La columna de Joan Costa en Experimenta

La columna de Eugenio Vega: Los amigos (para siempre) de Papanek

Solo al final del camino, las cosas claras verás […]
Busca las cosas sencillas y encontrarás la verdad

(Karina en el Festival de Eurovisión. Dublín, 1971)

Cuando en 1971 apareció la versión en inglés de Diseñar para el mundo real, poco fue el entusiasmo que despertó entre los círculos institucionales del diseño. Hay que recordar que Victor Papanek había sido excluido de la Industrial Designers Society of America por sus críticas a una práctica del diseño demasiado vinculada al consumo y a los intereses de las grandes empresas. Tan es así que, la primera edición de su libro había aparecido un año antes en lengua sueca con el título Miljön och miljonerna: design som tjänst eller förtjänst (El medio ambiente y el dinero: el diseño como servicio o como beneficio). 

Por entonces, Papanek llevaba ya tiempo haciéndose un hueco en los países escandinavos donde las instituciones públicas habían impulsado (tímidamente) un proceso favorable a la integración del diseño en la vida social. En realidad, siempre se caracterizó por expresar con rotundidad la indignación por la actitud de los diseñadores profesionales antes las presiones de la industria. Según él, la publicidad era una de las pocas profesiones más dañinas que el diseño industrial pues se dedicaba a convencer a la gente de que compraran cosas que no necesitaba con dinero que no tenía y con el único fin de para impresionar a personas a quienes no les importaba. La cantidad de cosas absurdas e innecesarias que los diseñadores industriales contribuían a crear había obligado (en su opinión) a “tramar complicadas estrategias para fabricar y vender estos artilugios a millones de personas”(Papanek, 1971, 9). 

En resumen, proponía una nueva práctica más preocupada a resolver los problemas sociales que asolaban el tercer mundo y los sectores más desfavorecidos en las sociedades industriales.

I 

Pero, lo más sorprendente es que, entre quienes peor recibieron la aparición de aquel libro, estuviera alguien completamente ajeno al establishment: Gui Bonsiepe, antiguo alumno y profesor de la Hochschule für Gestaltung. 

Bonsiepe, que vivía por entonces en el Chile de Salvador Allende, publicó su crítica en varias revistas italianas y argentinas y, algo más tarde, la incluyó como parte de Diseño industrial, artefacto y proyecto, editado en España por Alberto Corazón. El texto de la edición española debió pasar por las manos de muchos traductores antes de ser impreso en Madrid. Cabe pensar que Bonsiepe escribiera el original en alemán para redactarlo de inmediato en español (lengua que ya conocía) con la intención de publicarlo en la revista argentina Summa, cosa que sucedió en el fatídico mes de septiembre de 1973. Mas tarde, la editorial Feltrinelli lo traduciría para incluirlo en la edición italiana de un libro que publicaría Alberto Corazón en 1975. En definitiva, sabe Dios si lo que conocemos de ese artículo (por su versión española)  guarda poca o mucha relación con lo que Bonsiepe pudiera tener en la cabeza cuando lo redactó. 

En todo caso (mejor o peor traducido), el texto deja bien a las claras la escasa simpatía de Bonsiepe  por Papanek y por su actitud como diseñador y docente. El título del capítulo que contenía aquella crítica, “piruetas del colonialismo”, ya dejaba clara su posición. Y por si quedaba alguna duda, se refería a la “fraseología radical de un conservador” que impregnaba todo el libro.

La columna de Eugenio Vega: Los amigos (para siempre) de Papanek
Imagen. La sede de los grandes almacenes Macy’s en Herald Square (Manhattan), una de los más grandes del mundo. El edificio fue proyectado por el arquitecto alemán Theodore de Lemos y terminado de construir en 1902, pero su actual aspecto se debe a la remodelación que el estudio de Kevin Kennon emprendió a principios de la pasada década. En 2020, tras la muerte de George Floyd, los movimientos de protesta asaltaron el edificio, considerado como un símbolo del poder económico y la segregación racial. En la imagen, el edificio en 2018 en una fotografía de Ajay Suresh (CC BY 2.0).

II

Gui Bonsiepe había desarrollado en la escuela de Ulm un perfil de teórico alternativo alejado por completo de la ortodoxia del diseño comercial. Su intención era liderar una corriente social acorde con una visión crítica con el sistema económico que, según él, despertó el recelo de la administración política. Cuando la Hochschule für Gestlatung fue cerrada en septiembre de 1968, Bonsiepe (al igual que Maldonado o Hebert Ohl) vio en aquel hecho una consecuencia de la ofensiva reaccionaria que, según ellos, estaba asolando la República Federal en el final de la era Adenauer. 

