La columna de Luis Montero

La columna de Luis Montero: El eslabón encontrado.

Creo que ya no se habla de eso, que como leyenda ha perdido fuelle y ya a nadie le interesa, pero cuando yo era crío era un asunto que me fascinaba. ¿Cómo sería ese eslabón perdido entre el gran simio y el humano? ¿Cómo viviría? ¿En qué momento dejó de ser uno para convertirse en otro? ¿Qué hizo que eso pasara? ¿Mereció la pena el viaje?

Recuerdo que a mí esas preguntas me llevaban siempre a escenarios selváticos, junglas densísimas atestadas de animales desconocidos y sorprendentes. A paisajes desconocidos, sólo hollados por científicos expedicionarios que se abrían paso machete en mano. Una especie de reino mágico posible, terrenal, habitado por un ser que deja de pertenecer a una especie para empezar otra.

Luego aprendes que eso de las especies es un constructo. Que es una categorización artificial, arbitraria. Que la variabilidad del concepto de especie es casi tan alta como el de las mismas especies. Hay modos de categorizar como especie a partir de criterios biológicos, ecológicos, morfológicos, evolutivos,… incluso cohesivos; y eso sólo citando los más habituales. Y que de ese baile conceptual se deriva la imposibilidad de encontrar a ese mito de infancia que es el eslabón perdido. No existe ese espécimen que saltó los límites entre especies porque no existen tales límites.

Hoy, que tenemos la fortuna de asistir a la –potencial– pérdida de condición propia de la especie humana debido a su convergencia con la tecnología, nos encontramos ante el mismo dilema. El árbol genealógico de la especie vuelve a bifurcarse y tenemos la oportunidad de ser testigos directos. ¿Quién será ese eslabón, encontrado esta vez –dado lo visible del proceso–, entre el humano y su siguiente paso evolutivo, el cyborg? Es cierto que esta vez el imaginario infantil no es tan selvático, salvo que entendamos como jungla la densa amalgama de tubos, cables y otras conexiones de laboratorio, y tubos fluorescentes sobre un fondo no ya de aves tropicales y sus cantos exóticos sino de chivatos del aparataje electrónico. No hay trinos; hay bip-bips.

Pero dada la indefinición del concepto de especie no tenemos forma de saber quién será ese eslabón perdido. O de saber si no lo somos nosotros.

Y tú, ¿eres un cyborg? ¿Cómo lo sabes? Estaremos encantados de leerte desde #DiseneticaExperimenta y @Disenetica en Twitter.

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