La columna de Joan Costa: La civilización visual

Fulchignoni bautizó el siglo XX como la “civilización de la imagen”, Gillo Dorfles se preguntaba si no sería más bien una “incivilización”; Giovanni Sartori fue más allá con su libro Homo videns. La sociedad teledirigida (obviamente, por imágenes), y Guy Debord diagnosticó La sociedad del espectáculo (obviamente visual). 

La columna de Eugenio Vega: Los amigos (para siempre) de Papanek

Cuando en 1971 apareció la versión en inglés de Diseñar para el mundo real, poco fue el entusiasmo que despertó entre los círculos institucionales del diseño. Hay que recordar que Victor Papanek había sido excluido de la Industrial Designers Society of America por sus críticas a una práctica del diseño demasiado vinculada al consumo y a los intereses de las grandes empresas.

La columna de Luis Montero: Sinfonía obsolescente

Eran las 20:30 del último día de noviembre de 2031. El último noviembre de la década o el primero; según dónde empezara el recuento. Pero a él eso le daba igual. Mucho más importante para sus intereses era el parte meteorológico para los próximos noventa minutos. Anunciaba cielos claros y para los últimos quince minutos una tormenta eléctrica con una probabilidad del 6%. Daría su brazo derecho para que esa probabilidad bajara esos seis puntos…

La columna de Luis Montero: «Te quiero»

Todo el mundo temía el día que llegara la modificación tecnológica de las capacidades cognitivas; nadie temió nunca cuando llegara la modificación tecnológica de las capacidades afectivas. El miedo a que todos fuéramos súper inteligentes prevaleció sobre el miedo a que fuéramos súper afectuosos, señal de nuestra falta de inteligencia.

La columna de Chema Aznar: Wiener Werkstätte (una creatividad compartida)

Sería esclarecedor, que situáramos la atención en la forma de abordar los proyectos de empresarios y diseñadores que ejercen y ejercieron su creatividad desde procesos generados y gestionados hacia objetivos poco claros, resolviendo problemas desde la experiencia e influenciados por las circunstancias sociales y desde su propio conocimiento o sensibilidad. 

La columna de Eugenio Vega: Suspiros de España

“Una señora se santiguaba antes de acomodarse en el asiento de aquel diabólico carruaje sin caballos. ¡Qué comodidad comparada con la diligencia! Los asientos eran tan blandos, podían estirarse las piernas y había espacio para respirar. Aquí el tren seguía siendo una novedad, por lo que se veía siempre una turba de gente en la estación a las horas de la salida”