Hay que recordar que Ulm era cualquier cosa menos una escuela con principios educativos definidos. En su seno, se disputaban la hegemonía varias corrientes muy enfrentadas: los artistas (herederos de la Bauhaus), con Max Bill a la cabeza; los diseñadores, con Otl Aicher y Tomás Maldonado; y los científicos, con Horst Rittel a la cabeza. En consecuencia, la escuela se convirtió en un mito y, como tal, cada uno vio en su práctica educativa lo que le pareció más conveniente para sus propios intereses.

En su deseo de dar forma a una suerte de diseño social (lo que implicaba definir su teoría y desarrollar su práctica), Bonsiepe se vio de pronto caminando al lado de Papanek. Por todo ello, aunque hubiera discrepancias en el método y en los fines, no era de esperar un ataque tan frontal a alguien que se apartaba de los planteamientos industriales del diseño. 

Pero Bonsiepe fue especialmente duro en su valoración de un libro tan peculiar. Entre sus críticas a Diseñar para el mundo real, insistía en que Papanek “cultivaba una concepción muy amplia del diseño” y mostraba su completo desacuerdo con la idea expresada por el autor, de que “todos son diseñadores”. Señalaba, además, el origen de aquel planteamiento (en su opinión) tan disparatado en uno de los pilares de la Bauhaus: 

“Como Moholy Nagy, [Papanek] sostiene que el diseño no es una profesión, sino que debe ser una concepción del mundo: el diseño no es, de ningún modo, una actividad profesional sino una forma de contemplar el mundo y tratar de cambiarlo” (Bonsiepe, 1975). 

Acusaba también a Papanek de una concepción social del diseño modelada por el paternalismo (ajena a las verdaderas necesidades de la gente), idea que ya había expresado con mucha crudeza Wilcox en un libro sobre el diseño en Finlandia aparecido en 1973. 

III

Quizá, la razón de fondo de aquel enfrentamiento tenía que ver, no tanto con su manera de entender el diseño social, sino con su distinta posición ante lo que entendemos por modernidad. Papanek (que había estudiado con Frank Lloyd Wright) había dejado ya algunos comentarios críticos sobre la cultura del Movimiento Moderno. En uno de sus primeros escritos definió el estilo de la Bauhaus como “una negación fascista del modo de vivir cuya falsedad ha quedado demostrada” (Clarke, 2021, 2). En esa condena a la modernidad, recordó también que “Le Corbusier había publicado dos libros [Modulor] repletos de cálculos descuidados e inexactos con la intención de ajustar su sistema de medición a las percepciones humanas, que terminaron en un completo fracaso” (Papanek, 1988, 15).

Bonsiepe y Papanek coincidían en la necesidad de una nueva concepción del diseño y de una nueva práctica, sin duda, más social. Pero, si eso los unía, los separaba todo lo demás. 

Bonsiepe sigue considerando hoy que “el proyecto de la modernidad está lejos de haberse completado, y que la demonización de la racionalidad que hoy día domina la crítica a la modernidad es demasiado simplista y ocasionalmente hipócrita” (Bonsiepe, 2019). Pero, lo que para él era un proceso (aunque inacabado) que daba sentido al mundo, para Papanek no era más que una mera justificación formalista de la injusticia del sistema. En definitiva, Papanek consideraba superada la modernidad (dando por fracasado su proyecto histórico) y, en cierto modo, asumía ideas nuevas que presagiaban los cambios que tuvieron lugar en las décadas siguientes.

IV

En una entrevista a Fraga durante sus turbulentos meses como ministro de la Gobernación, un periodista (seguramente el inefable Victoriano Fernández Asis) le preguntó por qué tenía tan mala relación con los intelectuales. El ministro, tras citar atropelladamente a Tocqueville, Menéndez Pelayo, Vázquez de Mella y a no sé quién más, dijo que aquella animadversión tenía una causa bien sencilla: 

“Mi querido amigo, no olvide que no hay peor cuña que la de la misma madera”.

Referencias

Bonsiepe, Gui. (1975) Diseño industrial. Artefacto y proyecto. Madrid, Alberto Corazón.
Bonsiepe, Gui. (2019) “Reflexiones en el centenario de la Bauhaus”, entrevista con Eugenio Vega en Experimenta nº 84. Madrid.
Clarke, Alison J. (2021) Victor Papanek. Designer for the Real World. Cambridge MA, The MIT Press.
Papanek, Victor. (1971) Design for the Real World. Londres, Thames & Hudson.
Papanek, Victor. (1983) Design for Human Scale. Nueva York, Van Nostrand Reinhold.
Papanek, Victor. (1988) “The future isn’t what it used to be”, en Design Issues, 5 (1).
Willcox, Donald. (1973) Finnish Design: Facts and Fancy. Nueva York, Van Nostrand Reinhold.

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