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La columna de Eugenio Vega: Monumentos al olvido

La columna de Joan Costa en Experimenta

La columna de Joan Costa en Experimenta

La cosa más sorprendente de los monumentos es que nunca los vemos. Nada en el mundo es tan invisible (Robert Musil, Nachlaß zu Lebzeiten, 1936)

I

El pasado 20 de diciembre se cumplieron cincuenta años del atentado que costó la vida al almirante Carrero Blanco. Con motivo de la efemérides ha vuelto a publicarse libros sobre un hecho histórico que dejó muchas dudas a la prensa de investigación (Cerdán, 2023) pero no tantas a los historiadores (Rivera, 2021). Algunos autores (Eser, Peters, 206) consideran aquel magnicidio como “un lugar de (no) memoria”, en la medida que en poco tiempo diluyó su presencia en el debate público. Que el atentado haya quedado como la fecha que señala el inicio de la Transición (Prego, 1995) muestra una vinculación entre el proceso de cambio político y la violencia que estuvo tan presente durante años.

El Dodge 3700 de Carrero Blanco en el lugar en que cayó tras el atentado. La imagen fue tomada por un fotógrafo neerlandés el 21 o el 22 de diciembre de 1973.

Poco después del magnicidio se empezó a construir en Santoña (villa natal de Carrero Blanco) un monumento en su memoria y en el que participó Juan de Ávalos, autor de las conocidas esculturas del Valle de los Caídos (Labrador, 2016, 175). Aunque la obra fue terminada en 1976, por su estilo y disposición, podría figurar en cualquier libro sobre escultura de la España de la posguerra. 

Cada año se concentraban en aquel lugar grupos de falangistas para recordar a Carrero Blanco (al que nunca tuvieron en gran estima cuando vivía) y mostrar su disconformidad con el Gobierno, fuera del signo que fuese. Ni la Corona ni ninguna otra institución quisieron dar relevancia al monumento por lo que no llegó a ser nunca inaugurado. En 2013 el entonces príncipe Felipe, declinó la invitación por problemas de agenda. La misma razón que dio en 1999 el rey Juan Carlos. “No fueron los únicos. El ex presidente José María Aznar tampoco encontró un hueco en la suya” (Castellano, 2023, 173).

El monumento a Carrero Blanco (o a los marinos de Santoña, según algunas versiones) con las esculturas de Juan de Ávalos en 2004. Fotografía de Nicolás Pérez (CC BY-SA 3.0).

II

Treinta años y medio después, en marzo de 2004, el estallido de varios artefactos explosivos, colocados en los trenes de cercanías de Madrid provocó la muerte de 193 personas. Las circunstancias que rodearon uno de los días más tristes de nuestra historia son conocidas por todos y no hay espacio en estas líneas para extenderse en el impacto social que produjo.

Como era previsible, se decidió honrar la memoria de los fallecidos con diversos monumentos, el más destacado, el que se ubicaría en la estación de Atocha para lo que convocó un “concurso internacional de ideas”. En noviembre de 2004 se conoció el fallo del jurado. 

En presencia de la ministra de Fomento y del alcalde de la ciudad, el jurado destacó “la habilidad del proyecto ganador, elegido por unanimidad, para acertar con un diseño que trasluce perfectamente el sentimiento de dolor generado por el atentado” (Solo Arquitectura, 2004). Se trataba de la propuesta presentada por cinco arquitectos agrupados bajo la denominación FAM (Fascinante Aroma a Manzana): Esaú Acosta, Raquel Buj, Pedro Colón de Carvajal, Mauro Gil-Fournier y Miguel Jeanicke. Años más tarde, la mayoría de sus miembros formarían SIC, un estudio de arquitectura dedicado a algo tan inefable como el diseño urbano. En el jurado estaban personas tan ilustres como Agustín Ibarrola (recientemente fallecido), Andréu Alfaro, Juan Bordes y José Luis Sánchez junto a urbanistas y representantes de los colegios de Arquitectos e Ingenieros de Madrid (El País, 2004). La información publicada entonces sobre el futuro proyecto era, sin duda, esperanzadora:

“La propuesta ganadora se realizará íntegramente en vidrio y tiene como principales protagonistas a las propias víctimas: cada una de ellas será homenajeada por el propio monumento en un momento del día, todos los días del año. Esto será posible gracias a que los mensajes dejados por los ciudadanos en la estación de Anchoa desde el atentado estarán tallados en el espacio interior del vidrio. Según la posición de cada mensaje, la incidencia de la luz hará brillar uno tras otro según el momento del día. De este modo, no sólo estarán presentes las víctimas que murieron sino también, a través de efectos personales y mensajes, los supervivientes, los familiares y todos los españoles y extranjeros que sintieron el dolor de la tragedia” (Solo Arquitectura, 2004).

Las administraciones no repararon en gastos para hacerlo posible. El Ayuntamiento gastó 96.000 en premios a los ganadores del concurso y otros 23.000 por la reunión del jurado y unas publicaciones sobre el resultado”. La ejecución de obra, inicialmente calculada en 3,2 millones de euros, se elevó finalmente a 5,5 millones. (Gualteri y Olaya, 2015). En resumen, el  proyecto aprobado, que debía suponer un gasto de 4 millones de euros, acabó costando 6,6 millones.

Aunque Renfe (Adif, a partir de 2005) se mostró en contra de su construcción por razones técnicas, la obra se llevó a cabo pero con notable retraso. Se quería haber inaugurado cuando se cumpliera el primer aniversario de los atentados, pero hubo que esperar tres años hasta que el 11 de marzo de 2007 pudo celebrarse la inauguración con la presencia de los reyes de España.

