La columna de Eugenio Vega en Experimenta

La columna de Eugenio Vega: Retorno al pasado

“No quiero un futuro, lo que quiero es un presente. Me parece más valioso. Sólo se quiere un futuro cuando no se tiene un presente, mientras que si se tiene un presente, uno hasta se olvida de pensar en el futuro” (Robert Walser, 1907).

I

Hace ahora cien años, en 1923, un arquitecto suizo conocido como Le Corbusier publicó un libro titulado Vers une architecture (Hacia una arquitectura) que tendría una relevante influencia en el diseño y la arquitectura del pasado siglo. Lo que se dio en llamar Movimiento Moderno asumió, para bien y para mal, muchas de las ideas planteadas en sus páginas.

Vers une architecture recopilaba los artículos publicados en la revista L’Esprit Nouveau, fundada en 1920 por Le Corbusier y por Amédée Ozenfant. Formalmente, la obra pretendía ser un ensayo visual donde textos e imágenes se complementaran en una suerte de remedo cinematográfico. Pero la tosquedad de la composición tipográfica (que hubiera sonrojado a Jan Tschichold) y la pobreza de la estructura visual convirtieron el libro en uno más de esos tristes intentos con que la vanguardia de aquel tiempo despreció el arte de la imprenta. Reyner Banham, tan dado a las declaraciones exageradas, llegó a afirmar que era la única obra sobre arquitectura que llegaría a formar parte de la literatura del siglo XX (Mistry, 2020), cosa que nunca sucedió como era lógico.

Hace unas semanas, The Guardian publicaba un artículo en el que diversos arquitectos (casi todos muy nombrados) hacían una valoración de aquel libro y del legado que dejó su autor. Frank Gehry afirmaba que sin la influencia de Le Corbusier no hubiera llevado a cabo gran parte de su obra. Por el contrario, Kate Macintosh reconocía que “tras la fascinación inicial”, se volvió más crítica con el arquitecto suizo (Moore, 2023). Rem Koolhaas señalaba que sus planes urbanísticos han sido polémicos porque no fueron concebidos para la vida real sino para situaciones ideales que nunca se dieron. Quizá, quien más atinada estuvo fue Denise Scott Brown cuando dijo que, aunque que le gustasen sus edificios, el autor de Vers une architecture “nunca entendió como funcionan las ciudades”:

“Le Corbusier decía que las urbes europeas fueron construidas por los burros, a partir de las huellas que dejaban a su paso […] el animal, guiado por su intuición, bordeaba las elevaciones en lugar de pasar por encima de ellas. Así tomaron forma los hermosos patrones de las ciudades antiguas. El burro no era tonto, era un funcionalista; quien era un asno era Le Corbusier” (Moore, 2023).

Para Adam Nathaniel Furman (creador), que recordaba su desapego del Movimiento Moderno, Le Corbusier “no siguió sus propias reglas, porque era un artista” que ejerció sobre él “una influencia espiritual”. Desde otra perspectiva, Jacques Herzog recordaba que la modernidad ha obligado a creer en sus postulados, no a razonarlos, de tal manera que ha pretendido dejar a un lado cualquier sombra de duda para que sus ideas arquitectónicas se asumieran como actos de fe: “Cuando lees Vers Une Architecture y ves algunas de sus propuestas urbanas, no puedes dejar de reconocer que en realidad eran consecuencia de la excesiva sobrevaloración que Le Corbusier tenía de sí mismo” (Moore, 2023).

La columna de Eugenio Vega: Retorno al pasado
El edificio como objeto escultórico. Notre Dame du Haut en Ronchamps (Franco Condado), proyectada por Le Corbusier y terminada de construir en 1954.  Fotografía de Sandra Cohen Rose y Colin Rose, 2006 (CC BY 2.0).

II

Como es sabido, Le Corbusier no es hoy el personaje venerado que llegó a la cima de la fama en la Francia del gaullismo. Las controversias en torno a su arquitectura (Jacobs, 1961) y a sus posiciones políticas (Perelman, 2015) le han convertido en un personaje discutido cuando no rechazado. 

Como es lógico, en Vers una architecture aparecen muchas de las ocurrencias que le convirtieron a en un personaje polémico. La estandarización como instrumento de relación ente las personas y el entorno tiene una presencia inevitable. En el capítulo sobre el automóvil afirma que “todos los hombres tienen un mismo organismo, unas mismas funciones; todos tienen las mismas necesidades. El contrato social a través de los tiempos ha determinado clases, funciones y necesidades que tienen su origen en una utilización estandarizada de las cosas” (Le Corbusier, 2023, 108). 

En esa inclinación es perceptible la influencia de las teorías eugenésicas que alimentaron la discriminación social y el racismo de los movimientos políticos más radicales del siglo pasado. El Modulor, su visión antropométrica resultado de una comprensión literal de esas ideas, es una propuesta inhumana que no podía producir otra cosa que la exclusión social (Perelman, 2015).

