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Ávila, García, Gómez: respiros de la pintura

La Galería Nacional (Museo del Niño, San José, Costa Rica), para el mes de agosto 2012, ofrece tres “respiros” de muy diversa naturaleza de la pintura en Costa Rica. Ricardo Ávila exhibe “Ciudades 2012”, son acrílicos sobre tela en formatos grandes y medianos; Alejandro García expone “Crónicas Urbanas”, técnica encáustica en pequeños cuadros de excelente factura, y Álvaro Gómez pintó aguas vibrantes en acrílicos con medianos y grandes tamaños.

Ciudades 2012, de Ricardo Ávila
Ávila
es un intérprete de las contingencias de la ciudad contemporánea. El carácter de su pintura va desde el justo trazo ortogonal al caos, de la estricta geometría ángulo-recto al imprevisible orgánico, todo para aludir la contradicción de estos tiempos. El artista reinventa el “entramado del desasosiego”, y, como si fuera arquitecto urbanista, recrea ese trazo con otro carácter de paisaje: “Ciudad Orgánica”, “Ciudad Circular”, “Ciudad Encuadrada”, “Ciudad Caos”; lenguaje y obras que suman a sus ya conocidas “Ciudades Satélites”, u otras imaginativas miradas puestas en la urbe ideal, las soñadas de Ïtalo Calvino en sus “Ciudades Invisibles”, o en aquella otra para cual ya no existe paliativo alguno.

Ricardo Ávila, Ciudad Encuadrada, 2012, acrílico sobre tela. Foto LFQ.

Ricardo Ávila, Ciudad Caos, 2012, acrílico sobre tela. Foto LFQ.

Ricardo Ávila, Ciudad Orgánica y Ciudad Circular, 2012, acrílico sobre tela. Foto LFQ.

El poeta y ensayista estadounidense Ricardo Pau-Llosa, en un texto crítico sobre “Lo Íntimo Universal: la pintura de Ricardo Ávila” expresa: Ricardo Ávila es, esencialmente, un fabulista, un narrador que funde y yuxtapone símbolos para revelar la magia inherente de la vida urbana contemporánea.  En la médula de la aventura de Ávila yace la búsqueda por un terreno nuevo entre la “siquis” individual y la idea del Ser que nos une a todos.  Varias cualidades separan el arte de Ávila de nuestras expectativas del arte outsider o auto-didacta.
Primero, Ávila va más allá del comentario cuando representa eventos, bien sean singulares e históricos o anecdóticos y típicos de un lugar.  Ávila transforma eventos en mecanismos estilísticos que le sirven en otras obras.  Por ejemplo, terremotos y erupciones volcánicas inspiraron edificios y árboles que parecen doblarse como caramelos.  A su vez, esto le facilitó traspasar los traumas que ofrece el mundo natural para explorar el sentido de ansiedad e incertidumbre económica y política que prevalece en esta época.  Además, este lenguaje visual evoca las vórtices y alquimias que rigen el inconsciente, cerrando así el círculo del fabulista entre el horizonte social y el dominio personal.

“Crónicas Urbanas” de Alejandro García
Artista de origen mexicano que con su muestra en Galería Nacional ofrece otro carácter de “intimismo” pintado a la técnica de encáustica –cera de abeja, pigmentos y calor-, con la cual carga a su pintura de una fuerte visión del andar cotidiano, con trazos quizás toscos interroga lo que somos y hacemos en ese tránsito por el mundo buscando abrir caminos para la expresión. García –como si fuese palimpsesto-, cava entre las estratificaciones de una urbe para sacar a flote esos signos tramando un discurso nada complaciente, pero revestido de suma poesía, de la poesía del sitio, de la poesía del muro, de aquella esquina donde alguien trazó un gesto desenfadado, y marcó con ello su estadía en este tiempo y espacio.

Alejandro García, Barca, 2012, encáustica. Foto cortesía del artista.

