Con la casa a cuestas

Cuando salimos de casa cada mañana, empezamos a meternos cosas en los bolsillos o en el bolso, que van desde el teléfono móvil hasta un bolígrafo. Cada uno carga con los enseres que considera elementales. La gente se mueve diariamente por la ciudad con un montón de cosas encima y esta movilidad urbana influye inevitablemente sobre el diseño de nuevos objetos.

Echando el lazo

Es muy habitual crear lazos emocionales con los objetos. Algún recuerdo de la infancia, un regalo de unos amigos, o un traje que nos pusimos un día especial. Lo que es más difícil es encontrar un producto que él por sí solo, además de su funcionalidad, nos ofrezca una narrativa que consiga que lo incluyamos en nuestra propia identidad. Así el usuario ya no es un espectador, sino un cómplice.

Diseño para toda la vida

Cuando alguien se gasta mucho dinero en comprar una cámara de fotos, en un coche, o en un frigorífico es muy típico escucharle decir “me tiene que durar toda la vida”. Se ve mucho más acentuado cuando se trata de una vivienda, porque un piso sí que es algo que se suele comprar para toda la vida (y más teniendo en cuenta de que muchas veces las hipotecas son infinitas).

Aprendiendo a diseñar

En mi opinión, la mayoría de las escuelas de diseño sirven para más bien poco. Y lo digo con conocimiento de causa porque conozco de primera mano muchas de ellas. Creo que fallan por varias cosas; en primer lugar, en el programa, las asignaturas a penas están relacionadas entre ellas y al final, el alumno se limita a tratar de pasar exámenes. A penas dejan espacio para la experimentación personal, se suele decir que "cuando trabajes no vas a poder experimentar".

Un mundo feo, ¿Un diseño pésimo?

Un domingo como cualquier otro. Me levanto temprano para aprovechar el día. Hoy hace más sol que días anteriores. Salgo temprano a comprar el pan, la prensa, leer, tomar café,…. Pero hoy, quizás más sensible que otros días e inmerso totalmente en mi propia deformación profesional, paseando por mi ciudad he advertido que el mundo que me rodea (no utilizaré ningún eufemismo) es FEO.

El efecto dominó

Cuando vas en el metro, si te fijas, es raro el que no esté usando su iPhone o en su defecto su Blackberry, ya sea para mandar mensajes, consultar el correo, escuchar música o simplemente para jugar.