Imagen de la sala de la estación de Atocha desde la que puede observarse el interior del monumento a las víctimas del 11-M, poco después de su inauguración en 2007 (CC BY-SA 3.0).

El monumento tenía dos partes (a cual más interesante). La superior (o exterior) era un cilindro de once metros de altura, visible desde cualquier punto de la glorieta de Atocha que mantiene una cierta relación compositiva con la estación de Cercanías. Estaba formado por multitud de piezas de vidrio traídas de Alemania que en los primeros días mostraban un aspecto brillante y cristalino. Pero, dos meses después, el cilindro aparecía sucio y opaco. Parece que nadie cayó en la cuenta de que el tráfico en la glorieta de Atocha es una fuente de contaminación de la que no se libra nada de lo queda a su alcance. 

La inferior, accesible desde la sala central de la estación y solo visible desde una zona muy concreta, era una suerte de cápsula irregular translúcida, con una lámina interior en la que aparecerían impresos algunos de los mensajes que dejaron los ciudadanos en los días siguientes al atentado. 

III

En 2009, dos años después de inaugurado, empezaron los problemas en un clima de poco entendimiento entre las administraciones involucradas (Ministerio de Fomento y Ayuntamiento de Madrid). Se resquebrajó la parte superior de la instalación y el sistema de presurización que sostenía las láminas interiores comenzó a fallar. En 2013, se confirmó el desprendimiento del techo por filtraciones de agua. Se constató, además que uno de los dos compresores que alzaban el cilindro no respondía, por lo que el único que quedaba en funcionamiento no era suficiente para mantener elevada la cúpula. Para colmo de males, se comprobó que el sistema de refrigeración arrancaba mediante un nombre de usuario y contraseña que nadie conocía (Gualtieri y Olaya, 2015). En 2015, los problemas fueron a más. El monumento hubo de ser cerrado porque la mitad del mismo había caído al suelo.  

En realidad, el jurado (y quienes convocaron el concurso) valoraron el proyecto por su aspecto visual (una representación virtual), pero no pusieron el mismo interés en los problemas técnicos que supondría mantener una instalación tan compleja en un lugar transitado. Tampoco la propuesta fue del gusto de las víctimas. En declaraciones a la prensa, Pilar Manjón, presidenta de la Asociación 11-M Afectados del Terrorismo, dijo que nunca sintieron como suya la instalación de Atocha. Para los miembros de su asociación, el monumento de referencia era el de la estación de El Pozo, donde los terroristas se cobraron la vida de 68 de las 193 personas que fallecieron (Gualteri y Olaya, 2015).

Parte exterior del monumento a las víctimas del 11-M en la glorieta de Atocha en noviembre de 2023, una vez iniciado su desmantelamiento. Fotografía de Adrián Carra.

IV

Hace unos meses se ha iniciado la demolición del monumento con motivo de las obras para la ampliación de la Línea 11 del metro de Madrid (Ollero, 2023). Según parece, será sustituido por otro elemento simbólico aún no definido. El Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid pidió al Gobierno regional que no desmantelase la instalación con un peculiar argumento: “Lo que tratamos es de dar amparo a estos jóvenes compañeros que, en su día, ganaron el concurso. Entendemos que este se eligió entre decenas de trabajos […] El jurado del concurso era de reconocido prestigio, además este se convocó a nivel internacional” (Rodriguez-Sahagún, 2023). 

Referencias

Castellanos, José Antonio (2023) Carrero Blanco. Historia y memoria. Madrid, Catarata.

Cerdán, Manuel (2023) Carrero, cincuenta años de un magnicidio maldito. Barcelona, Plaza y Janés.

El País (2004) “Una burbuja irregular con mensajes solidarios recordará en Madrid a las víctimas del 11-M”, en El País, 22 de noviembre de 2004.

Eser, Patrick y Stefan Peters, ed. (2016) El atentado contra Carrero Blanco como lugar de (no-)memoria. Narraciones históricas y representaciones culturales. Madrid, Iberoamericana Vervuert.

Hernández Correa, José Ramón (2018) “Del render a la rendición”, en ¿Arquitectamos locos?

Labrador, Germán (2016) “Contingencia y democracia: las luchas por la representación del magnicidio de Carrero Blanco durante la Transición española (1973-1980)”, en Eser, Patrick y Stefan Peters, ed. El atentado contra Carrero Blanco como lugar de (no-)memoria. Narraciones históricas y representaciones culturales. Madrid, Iberoamericana Vervuert.

Gualtieri, Thomas (2015) “El monumento del 11-M lleva dos meses cerrado y tirado en el suelo”, en El País, 17 de noviembre de 2015.

Gualtieri, Thomas y Vicente Olaya (2015) “El monumento al 11-M, hundido por la pelea entre administraciones”, en El País, 19 de noviembre de 2015.

Ollero, Daniel J (2023) “Ayuso eliminará el monumento cilíndrico de las víctimas del 11-M en Atocha por la reforma de la Línea 11 de Metro”, en El Mundo, 26 de julio de 2023.

Prego, Victoria (1995) Así se hizo la Transición. Barcelona, Plaza y Janés.

Rivera, Antonio (2021) 20 de diciembre de 1973. El día en que ETA puso en jaque el régimen franquista. Madrid, Taurus.

Rodríguez Sahagún, Agustín (2023) “El Colegio de Arquitectos de Madrid pide al Gobierno regional que «reconsidere» demoler el Monumento a las Víctimas del 11M. El decano de la institución solicita, en caso de derribo que se integre parte del actual memorial en el nuevo vestíbulo de la línea 11 de Metro”, en Cadena Ser.

Solo Arquitectura (2004) Fallado concurso del monumento a las víctimas del 11-M. Noviembre de 2004.

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