La columna de Luis Montero

La columna de Luis Montero: El Juicio Final. Revisited

Tomaron los datos de todos los habitantes del planeta antes del apocalipsis climático. No era tan difícil, sólo tuvieron que acceder a las bases de datos de las diez primeras compañías del mundo entonces. Ahí estábamos todos. Nuestras vidas registradas segundo a segundo. Uno a uno, fuimos emplazados ordenadamente en una única línea de tiempo que cubriría la segunda mitad del siglo XXI. Tan precisa sería que esta vez mapa y territorio serían indistinguibles. Un magnífico mural donde terminaríamos por encajar todos y terminaría por encajarnos a todos.

Dónde habíamos ido, dónde nos habíamos quedado. Qué habíamos hecho, qué habíamos dejado de hacer. Con quién y con quién no. Nadie ni nada escapaba a su mirada.

Durante ese medio siglo habíamos contribuido con esas mismas compañías y otras asociadas a completar sus bases de datos con nuestras acciones, nuestros anhelos y nuestras necesidades sin ser demasiado conscientes de lo que hacíamos y de lo que nos dejábamos hacer. Todo a cambio de una mejor oferta de viaje, una recomendación más afinada de la última película de estreno o de la entrega en casa de la compra del mes.

El mundo, un interminable confesionario comunitario. Nuestras vidas, una confesión en tiempo real pero sin mentira ni disimulo posibles. Y sin penitencia.

O eso creímos.

Porque nunca imaginamos que las casi 200 familias que sobrevirían el apocalipsis, esos pocos privilegiados con los recursos económicos y la capacidad tecnológica suficiente como para resistir escondidos en sus refugios subterráneos o en satélites orbitales geoestacionarios más de 5 años y no enloquecer, hasta que las radiaciones amainaran y la superficie del planeta otra vez fuera amable, esos ricos y poderosos que, ante la imposibilidad de aceptarse como responsables últimos de la catástrofe, nos declararían responsables del desastre climático. Que desde ese día nuestro nombre aparecería en los libros de historia como detonantes de los centenares de las inclementes tormentas e incendios que secaron la tierra y encendieron las nubes, de los cielos perpetuamente abiertos por los imparables tifones y huracanes que asolaron torres de comunicaciones y puentes, de los mares en ebullición que cocieron todas las ciudades costeras, habitantes incluidos, del atronador grito de la tierra que se abrió para tragarse todo lo que había en su superficie, sólo silenciado por los sollozos de sus despavoridas víctimas.

Que no es mala forma de pasar a la historia.

Y tú, ¿quién crees que es el responsable último del cambio climático? ¿Los ricos, las clases medias,…? ¿Por qué? Estaremos encantados de leerte desde el #DiseneticaExperimenta y @Disenetica en Twitter.

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