La columna de Joan Costa en Experimenta

La columna de Eugenio Vega: Del olvido como una de las bellas artes

One is an artist, he is living at home.
One is a musician, she is living at home.
One is my mother who is good to me.
One is my father who is good to me.

Knoxville, summer of 1915 (James Agee, 1938)

I

De las miserias de la Gran Depresión queda, sobre todo, la documentación gráfica encargada por la Farm Security Administration a fotógrafos como Walker Evans, Dorothea Lange, Gordon Parks o Marion Post Wolcott. Entre las obras literarias que se ocuparon de aquellos años de miseria, las más señaladas son The Grapes of Wraght (Las uvas de la ira) de John Steinbeck (1939) y Let uss Now Praise Famous Men (Elogiemos ahora a los hombres famosos) de James Agee y Walker Evans (1941). Del libro de Steinbeck se vendieron 400.000 ejemplares en el primer año, el éxito fue tal que John Ford hizo una versión cinematográfica (con Henry Fonda en el papel principal) que es quizá la película sobre aquella crisis más recordada. Por el contrario, las ventas del libro de Agee y Evans no pasaron en el primer año de 600 y en 1948, cuando fue descatalogado, apenas llegaban a 1.000 los ejemplares vendidos.

Durante el primer mandato de Roosevelt, el Gobierno federal quiso mostrar la dramática realidad del país para impulsar las reformas del New Deal, una suerte de capitalismo compasivo que pretendía regular la vida económica para evitar las causas que llevaron a la crisis de 1929. La Farm Security Administration se hizo célebre por documentar el impacto de la crisis entre los campesinos blancos de las zonas rurales. Aunque Roosevelt hizo muchas reformas, no puso el empeño necesario para resolver (aunque fuera en parte) el gran problema racial. La razón no fue otra que el Partido Demócrata en aquellos tiempos era partidario de la segregación racial en los estados del sur. Lo cierto es que, cuando en 1964 el presidente Johnson consiguió aprobar la Ley de Derechos Civiles y se redujo la discriminación racial, los demócratas perdieron gran parte del apoyo que recibían en esos estados (Gerstle, 2023).

II

En resumen, el interés por aliviar las condiciones de los blancos más pobres, animó a muchos medios conservadores a publicar reportajes sobre la vida rural. En 1936, la revista Fortune, dedicada al maravilloso mundo de los negocios, encargó al novelista y poeta James Agee que viajara a Hale County, en Alabama, para hacer un amplio reportaje sobre la (miserable) vida de los algodoneros blancos y sus familias. Agee pidió que le acompañase algún fotógrafo y la revista eligió a Walker Evans quien desde 1935 trabajaba para la Farm Security Administration.

La columna de Eugenio Vega: Del olvido como una de las bellas artes
Frank Tengle, Bud Fields y Floyd Burroughs en Hale County en el verano de 1936. Su vida y la de sus familias fue documentada en el libro de James Agee, donde aparecen con otros nombres: Fred Garvrin Ricketts, Thomas Gallatin Woods y George Gudger. Fotografía de Walker Evans. US Library of Congress.

En pleno verano, Agee y Evans llegaron a Hale County donde entraron en contacto con tres algodoneros blancos, Frank Tingle, Bud Fields y Floyd Burroughs, y se dedicaron durante mes y medio a documentar la vida de sus familias. Mientras Walker Evans retrataba lo que veía como un verdadero profesional de la fotografía, James Agee quedó atrapado por la realidad que tenía ante si. Su implicación, que no tuvo un carácter social sin perosnal, era una forma de solidarizarse a su manera con aquellas familias. Algunas descripciones eran de una intensidad agobiante:

[La casa] es una mezcla de muchos olores fundidos en uno, fino y ligero en el aire, más sutil de lo que pudiera parecer y, sin embargo, perceptible de manera acusada y constante. […] Los olores de la cocina. Entre ellos, muy penetrantes, los olores de tocino frito y manteca de cerdo frita y hervida y, en segundo lugar, el olor del maíz cocido. […] Describiría también el olor del maíz: en el sudor, en los dientes y en el aliento, cuando se come en tanta cantidad como hacen ellos, y que es un hedor sofocante y dulzón, parecido al del excremento de un bebé” (Agee, 1960, 154).

La columna de Eugenio Vega: Del olvido como una de las bellas artes
Frank Tengle, Bud Fields y Floyd Burroughs en Hale County en el verano de 1936. Su vida y la de sus familias fue documentada en el libro de James Agee, donde aparecen con otros nombres: Fred Garvrin Ricketts, Thomas Gallatin Woods y George Gudger. Fotografía de Walker Evans. US Library of Congress.

