La columna de Joan Costa en Experimenta

La columna de Eugenio Vega: Das Rote Wien (la Viena Roja)

“No conocí la Viena de entreguerras y soy demasiado joven como para recordar la vieja capital con su música de Strauss y su encanto un poco pretencioso; para mí era sencillamente una ciudad cubierta de ruinas sin dignidad. El Danubio, un río grisáceo y fangoso, se veía a lo lejos, al otro lado de la zona rusa donde estaba el Prater destruido, desolado y cubierto de malas hierbas, con la gran noria dando vueltas sobre los cimientos de los tiovivos, como piedras de molino abandonadas, el hierro oxidado de los tanques destrozados que nadie había apartado y los hierbajos mordidos por la helada, sólo cubiertos por una fina capa de nieve.” (Graham Greene, 1950).

I

Parte de la película El tercer hombre (1949) fue rodada en Viena en los años inmediatamente posteriores al final de la Segunda Guerra Mundial. La ciudad aparece en ruinas, como muchas otras ciudades europeas en aquellos años. pero aquella no era la primera derrota que sufría Austria pues veinte años antes, en 1918, el final de la Primera Guerra Mundial trajo consigo el hundimiento del Imperio Austro Húngaro, un conglomerado multiétnico y lingüístico que abarcaba naciones tan dispares que difícilmente hubieran podido sobrevivir en el mundo de la posguerra. Con la desaparición del imperio se implantó en Austria una república a la que la Sociedad de Naciones prohibió unirse a Alemania con la que mantenía vínculos culturales e históricos que nadie podía negar.

De la República de Weimar se ha escrito mucho; de su efervescencia cultural, de la creación de la Bauhaus y de la conversión del NSDAP en un partido de masas encabezado por un acuarelista austriaco que (para desgracia de la humanidad) no fue admitido en la academia de Bellas Artes de Viena. De los turbulentos años de la república austriaca se sabe menos, pero, al igual que en Alemania, la diabólica combinación de inestabilidad política y renacimiento cultural hace de aquellos años un periodo de indudable interés para cualquiera interesado en las paradojas de la historia.

Aunque Austria fue gobernada en sus primeros años por los socialdemócratas del SPO, a partir de 1920 el poder quedó en manos de los socialcristianos, un partido conservador más interesado en implantar un estado corporativo al modo de la Italia de Mussolini que en preservar la democracia republicana. El sacerdote católico, Ignaz Seipel (con la ayuda de Dios) llegó a ser primer ministro en varias ocasiones. De la reacción antirrepublicana solo se libró Viena, la antigua capital del Imperio, convertida para algunos en un feudo revolucionario, aunque fuera gobernada por los socialdemócratas que, como es sabido, se caracterizan por su natural capacidad para acomodarse a lo que venga. Ante el temor que inspiraba en las gentes de bien el gobierno socialista de la capital, los socialcristianos llegaron a acuerdos con los nacionalsocialistas austriacos y promovieron una reforma para crear un estado corporativo, algo que llevó a cabo Engelbert Dollfuß cuando fue nombrado canciller en 1932.

La columna de Eugenio Vega: Das Rote Wien (la Viena Roja)
Vista aérea del George Washington Hof en la ciudad de Viena. El edificio se convertiría en el cuartel general de las fuerzas socialdemócratas durante los sucesos de febrero de 1934. Fotografía de Thomas Ledl, 2016 (CC BY-SA 4.0).

II

Das Rote Wien (la Viena Roja) se convirtió en el símbolo de una política urbanística de carácter social y de una arquitectura racionalista de orientación más práctica y razonable que la de gran parte del Movimiento Moderno. Hacia 1919, tras la caída del Imperio, el problema de la vivienda en la ciudad era de tal magnitud que gran parte de la población vivía en condiciones infrahumanas. Pero, frente a la arquitectura segregadora y organicista con la que Le Corbusier daría forma a la banlieue parisina durante el gaullismo, el racionalismo vienés, surgido de la necesidad, puso en marcha soluciones razonables se alejaban de la tentación de “elaborar una teoría del hábitat”, tan habitual entre los arquitectos inquietos.

 El ayuntamiento de Viena, con el alcalde Karl Seitz al frente, se conformaba con resolver problemas inmediatos con los medios que tenía a su alcance. La restauración de edificios y la construcción de otros nuevos dentro de los límites de la ciudad contribuyeron a una interacción más razonable entre el centro histórico y las zonas urbanizadas (Prokopljević, 2021). Fueron muchas las intervenciones que se llevaron a cabo en esos años: los denominados Hofe (o patios de vecindad), construcciones de gran tamaño integradas por viviendas en alquiler, eran un signo de identidad de las nuevas políticas sociales de la socialdemocracia republicana (Hatherley, 2015). 

La financiación de aquel ambicioso programa vino de los fondos obtenidos a partir de una serie de impuestos sobre la propiedad y los productos de lujo que serían conocidos como Breitner Steuern, en referencia a lo político socialdemócrata Hugo Breitner (Prokopljević, 2021). Como es lógico, estas medidas no gustaron mucho al gobierno federal formado por socialcristianos y apoyado por los nacionalistas.