Alejandro García, Casa Animal, 2012, encáustica. Foto cortesía del artista.

Animal y La Pajarera, 2012,encáustica. Foto cortesía del artista.

Se lee en un texto de su autoría que esas “Crónicas Urbanas“ son -“una invitación a pasear en el imaginario del día a día, sin llevar un orden estrictamente cronológico, historias reconocibles y otras no tanto, preocupaciones de índole social o rigurosamente pictóricas, haciendo presente mi fervor por los ambientes citadinos…
Alejandro García en su perenne colecta de esos “rastros citadinos” aprendió el lenguaje y el significado de fluir por la porosidad de los bordes urbanos y ahí dispone las visualidad de esos signos al caliente, como los encaustos con que hoy nos sorprende en la Galería Nacional.

Álvaro Gómez: la sonoridad del agua
La pintura del creador costarricense Álvaro Gómez ha venido experimentando notables remezones a la estructura de su expresividad: experimentó las fuerzas tectónicas de los estratos terrestres, las tierras y las arenas, en una pintura matérica por excelencia, donde se advertía el fuerte contrapunto de las transparencias logradas por las arcillas, los aceites y el papel. Luego nos mostró otro carácter de narrativa simbólica cuando hizo gravitar la rosa, como devolviendo lo mirado hacia un interior sumido en el desconcierto. Hoy en día su pintura se vuelve vibrante, sinestésica, provocativa, con imágenes “audibles” de poesía sensible a la vista pero también a la piel.

Álvaro Gómez, Sonidos del agua, 2012, acrílicos sobre tela. Foto LFQ.

Álvaro Gómez, Sonidos del agua, 2012, acrílicos sobre tela. Foto LFQ.

El observador -ante sus cuadros-, se siente sumido en el flujo de una deriva purificadora que revienta con las fuerzas del oleaje en muchos vórtices ante nuestra mirada complacida, y engulle hacia los adentros del color, los ritmos y, como se dijo, de reverberaciones sónicas, en tanto entrañan un alma conmovida por tanto azar exterior -en la ciudad que no está presente en sus cuadros, pero es un personaje en tensión con otros espacios del museo, con otras temáticas expuestas en otras salas-, abordada en esa trama de estímulos sensoperceptivos que como vectores se cruzan en todas las direcciones para excitar nuestra imaginación y desencadenar emociones.

Álvaro Gómez, Sonidos del agua, 2012, acrílicos sobre tela. Foto LFQ.


Creo que al trabajar con ese indómito signo de lo natural abordamos conceptualmente su antagonista: la ciudad, la que llevamos a espaldas, el atrás de todos o al menos de las grandes mayorías de habitantes. Ya lo dijo el sensible poeta Costantino Cavafis: “no encontrareis otra tierra ni otra mar, la ciudad la llevas dentro de ti”; o, quizás como lo dijera Platón: “la ciudad existe, en la medida de que todos nos necesitamos”.

Repercusiones y contrastantes
Cuando la buena pintura pareciera estar ausente en el horizonte local –la que a mí me gusta que no es simple pintar sino hacer arte-, las muestras exhibidas en la Galería Nacional durante el mes de agosto me devuelven un respiro. Me gusta la insistencia de Ávila con sus miradas a la ciudad, a su trazado y problemáticas en tono jocoso pero inquiriente; me encantan los disensos de Alejandro García quien se distancia del modelo acomodadizo y a veces complaciente de la pintura que encontramos por ahí; me devuelve nuevos ánimos la sagacidad que imprime Álvaro Gómez a sus telas.
Quisiera para concluir motivar una visita a este espacio vivencial del museo para cargarse de bríos y continuar este andar por el trazo errático del no saber hacia donde vamos, no solo en el arte que es uno de los principales detonantes del vivir actual, es el estertor de una cultura en crisis, pero mientras tanto disfrutemos de sus respiros, vibraciones, y un baño de esas aguas tan briosas.

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