La columna de Eugenio Vega: Retorno al pasado
La antropóloga Eva Justin haciendo un molde de la cabeza de un joven gitano para el Centro de Investigación de Higiene Racial del Tercer Reich. Fotografía de autor desconocido, 1936. Bundesarchiv (CC BY-SA 3.0)

Por otra parte, su relación con el fascismo no fue un asunto menor. Durante la ocupación de Francia por los alemanes, Le Corbusier se pasó gran parte del tiempo en Vichy, yendo por los hoteles y balnearios donde estaban instalados los ministerios para ver si conseguía algún encargo de las autoridades del régimen de Pétain. La admiración que sentía por Hitler iba acompañada de un profundo antisemitismo que era frecuente en la vanguardia de aquel tiempo (Perelman, 2015). 

En una carta enviada a su madre hacia 1918, Walter Gropius expresaba sin tapujo sus prejuicios raciales: “Los judíos, a los que estoy comenzando a odiar más y más, están destruyéndonos […] son el mismo diablo” (Weber, 2009, 39). Diez años después de que se publicara Vers une architecture, en la primavera de 1933, lo que quedaba de la Bauhaus fue cerrada por la Gestapo. Pocos recuerdan que, entre los estudiantes de la escuela había grupos activos de extrema derecha que recibieron a la policía con banderas nacionalsocialistas (Dvir, 20210). El ingenuo Kandinsky, que llevaba desde 1928 denunciando a los alumnos de extrema izquierda, se vio de pronto en la lista negra del nuevo régimen que pedía su cabeza (junto a la de Hilberseimer) para consentir la reapertura de la escuela.

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Un miembro de la Milice Française, el cuerpo paramilitar del régimen de Vichy, vigila a varios prisioneros de la resistencia con un arma de fabricación española. Junio de 1944. Fotografía de autor desconocido. Bundesarchiv.

III

Cabe preguntarse por qué Le Corbusier y otros personajes de aquel tiempo (que no eran en ningún caso ingenuos) sucumbieron al antisemitismo y a diversas formas de totalitarismo hasta el extremo de ver en aquellas ideologías inhumanas signos de progreso. Quizá, se limitaron a seguir el rastro del dinero que deja el poder a su paso, sin entrar en ninguna consideración moral. A fin de cuentas, el diseño y la arquitectura han sido capaces de cohabitar con los regímenes más siniestros. 

En Auge y caída del orden neoliberal, el historiador norteamericano Gary Gerstle señala el final de una era dominada por el libre mercado y la globalización y el inicio de otra caracterizada por el etnonacionalismo y el rechazo a la cultura cosmopolita del último medio siglo. Como es previsible, incluye entre las señales de ese cambio la llegada al poder de Donald Trump en 2016. Pero no es el único país en el que este retorno al pasado ha tenido lugar. En un artículo publicado hace unos días, Gordon Brown (uno de los más señalados representantes de esa cosa tan peculiar que fue el laborismo neoliberal) expresaba sus temores por el ascenso del neofascismo (Brown, 2023). Desde el final de lo peor de la pandemia, cada vez que hay elecciones en Europa, la presencia etnonacionalista es mayor en los parlamentos y en los gobiernos, incluso en países que parecían vacunados contra los extremismos.

Durante la era neoliberal, el diseño no solo convivió con un sistema político poco dado a la compasión, sino que se convirtió en una de las principales herramientas para disimular la creciente destrucción del estado del bienestar. Como ya se ha apuntado en otras ocasiones, su contribución a una relación de las instituciones públicas con los ciudadanos ha convertido al diseño en un instrumento para la despersonalización de las relaciones humanas. Es probable que intente adaptarse a esa nueva era que nos devuelve al corazón de las tinieblas del siglo XX, qué remedio le queda. Pero no parece fácil que el diseño pueda renunciar al cosmopolitismo de la era digital que lo ha convertido en un instrumento esencial para el sistema económico y pueda aceptar (sin más) una tradición cultural que hunde sus raíces en la deslegitimación de la democracia.

Referencias

Banham, Reyner (1960) Theory and Design in the First Machine Age. Nueva York, Praeger.

Brown, Gordon (2023) “Spain’s election is a key battle in the Europe-wide struggle against neofascism”, en The Guardian, viernes, 14 de julio de 2023.

Le Corbusier (1923) Vers une Architecture. París, Les editions Georges Crès et compagnie.

Dvir, Noam (2010) “Members of the Bauhaus Movement Cooperated With the Nazis, Too”, en Haaretz, 13 de enero de 2010.

Gerstle, Gary (2023) Auge y caída del orden neoliberal. La historia del mundo en la era del libre mercado. Barcelona, Península.

Jacobs, Jane (1961) The Death and Life of Great American Cities. Nueva York, Random House.

Mistry, Rémi (2020) “Vers une architecture, un manifeste visionnaire signé Le Corbusier”, en BnF Galliga, 17 de junio de 2020.

Moore, Roman (2023) “100 years of Le Corbusier: what does he mean to today’s architects?”, en The Guardian, domingo 25 de junio de 2023.

Perelman, Marc (2015) Le Corbusier, une froide vision du monde. París Michalon Editeur.

Neidhardt, Anja (2017) “Herbert Bayer and the Ethics of Design”, en Fictional Journal # 02.

Walser, Robert (1907) Geschwister Tanner. Berlín, Bruno Cassirer Verlag.

Weber, Nicholas Fox (2009) The Bauhaus Group. Six Masters of Modernism. Nueva York, Alfred A. Knopf.

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