La columna de Luis Montero

La columna de Luis Montero: Troppo vero!

Nadie salía satisfecho de su primera cita con TroVero. Nadie.

TroVero era una compañía fundada por Thomas Rembrandt, que pretendía emular en sus clientes la reacción de Inocencio X cuando contempló el retrato pintado por Velázquez. «Troppo vero!», exclamó el papa al verse ante sí mismo visto como era visto por los otros. Demasiado veraz. TroVero, a partir del análisis de las interacciones del usuario con su ecosistema digital, generaba un avatar fiel reflejo de la percepción que los demás tenían de él. No sólo permitía verse como era visto o escuchado como era escuchado, permitía percibirse como era percibido. Tal como el famoso retrato velazqueño.

Y someterse por primera vez a TroVero no siempre era agradable. Es más, nunca era agradable. Como cuando uno escucha su voz grabada por primera vez, que siempre es desagradable, TroVero permitía descubrirse percibido tan distinto que ni siquiera uno se reconocía. Y no sólo eso. Descubrirse percibido como alguien al que podría uno hubiera ignorado fácilmente. Incluso como alguien que uno hubiera despreciado. Y despreciarse a uno mismo es complicado. No sienta bien.

Pero TroVero, precisamente por ese malestar que generaba, era ineludible. Todo el que lo probaba repetía, por el simple hecho de que a nadie le gusta saber que, en el fondo, eres más feo de lo que piensas, incluso si piensas que eres muy feo. La verdad que puede aceptar un humano es limitada, como intentó demostrar Nietzsche.

Y a partir de esa segunda visita, feos y guapos, altas y bajas, gordes y flaques, todos, todas y todes procuraban modificar su presencia para adecuar su proyección a lo que ellos esperaban. Al principio las alteraciones eran leves, muy leves. Gestos, vestidos, ademanes, querencias y tics eran trabajados para ser percibidos como les gustaría serlo. Pero no era suficiente.

Así que en seguida TroVero ofrecía una panoplia de servicios para que proyección y percepción estuvieran lo suficientemente cerca como para que pensarse a sí mismos no fuera doloroso. Gimnasios, regímenes alimenticios, estilistas, esteticiens y, cómo no, operaciones de estética… y todo en el momento en el que uno es más susceptible a la compra. ¿Quién se va a resistir a una leve operación de nariz cuando es justo la nariz lo que más te aleja de la percepción de tí mismo que quisieras tuvieran los demás?

Y con cada operación, régimen y entrenador personal la cuenta corriente de Thomas Rembrandt iba engordando. Tan exitosa era la plataforma que Thomas ya iba por su tercer trillón de dólares, triplicando al segundo humano más rico del planeta. Sin embargo, con cada nuevo cero que se añadía a su fortuna, la percepción que los demás tenían de él se alejaba más y más de la que él quería que tuvieran. Por mucho que usara TroVero.

Y tú, ¿pagarías por saber cómo eres visto por los demás? ¿Pagarías para mejorar esa percepción? Estaremos encantados de leerte desde el #DiseneticaExperimenta y @Disenetica en Twitter.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.