Conocimiento teórico y experiencia.

Dos de los grandes “caballos de batalla” de cualquier profesión son la teoría y la experiencia y el diseño industrial no iba a ser menos.

Cuando uno acaba de estudiar podemos reconocer que lo único que hemos adquirido son exclusivamente una serie de conocimientos teóricos sobre nuestra futura profesión y de cómo los debemos aplicar y en que situaciones.
Así que para un diseñador industrial recién llegado a la profesión estos conocimientos teóricos serán seguramente como un tronco en el mar en el que agarrarse para no hundirse. Se convierten en nuestra primera garantía de proyecto y por ello es muy común que los más jóvenes profesionales se respalden siempre en ellos sin atender muchas veces otro tipo de recomendaciones externas.

En el otro lado tenemos “la voz de la experiencia". La experiencia, que paradójicamente, muchas veces contradice la propia teoría adquirida. Por ello quien es poseedor de esta experiencia contrastada tiene una garantía sin igual porque, a la fin, no deja de ser conocimiento adquirido de forma empírica y tiene un enorme valor.

Cuando empecé en el mundo del diseño industrial solía, y aun hoy es así, oír de muchos empresarios, industriales o técnicos aquello de:

-“ No, no… Mejor esto que has planteado así lo haremos de esta otra manera porque esto nos dio problemas en su día y nuestra experiencia nos dice que….”

Por norma general siempre he atendido las recomendaciones de mis clientes y proveedores en cuanto a experiencia en soluciones se refiere, si más no siempre las he considerado seriamente. Entiendo que la gran mayoría de ellos conocen mejor sus productos y lo que precisan. Hasta el día de hoy puedo decir que he acertado atendiendo estas opciones, hecho que ha motivado que haya ido actualizando mis conocimientos teóricos, sustituyéndolos muchas veces por este nuevo conocimiento comprobado. 

Cuando comenzamos en el mundo del diseño industrial solemos descurbrir durante los primeros proyectos (por lo menos  a mí así me pasó) que no solo no lo sabemos todo sino que a veces nuestros clientes y proveedores saben más que nosotros sobre ciertos aspectos que creíamos conocer muy bien. Creo que todo esto es muy lógico si aceptamos que los conocimientos teóricos están, en cierta medida, obsoletos porque la tecnología y la ciencia avanzan muy rápidamente y la estructura académica no es capaz de procesarlos a esa velocidad.

Por todo ello creo que la primera máxima de un buen diseñador industrial es saber escuchar y no dar nada por sentado. Al final la experiencia se acabará conviertiendo en el mejor y más afinado conocimiento posible y seremos nosotros mismos en primera persona los que, proyecto tras proyecto, podremos aplicarlos para mejorar.
 

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