Diseño Industrial… a medias

Comparto mi vida profesional entre la libertad proyectual que me permite diseñar desde mi propio estudio y la realidad, la practicidad y las restricciones del mundo industrial real desde el Dpto. de Diseño de una empresa fabricante.

Esta dualidad me ha permitido siempre entender que, por encima de todo, la profesión de diseñador industrial o el acto de diseñar debe siempre contemplar que la totalidad de las soluciones planteadas deben poder fabricarse, con todo lo que eso conlleva, que no es poco.
Para mi esta dinámica es algo natural e intrínseco en mi labor diaria y jamás intento dar un paso de proyecto, ya sea desde mi estudio o desde otro contexto, sin saber si aquello que estoy planteando tendrá, no solo ya total solución de fabricación sino que es además la solución esperada en todos los sentidos. No es una tarea fácil, la verdad es que siempre estas sometido a grandes complejidades, tensiones y problemáticas pero imaginemos a lo que estaríamos sometidos si no contáramos con ese 'control'.

Este enfoque, que es más riguroso que estricto, pienso que es una de las mejores maneras para abordar un proyecto de diseño industrial. Me refiero a tener pleno control del proyecto hasta que éste ve la luz tal y cómo se ha planteado inicialmente.
De esta manera y sintéticamente se puede decir que el diseño industrial no es más que el planteamiento previo de un artefacto, normalmente innovador, que aporta unas soluciones que deben ser siempre abordables y factibles dentro de los tiempos y las inversiones previstas.

Dicho esto y dado que este espacio habla de mi propia cotidianidad como diseñador industrial comentaré que esta introducción viene dada porque esta semana pasada han puesto sobre la mesa del Dpto. de diseño que dirijo un conocido, aunque reciente, producto para intentar solucionar algunos aspectos (más bien bastantes) pues el fabricante no ha logrado aún, tras casi dos años de 'lucha', sacar una producción mínimamente decente o, por lo menos, sin problemas y el estudio de diseño original que proyectó el producto no aporta las soluciones fiables necesarias.

No es la primera vez que debemos atender revisiones de este tipo. Principalmente análisis estructurales porque las piezas no salen como deberían, o aquello que debería aguantar no tiene apenas resistencia, o los materiales seleccionados no son los más idóneos, o existen muchos problemas vs las formas diseñadas. Y es que todo –como solía decir un gran empresario industrial que tuve la suerte de conocer– se aguanta sobre el papel pero la industria necesita que se esos dibujos “tan bonitos” se aguanten también en el espacio y los aparadores.

Tras la revisión, en la que se intentará conservar como es obvio la máxima totalidad del proyecto, habrá seguramente cambios que afectarán posteriormente a los materiales y sus posibilidades, al aspecto final de las piezas, al número de elementos, al coste, etc. Nuevos factores que probablemente incidirán sobre el concepto inicial planteado por lo que el proyecto final distará, por lo menos en términos económicos e industriales, de lo que se planteó inicialmente.
Para ser sincero debo decir que tampoco es que esto se suceda a diario, o que sea una cosa de lo más normal, pero es bueno saber que no es nada extraño ni inusual (normalmente siempre hay mejor relación de la que uno se cree con la propia competencia) que muchas empresas busquemos soluciones junto a empresas que tienen experiencia de fabricación en productos y/o tecnologías similares a las nuestras, sobre todo si se han enfrentado a problemas similares y los han resuelto solventemente.

Cabe decir que el proyecto a revisar me parece realmente interesante, muy bueno y que el resultado teórico es muy elevado. En realidad, sólo deseo con este escrito, más que hacer una crítica a ciertos afamados estudios y/o diseñadores, hacer visible lo que ocurre a veces en la rebotica del diseño, mostrar y hacer evidente una enorme carencia de rigor porque creo, a partir de mi experiencia directa, que es mucho más común de lo que podemos imaginar en el seno de algunos de los grandes estudios de diseño y de algunos de los grandes diseñadores que muchos conocemos e idolatramos. Hacer una crítica, siempre positiva y constructiva, de nuestro colectivo desde dentro antes de que la realicen desde fuera y pueda ser más hiriente, es mejor.

En este caso el equipo de diseño que está tras el producto que nos ha tocado revisar es de un conocidísimo estudio de diseño que seguramente habrá cobrado lo suyo por el proyecto y que lógicamente cuando esté todo solucionado se llevarán también todos los méritos, los premios y aquí no habrá pasado nada. Nada de nada, estando nuevamente listos (con otro producto más en la calle) para que otra empresa les contrate.

Mi excepcional circunstancia en poder compartir dos diferenciados contextos (el de mi propio estudio y el desempeño del diseño desde una empresa fabricante) bajo el mismo enfoque del diseño industrial seguramente no me posiciona como un experto o me hace mejor que otros profesionales pero sí que estoy seguro de que el hecho de estar integrado en el interior de la industria me ha permitido realmente conocer un mundo necesario y obligado que a muchos diseñadores les es, o eso parece sorprendentemente, ajeno.

Pienso, y ya lo he reiterado con otras opiniones evidenciando con ello una notable carencia del sistema educativo, que el diseñador industrial está obligado a conocer este contexto real porque sin él muchos proyectos pasarán en un futuro por mesas ajenas para que sean revisados y/o solucionados por otros. Y desde luego eso a mi me haría plantearme muchas cosas como profesional.

Para acabar, y esto es realmente lo sustancial de esta reflexión, es importante dejar expresado que el problema va mucho más allá pues estos mismos proyectos a revisar y/o solucionar algunas veces ya han sido premiados con prestigiosos reconocimientos internacionales y expuestos con gran éxito en ferias sectoriales, lo que permite imaginar el “sin sentido” de toda esta situación y lo especulativo que tiene también el entorno más visible del diseño industrial. Soy consciente que el mundo de diseño no es ajeno a otros sectores, por ser en realidad un importante motor económico, así que no es de extrañar que tenga su propia burbuja. Pienso que desde hace muchos años hemos vivido una enorme burbuja del diseño industrial que parece que empieza a desinflarse.

¿Es este el diseño que queremos para el futuro ahora que se habla tanto de él?, ¿Es este el diseño que precisan las empresas? Vistas las críticas recientes (a raíz de la clausurada feria de Milán) sobre el papel superficial de las vacas sagradas del diseño está claro que algo tiene que empezar a cambiar. Y es que no sólo basta, en realidad jamás ha bastado aunque en otros periodos más sobrados  todo valiera, hacer un proyecto sustentado únicamente en la apariencia o la superficie sin profundizar en su estructura y tener controlada su fabricación de forma total. Estos diseñadores, por lo menos a todos ellos a los que mi empresa y desde el Dpto. de diseño que dirijo les ha tenido que aportar soluciones, deberían ser sinceros con ellos mismos y preguntarse si es moral y decente vender esta cultura de proyecto y/o este Diseño Industrial a sus clientes, empresas o a la misma sociedad. Y puestos a exigir preguntarles también a esas empresas porque no apuestan por otros diseñadores tras esas constantes experiencias negativas que sufren por los productos de firma que hay que revisar constantemente y que rompen todo tipo de previsiones.
 

Un comentario en “Diseño Industrial… a medias”

  1. A eso de trabajar sobre las apariencias dejando a un la lado lo estructural y sustancial del diseño yo le llamo «mitotécnia» o «ciencia de apantallar» y crear mitos; como prácticas sostenidas por el mercadeo y la «inflación de la imagen». Por lo general son productos que se caen solos, que meses después de adquiridos se aflojan y terminan siendo basura que nadie sabe qué hacer con ellos.

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