el autómata de Turriano daba zancadas más acordes con los andares imperiales, muy de moda en Toledo tras imponerse a la iconografía de los reales Alcázares de Sevilla donde Carlos V y el amor de su vida, Isabel de Portugal (…) “2

Parece ser que Juanello fue un creador-relojero muy eficiente, ya demostrado por el hecho de haber ideado un ingenio por el cual posibilitaba el trasvase de agua potable para los talleres artesanos de Toledo. El ingenio mecánico, encajado en una figura humana, con el cual, según dice la leyenda, se paseaba su inventor por las calles toledanas del siglo xvi, tenía la categoría de ente artificial, mecánico, anormal, extraño en aquel tiempo. Pero lo que parecía intentar realmente su creador no era la exhibición de la rareza o el manifestarse desde estas artes, algo que podría ser peligroso; creo que lo deseaba en realidad es que fuera aceptado “su amigo de palo” con toda normalidad. Lo que parecía querer este “protodiseñador” del siglo xvi era una constante en las intenciones del diseñador, esto es, la capacidad de formalización y configuración compuestas de signos significantes en los objetos que componen el espacio de la vida cotidiana, y desde lo sensible indagando la “normalidad”. Al parecer Juanelo Turriano intentó la comprensión de sus conciudadanos mediante el aspecto humano de su autómata de palo, e incorporar esta máquina a la vida cotidiana, incluso me atrevería a decir que buscaría materializar su alter ego en la comunidad.3

Hoy está muy presente la triada ocio-tecnología-ciencia, vehiculada a través de lo lúdico, amable e intenta acercarse a la cotidianeidad, confiriéndole un gesto desenfadado a todo artefacto técnico. Un electrodoméstico, un ordenador o smartphone son, en cierto modo, autómatas, los cuales están destinados a realizar o reemplazar una acción o trabajo humano, buscando relacionarse efectivamente y desarrollar sus funciones eficientemente, sistemas que responden a interacciones, perceptivas y acciones desde una disposición óptima, cercana a un interface. Este aspecto se repite constantemente en los textos de las teorías del diseño, en la consideración originaria constante en las decisiones que adopta el diseñador al proyectar el display de una lavadora o un ordenador, un hardware, software o un mueble, etc. Al ordenar sus elementos estructurales adecuados, intenta hacerse entendible, hacerse accesible a la normalidad en lo cotidiano, inquiere a la tecnología un estatus comprensivo o entendido sin dificultad.

Las imágenes y las cosas incorporan desde una intención muy afinada el sex appeal que carecían los artificios autómatas del pasado, este acercamiento de las cosas es la certeza del acercamiento o encuentro entre lo erótico de lo inorgánico, mutando a “cosa sintiente de lo humano”, relacionados por “un sentimiento sin deseo” en lo cotidiano.

Hoy vemos que lo que decía Maldonado  en cuanto que en el pasado “había una capacidad de ofrecer la máquina desde un aspecto frívolo”. Pero también  hay otros aspectos, argumentos desde la publicidad, el marketing o el diseño que se expresan en cuanto  encontrar analogías con lo más estimado en el hogar, las mascotas, buscando que  los productos electrónicos se invistan de docilidad, fidelidad o lo cuqui, acordes a como normalmente se manifiestan nuestras  mascotas. La publicidad que hace Amazon va orientada  a combinar las imágenes de electrodomésticos con imágenes y ladridos en variados tonos de distintos perros o la complicidad juguetona  entre el bot- aspirador y el perro de la casa. Este aspecto de la publicidad y de las distintas aportaciones formales del diseño intenta que  no  solo el electrodoméstico, sino que también la totalidad de la tecnología sean cotidiana, doméstica,  encantadoramente divertida y  por supuesto aceptada. Quizás en un futuro, muy próximo, nuestras mascotas serán autómatas que aprenderán a indexar e implementar datos de nuestras queridas mascotas. 

A diario sube de los autómatas
Un aparato cada vez más hermoso.
Nosotros sólo seríamos malogrados,
Sólo se nos creó obsoletos.
Demasiado temprano del fondo oscuro
Preformados y fuera de lugar,
Estamos en una hora demasiado tardía,
Imprecisos en este mundo.
Ah, en el círculo de lo exacto
No nos conviene estar orgullosos.
Autoconfianza sólo a las cosas,
sólo a los aparatos les está permitido el orgullo.
Canto molúsico de la industria4

Pero nuestras mascotas inocentes se divierten sin advertir cuál podría ser su final.

Citas:

1-Maldonado, Tomás. El Diseño Industrial reconsiderado, ed. Gustavo Gili, Barcelona.

2-Publicado por: salacienciencia.blogspot.com.es

3-Aznar, Chema. “Incidencia y reflexión: pensamientos en torno al diseño de  producto” Ed. Experimenta         

4-Adorno, Theodor, Canto molúsico de la industria, En Anders, Günther La obscelecencia del hombre, ed. Pretextos Valencia 

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