La columna de Emilio Gil en Experimenta. Hoy:

La columna de Emilio Gil en Experimenta. Hoy: La “R” con el Sandeman

En 1997, coordinada por el artista Fernando Bellver, la Fundación Juan March organizó una exposición en la que sesenta y nueve artistas —pintores, escultores, fotógrafos, diseñadores— fuimos invitados a convertir una letra, o unas comillas de apertura y cierre de la frase “Si el objeto del arte es el objeto de arte entonces el arte no existe fuera del arte” en una obra artística. La letra «R» a mi cargo, y que resolví junto con la diseñadora gráfica María Ulecia, fue mi primera experiencia en el campo del collage digital. En aquel momento, bajo ese título de corte tan «dunchampiano» y sin ser consciente, iniciaba una relación no prevista entre el collage y mi trabajo profesional.

En el grupo de artistas que formamos esta colectiva estaban nombres tan importantes en el arte español como Eduardo Chillida, José Hernández, Luis Gordillo, Rafael Canogar, Jauma Plensa, Eduardo Arroyo, Chema Madoz, Manolo Valdés o Joan Brossa. La exposición contaba con un ensayo a cargo de Javier Maderuelo, un texto en el que hablando de los “ready made” de Marcel Duchamp era posible sustituir todo lo referido a los objetos de ferretería ya fabricados, encontrados y seleccionados por el artista, por los componentes de cualquier collage bi-dimensional. Maderuelo escribió que “el acto de Marcel Duchamp evidencia que ‘elegir’ es crear”. Maderuelo afirmaba que las palabras habían entrado en el mundo de la pintura de manos del cubismo: “así las palabras suplantan no sólo la imagen de los objetos sino a los mismos objetos”. Se podría añadir que las piezas reales, no pintadas, entraron en el mundo del arte de manos del collage.

Resulta paradójico que mi primer collage hasta el momento, fuera mi único collage digital. Admiro enormemente el trabajo de la collagista portuguesa Cristiana Couceiro, sus trabajos son de enorme belleza. Composiciones, en las que introduce una gama de color reconocible, que se combinan con imágenes fotográficas, reproducidas en las publicaciones más prestigiosas del mundo: New York Times, The New Yorker, Washington Post, Le Monde… La única salvedad es que sus collages son “híbridos”. Como ella misma explica trabaja a partir de composiciones realizadas físicamente y añade transparencias o toques de color con el ordenador. Y aquí para mi se produce la contradicción. El collage es una técnica artística que tiene su interés y su justificación cuando es algo físico, real. El ordenador viene a romper con el sentido profundo que el collage tiene: trabajar con las manos y con piezas reales. Esta es mi única discrepancia con el trabajo de esta artista portuguesa y la razón por la que no he vuelto a realizar ningún collage digital más. La palabra “objeto” introducida en el título de esta exposición tiene gracias a su doble sentido, todo el sentido del mundo al referirse al collage: el objeto como tal debe ser físico y el objeto como finalidad está en su esencia.

Los fragmentos que componen este collage estaban ajustados a las líneas de trazado de un “R” redibujada a partir de las letras que se encuentran en la lápida que adorna la base de la columna Trajana en Roma en honor del Emperador Trajano, en el año A.D. 114, La intención que sub yacía era recordar la enorme influencia que esa tipografía ha tenido en el desarrollo del resto de tipografías que desde entonces se han creado englobadas todas bajo la categoría de “romanas”. Muchas de las familias tipográficas más famosas dentro de las que tienen remates triangulares como son la Times, la Garamond, la Caslon o la Baskerville pertenecen a ese grupo. Me parecía que ya que se trataba de un juego a partir de una letra lo mejor era, a modo de homenaje, hacerlo con una de las letras de mayor belleza en la historia de la escritura. Y evidenciar las líneas de trazado de una letra ayudaba fundamentalmente a dos cosas: comprobar el meticuloso trabajo de proporciones, espacio interiores y grosores de los trazos que hay detrás de cada letra bien definida y, a la vez, llamar la atención sobre que una letra es en sí misma una ilustración. En muchos casos no hace falta acompañarla de ninguna imagen, ya lo es por sí misma.

El resto de fragmentos, sin embargo, hacían referencia a otro tipo de iconos clásicos pero contemporáneos: el logo de IBM de Paul Rand, el rombo imposible de Renault de Víctor Vasarely y la potente silueta del caballero portugués con sombrero y capa que anuncia el vino de Oporto Sandeman.

En la colaboración que el Premio Nacional de Diseño, Enric Satué, hizo para el libro “Un toro negro y enorme”, situaba la silueta negra del símbolo de carretera de Osborne, el toro que diseñara Manolo Prieto, junto a las de Tio Pepe y Sandeman jugando con una desproporción de tamaños exagerada para evidenciar sus preferencias y tomar partido de alguna manera por lo que él mismo consideraba que había calado en “el conjunto del pueblo, desde el alma popular a la ilustrada”.

El dibujo del hombre de la capa, que en el collage se apoya en el trazo vertical de la “R”, fue realizado en 1928 por el artista escocés George Massiot Brown que sin embargo firmaba como G. Massiot intentando aparecer como francés debido a que en aquellos años los carteles franceses estaban de moda. La famosa silueta viste la típica capa de estudiante portugués y el sombrero jerezano de ala ancha y al igual que el toro de carretera español se ha convertido en uno de los iconos que se identifican con la nación donde nacieron. En ambos casos, “su enorme capacidad de evocación procede de la síntesis feliz que se realiza entre tradición y modernidad, entre arte e industria, o si se quiere, entre naturaleza y artificio”, como escribió Agapito Pageo en el prólogo del multipremiado libro “Un toro negro y enorme” que diseñamos en Tau en el año 1994.

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