III

Pero, quizá de todos los proyectos que se levantaron, el que simbolizó de una manera más evidente aquel proceso de renovación urbana fue el Karl Marx Hof, construido entre 1927 y 1930 en Heiligenstad, al norte de la ciudad, capaz de albergar a 5.000 personas. Para ello se utilizaron unos terrenos cerca de la estación de ferrocarril que medían más de un kilómetro de largo. El resultado fue un edificio perimetral cuyo espacio interior estaba ocupado por zonas verdes y diversos servicios comunitarios ubicados en la planta baja o en construcciones aisladas en el espacio central. A pesar de su gran tamaño, el complejo se dividía en diferentes zonas para crear comunidades reducidas que permitirían un vínculo más personal entre los vecinos, y entre ellos y el entorno. Las viviendas, todas en régimen de alquiler, tenían un tamaño de entre treinta y sesenta metros cuadrados.

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El complejo de viviendas Karl Marx Hof en 2009, en una fotografía de Dreizung (CC BY-SA 3.0).

El inevitable aspecto de fortaleza del edificio reforzó su simbolismo revolucionario y lo convirtió en un objetivo de las fuerzas de derecha durante los sucesos violentos que tuvieron lugar en febrero de 1934. Aunque los enfrentamientos entre la Republikanischer Schutzbund (la milicia socialdemócrata) y y la Heimwehr (los grupos paramilitares nacionalistas) se iniciaron en Linz, en pocos días se extendieron al resto del país. En Viena, las fuerzas republicanas y socialistas se atrincheraron en el George Washington Hof, otras de las muchas construcciones levantadas durante los años de la Viena Roja. 

El Karl Marx Hof fue bombardeado por el ejército federal lo que provocó la rendición de los sitiados. La represión gubernamental, condenada por Francia y Gran Bretaña, dejó fuera de la ley a los socialistas, los expulsó de los cargos públicos y suprimió los sindicatos. El canciller Dollfuß, ya sin oposición, pudo instaurar una dictadura corporativa. Pero unos meses después, con la llegada del verano y sus turbulencias climáticas, los nacionalsocialistas austriacos (en connivencia con los alemanes) a Dollfuß y Austria quedó a merced de los caprichos de Hitler sin nadie que pudiera oponerse a su voluntad. El país sería invadido en marzo de 1938 y anexionado al Tercer Reich.

IV

Karl Ehn, un discípulo de Otto Wagner, fue el arquitecto encargado de poner en marcha aquel ambicioso proyecto. Aunque se le tuvo por una persona vinculada al SPO, el partido socialdemócrata, continuó trabajando para la ciudad de Viena, no solo cuando triunfó la contrarrevolución. sino tras el Anschluss que supuso la anexión del país a Alemania. En realidad, su carrera no terminaría hasta 1949, cuando volvió a trabajar para una administración impuesta por los aliados (Prokopljević, 2021).

La columna de Eugenio Vega: Das Rote Wien (la Viena Roja)
Antes de construir el Karl Marx Hof, Karl Ehn había llevado a cabo un proyecto de similares características, el Bebelhof, que aparece aquí en una fotografía de autor desconocido tomada hacia 1930.

Años después, se repararon los daños sufridos en el edificio por los bombardeos y se recuperaron algunos espacios para explicar el significado y la relevancia de la arquitectura de la Viena Roja. A pesar del tiempo transcurrido, el Karl Marx Hof y otras iniciativas de aquellos años siguen siendo de interés para afrontar las necesidades de vivienda. La especulación inmobiliaria iniciada en los años noventa demostró que es imposible resolver ese problema liberalizando suelo y poniéndolo en manos de la iniciativa privada. Como consecuencia la burbuja que explotó en 2008 trajo consigo, no solo la ruina de muchas familias, sino una distorsión irreversible del mercado laboral, sobre todo en España. 

Desgraciadamente, no todos los problemas son tan sencillos como los derivados del cambio climático que (según fuentes oficiales de toda solvencia) pueden resolverse poniendo geranios en el balcón de nuestras casas (Telemadrid, 2023). 

Referencias

Ehn, Karl et al. (1930) Der Karl Marx Hof. Die Wohnhausanlage der Gemeinde Wien auf der Hagenwiese in Heiligenstadt. Viena, Josef Schweinberger.

Greene, Graham (1950) The third Man and the fallen Idol. Londres, Heinemann.

Hatherley, Owen (2015) “Vienna’s Karl Marx Hof: architecture as politics and ideology”, en The Guardian, 27 de abril de 2015.

Himpele, Klemens (2019) Das Rote Wien in Zahlen, 1919-1934. Stadt Wien

Prokopljević, Jelena (2021) “Karl Marx Hof, la supermanzana de la Viena Roja” en Veredes.

Telemadrid (2023) Debate de los candidatos a la Comunidad de Madrid, 16 de mayo de 2023.

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