Cosas del Otro mundo. La columna de Manuel Bañó en Experimenta

La columna de Manuel Bañó: Lo que vale y lo que cuesta una compresa

El periodo de menstruación es un momento complicado de gestionar en la vida de las niñas y de las mujeres en cualquier parte del mundo, pero resulta crítico si eres pobre y vives en un entorno sin recursos. A pesar de que la menstruación es un proceso natural que implica a la mitad de la población mundial, allá donde falta información y donde faltan medios este hecho biológico se vive con vergüenza y se trata como algo secreto, lo que lleva a las mujeres a ser discriminadas y excluidas mientras tienen el periodo.

Que una niña se sienta discriminada y excluida durante una semana al mes, parece insoportable y es intolerable.

Las cuestiones culturales complican aún más la de por sí difícil gestión de la higiene menstrual. En muchas zonas de África cuando una niña tiene el periodo por primera vez esto se toma como una señal de disponibilidad para el matrimonio y la maternidad… aunque siga siendo una niña. En otros lugares no se les permite salir de casa, se les obliga a comer solas, se condiciona su dieta, o incluso se les destierra a cobertizos de menstruación, y por supuesto no se les deja asistir al colegio.

La columna de Manuel Bañó: Lo que vale y lo que cuesta una compresa. Fotografías del autor
La columna de Manuel Bañó: Lo que vale y lo que cuesta una compresa. Fotografías del autor

A estas cuestiones culturales asociadas a la menstruación se suma el problema de la práctica de la higiene durante este periodo. Solo por esta cuestión -el acceso a la higiene- muchas de las niñas de África faltan a la escuela durante el ciclo menstrual, lo cual supone una enorme pérdida de conocimientos, de participación en la vida comunitaria y de oportunidades frente a sus compañeros varones. 

Háganse la idea:

Imaginen que una vez al mes, una niña, con sus muslos manchados de sangre, se enfrenta al reto de limpiar esa sangre de su cuerpo y de su ropa, allá donde hay poco o nulo acceso al agua, es decir; en la mayor parte del campo africano. Imaginen que esa niña haya sufrido mutilación genital, lo que la hace mas vulnerable a infecciones…¿de donde sacará agua limpia para su higiene menstrual…?

Que difícil debe ser tener la regla y ser pobre. 

Pero la regla dura varios días y de alguna manera habrá que contener la sangre… En las zonas más pobres las mujeres usan hojas, barro, cenizas u otros materiales vegetales que, como comprenderán, resultan poco eficaces y son vectores de infecciones. En otras zonas usan harapos o en el mejor de los casos paños de algodón. Pero hay que cambiarlos, lavarlos y secarlos a menudo, y para ello hace falta disponer de material de recambio, agua limpia y jabón.

La columna de Manuel Bañó: Lo que vale y lo que cuesta una compresa. Fotografías del autor
La columna de Manuel Bañó: Lo que vale y lo que cuesta una compresa. Fotografías del autor

Agua limpia y jabón, y un lugar privado y seguro. ¿Y donde consiguen esto en una comunidad pobre de pequeñas chozas de adobe?

Tampoco resulta cómodo para una mujer tender al sol y a la vista de todos, los paños y ropa lavada. A veces las mujeres ni siquiera disponen de ropa interior de recambio.

Para facilitar la higiene menstrual, en los países ricos tenemos diferentes soluciones. Las compresas industriales, por ejemplo, facilitan este proceso, pero tienen un coste difícil de asumir por las familias y una posterior gestión medioambiental muy compleja. Por otro lado, la copa menstrual o los tampones, al ser dispositivos internos son culturalmente mucho más difíciles de aceptar. Además, la copa menstrual, por ser reutilizable, requeriría una estricta limpieza y desinfección a base de agua y jabón, que no siempre están disponibles. Imaginen estas “soluciones” en un contexto empobrecido y en una cultura llena de tabúes…

La columna de Manuel Bañó: Lo que vale y lo que cuesta una compresa. Fotografías del autor
La columna de Manuel Bañó: Lo que vale y lo que cuesta una compresa. Fotografías del autor

Para una mujer pobre de cualquier parte del mundo, el uso de varias compresas al mes supone un lujo que difícilmente puede permitirse, y los impuestos que gravan estos productos aún hacen más difícil el acceso a las mismas. En 2004 Kenia fue el primer país africano en quitar las tasas a estos productos de higiene, al mismo tiempo que inició una campaña nacional informativa sobre la higiene menstrual en la que, de paso, repartía gratuitamente compresas en las zonas con menos recursos del país (hasta que se agotaron…) En España esto se está considerando en 2022, 18 años después que Kenia. Ahí lo dejo.

En países como Ruanda, Kenia o Uganda existen diferentes proyectos como SHE LaunchPad, MAKA Pads o AFRIpads que organizan talleres cooperativos e instruyen a las propias mujeres en la fabricación y venta de compresas biodegradables hechas con algodón y fibras vegetales como la cepa de plátano o la hoja de palma, y de paso las implican en la difusión local de la correcta gestión de la higiene menstrual. Es una buena manera de cerrar el círculo del buen diseño; las mismas mujeres usuarias fabrican, comercializan y utilizan un buen producto ecológico a precio local.

La columna de Manuel Bañó: Lo que vale y lo que cuesta una compresa. Fotografías del autor
La columna de Manuel Bañó: Lo que vale y lo que cuesta una compresa. Fotografías del autor

UNICEF define claramente los requisitos determinantes de lo que denomina como MHM (Menstrual Hygiene Management): “Las mujeres y las adolescentes deben tener acceso a material para absorber o recoger la sangre, y poder cambiarlo tan a menudo como se requiera en completa privacidad mientras dure el periodo de la menstruación, usando jabón y agua para lavar su cuerpo si fuera necesario, y pudiendo depositar los materiales usados en un sitio conveniente”. Pero en las zonas deprimidas de África, difícilmente se cumple ni uno solo de estos requisitos. 

Imaginen una niña de 15 años en plena menstruación, desinformada, dolorida, asustada y avergonzada, sin saber cómo contener la sangre y sin saber cómo lavar su cuerpo, que quizás ni dispone de ropa interior, decidiendo si va al colegio o no.

¿Ustedes qué harían?

PD._ “Si los hombres tuvieran el periodo”… el mundo sería muy diferente. La menstruación se vería como signo de virilidad y de empoderamiento masculino, y se comentaría profusamente en redes sociales. Los elementos de higiene menstrual masculina estarían diseñados como gadgets tecnológicos y los anunciarían famosos deportistas… #tengolaregla sería trending topic…“If men had periods”. Esta es la base de una divertida campaña de concienciación de www.wateraid.org que anima a visibilizar la situación de 1250 millones de mujeres que no tienen acceso a un lugar seguro ni a una adecuada higiene menstrual. 

No se pierdan este video (enlace)

La columna de Manuel Bañó: Lo que vale y lo que cuesta una compresa. Fotografías del autor
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