Cuando Agee entregó su texto, los editores prefirieron no publicarlo. No es que les pareciera un escandaloso alegato anticapitalista, pero no terminaban de ver esos textos impresos en las páginas de su revista. Los autores, que siguieron trabajando en Fortune, no le dieron mucha importancia al desaire, no era la primera vez que pasaba (Campany, 2014). A partir de ese momento, Agee decidió convertir aquello en un libro de más de 400 páginas donde trató muchas más cosas que las vividas con las familias de Hale County. Quiso hacer una obra literaria que trascendiera la pretensión documental y para ello se ocupó de mil asuntos que no tenían que ver con las semanas pasadas con aquellas familias. La estructura narrativa y su elaborada redacción dieron forma a una obra tan sorprendente como áspera, más cerca del Ulyses de Joyce que del Diario del año de la peste de Daniel Defoe.

Let Us Now Praise Famous Men fue publicado en 1941 por una pequeña editorial de Boston que confiaba en la respuesta de los lectores, pero, a finales de la década, había desaparecido de las librerías porque nadie lo compraba. El libro comenzaba con una veintena de fotografías de Walker Evans (que serían más del doble en ediciones posteriores) sin pies de foto y sin relación con los capítulos posteriores. El hecho de que Evans trabajase para la Farm Security Administration ha permitido que esas imágenes hayan pasado al dominio público y se utilicen para ilustrar cualquier cosa.

Agee no conoció el éxito literario en vida, aunque recibiría el premio Pulitzer en 1958, tres años después de morir. Su libro sobre la Gran Depresión solo empezó a ser valorado años después. Nunca llegaría a saber que se traduciría a varios idiomas y que ochenta años después de publicarse sería un referente de la literatura norteamericana. 

III

En 2005, la revista Fortune publicó un artículo cuyo titulo, La historia más célebre que nunca contamos, parecía un sarcasmo si tenemos en cuenta que la revista no solo se había negado a publicar el reportaje de Agge, sino que había perdido el original que les dejó. Para esta nuevo crónica, Fortune envió a Hale County a un tal David Whitford con la intención de entrar en contacto con quien quedara vivo de aquella peripecia o con sus descendientes.

La columna de Eugenio Vega: Del olvido como una de las bellas artes
Charles Burroughs, a la edad de cuatro años, con su padre Floyd Burroughs a la puerta de su casa de madera. Fotografía de Walker Evans, 1936. US Library of Congress. Imagen de dominio público.

Pudo dar con Charles Burroughs que en 1936 tenía cuatro años, molesto después de tanto tiempo de que un escritor y un fotógrafo se mudaran a su casa cuando él era apenas un niño y se quedaran durante allí varias semanas. “Mientras la familia trabajaba en el campo, ellos hurgaban en los cajones de la cómoda y debajo de las camas. Tomaban notas, hacían fotos y compartían lo que habían encontrado con todo el mundo […] Ni siquiera nos dieron uno de esos malditos libros. Deberían haber tenido el detalle de volver por aquí alguna vez” (Burroughs  en Whitford, 2005).

IV

El arte y la literatura, por mucho que representen la realidad, terminan adquiriendo vida propia. Sus autores dan forma a unos acontecimientos que, sin ese esfuerzo imaginativo, carecerían de sentido. Como sucede con las fotos de Walker Evans, que acaban teniendo mil significados ajenos por completo a la realidad de la que surgieron. Pero esos hechos aislados que constituyen la materia prima de la expresión literaria no son otra cosa que fragmentos de la vida de seres humanos completamente olvidados, de los que tan solo conservamos una recreación artística más o menos acertada.

Referencias

Agge, James y  Walker Evans (1960) Let Us Now Praise Famous Men. Boston, Houghton Mifflin.

Agge, James y  Walker Evans (2017) Elogiemos ahora a los hombres famosos. Barcelona, Ariel.

Agge, James y  Walker Evans (2013) Cotton Tenants. Three Families. Nueva York. Melville House.

Campany, David (2014) Walker Evans: The Magazine Work. Göttingen, Steidl.

Gerstle, Gary (2023) Auge y caída del orden neoliberal. La historia del mundo en la era del libre mercado. Barcelona, Península.

Maharidge, Dale y Michael Williamson (1989) And Their Children After Them. Nueva York, Phanteon.

Schultz, William Todd (1999) “Off-Stage Voices in James Agee’s Let Us Now Praise Famous Men: Reportage as Covert Autobiography”, en American Imago, Vol. 56, nº 1, primavera de 1999.

Whitford, David (2005) “The Most Famous Story We Never Told”, en Fortune, septiembre de 2005.

Whittaker, Elvi (1978) «The ethnography of James Agee: the moral and existential accountability of knowledge», en Canadian Review of Sociology, vol. 15, nº 4, 1978.

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